Masacre en Palermo por un asalto frustrado
Un policía, dos custodios, un jardinero y un delincuente murieron ayer en una sangrienta serie de enfrentamientos registrados en una planta potabilizadora de agua de la capital federal, donde una banda intentó quedarse con los 270 mil pesos que transportaba un camión blindado. Hay varios prófugos
| 3 de Octubre de 2000 | 00:00

Un empleado de limpieza, un policía, un ladrón y dos custodios murieron ayer en dos tiroteos con una banda de delincuentes que estuvo oculta durante cinco horas, sin que la policía lo advirtiera, dentro de una planta de Aguas Argentinas, luego de un frustrado asalto a un blindado en el barrio porteño de Palermo.
Rubén Maciel, quien se convirtió en la tercera víctima inocente muerta en tiroteos registrados en la última semana, fue asesinado de un tiro por uno de los asaltantes. Después de ultimar a Maciel, el ladrón mató a un oficial inspector, hirió a un suboficial y se suicidó al sentirse cercado, informó la Policía Federal, aunque esta hipótesis despertó varios interrogantes.
En base a los testigos, la policía estableció que entre diez y doce ladrones intentaron robar unos 270 mil pesos de un blindado que debía reponer dinero en Aguas Argentinas.
Aunque la policía intentaba ayer reconstruir los detalles de lo que sucedió, se determinó que uno de los ladrones se suicidó, dos fueron atrapados y que el resto habría huido en distintos automóviles.
La violenta mañana comenzó a las 4.58 cuando agentes de la comisaría 51¦ intentaron identificar al ocupante de un automóvil Volkswagen Gol negro estacionado en el cruce de Figueroa Alcorta y Florencio Sánchez, frente a la planta potabilizadora San Martín de la empresa Aguas Argentinas.
Cuando los policías comprobaron que en el interior del vehículo había un potente fusil M-16, una pistola calibre 45 y un chaleco antibalas, detuvieron al sospechoso.
En ese momento, pasó por el lugar un Ford Escort con dos delincuentes a bordo, aparentemente un hombre y una mujer, quienes dispararon contra el patrullero y huyeron.
Veinticinco minutos después y en el otro extremo del predio de 19 hectáreas de la planta potabilizadora de agua ingresó un camión de transporte de caudales de la empresa Juncadella-Prosegur para reponer el dinero de un cajero automático utilizado por los casi 400 trabajadores.
Al advertir movimientos poco habituales, dos de los custodios del blindado bajaron con sus escopetas en mano, pero fueron sorprendidos por un número no precisado de asaltantes que los acribilló a balazos, sin darles ninguna posibilidad de resistencia.
El portavalores y el chofer del camión alcanzaron a cerrar las puertas blindadas y de esta manera evitaron el robo de las sacas con unos 280 mil pesos en efectivo, lo que puso a la banda en una desesperada fuga.
De acuerdo a los testigos, dos de los ladrones que fusilaron a los custodios Rafael Antonio Cozzolino, de 42 años, y Jorge Alarcón, de 57, robaron un automóvil marca Daewo de uno de los empleados que se encontraba estacionado allí y escaparon.
Los policías que estaban en las cercanías desde que se produjo el primer tiroteo ingresaron al predio de Aguas Argentinas para investigar lo ocurrido en el fallido asalto y comenzaron a interrogar a los obreros que no salían de su estupor.
Después de cinco horas de interrogar a los empleados y cuando creían que todo estaba terminado, uno de los trabajadores le advirtió al oficial inspector de la división Robos y Hurtos Rafael Erra que una de las personas que vestía el uniforme de la empresa no era conocido en el área donde se movía.
Cuando el oficial se aproximó para identificarlo, el sospechoso arrojó una campera y comenzó a disparar contra los policías que se le acercaban.
El oficial Erra recibió un impacto en la cabeza y otro en una pierna y el sargento Carlos Frediczon recibió una esquirla de bala en el ojo izquierdo y otra en la mano derecha.
Cuando era trasladado en helicóptero al hospital Churruca el oficial, padre de dos hijos de 7 y 9 años, murió, mientras que el suboficial fue atendido en ese centro y está fuera de peligro, aunque perdió la visión en uno de sus ojos.
El ladrón, desesperado, tomó como rehén a Maciel, con quien comenzó a deambular por el lugar hasta que -según la policía- le descerrajó un mortal disparo y luego se suicidó, disparándose con la misma pistola, al considerar que ya no podría escapar (ver aparte).
Como desde un principio los investigadores estimaron que la banda estaba integrada por entre 10 y 12 asaltantes, distintas divisiones de la Policía Federal y de la zona norte de la bonaerense realizaban operativos para dar con los prófugos.
En las inmediaciones y cerca del monumento al general Martín Miguel de Güemes, agentes de Robos y Hurtos detuvieron a otro sospechoso que vestía ropas de Aguas Argentinas y, según se comprobó luego, no trabaja para la empresa.
Horas después del hecho, la policía continuaba buscando prófugos en el escenario de la masacre y, según se supo, uno de los puntos más preocupantes es que debajo de la planta existe una "oscura miniciudad", con laberintos de túneles que llevaría días examinarla en detalle.
Otra de las preocupaciones de los investigadores es que, según coincidieron los testigos, durante el asalto no se sabía "quien era quien", ya que los ladrones también vestían ropas de la empresa y se pudieron haber confundido entre quienes quedaron trabajando.
El juez de instrucción Alberto Baños se hizo cargo de la investigación del confuso hecho y tenía previsto interrogar en las próximas horas a los dos individuos detenidos y a los empleados que presenciaron los enfrentamientos.
Rubén Maciel, quien se convirtió en la tercera víctima inocente muerta en tiroteos registrados en la última semana, fue asesinado de un tiro por uno de los asaltantes. Después de ultimar a Maciel, el ladrón mató a un oficial inspector, hirió a un suboficial y se suicidó al sentirse cercado, informó la Policía Federal, aunque esta hipótesis despertó varios interrogantes.
En base a los testigos, la policía estableció que entre diez y doce ladrones intentaron robar unos 270 mil pesos de un blindado que debía reponer dinero en Aguas Argentinas.
Aunque la policía intentaba ayer reconstruir los detalles de lo que sucedió, se determinó que uno de los ladrones se suicidó, dos fueron atrapados y que el resto habría huido en distintos automóviles.
La violenta mañana comenzó a las 4.58 cuando agentes de la comisaría 51¦ intentaron identificar al ocupante de un automóvil Volkswagen Gol negro estacionado en el cruce de Figueroa Alcorta y Florencio Sánchez, frente a la planta potabilizadora San Martín de la empresa Aguas Argentinas.
Cuando los policías comprobaron que en el interior del vehículo había un potente fusil M-16, una pistola calibre 45 y un chaleco antibalas, detuvieron al sospechoso.
En ese momento, pasó por el lugar un Ford Escort con dos delincuentes a bordo, aparentemente un hombre y una mujer, quienes dispararon contra el patrullero y huyeron.
Veinticinco minutos después y en el otro extremo del predio de 19 hectáreas de la planta potabilizadora de agua ingresó un camión de transporte de caudales de la empresa Juncadella-Prosegur para reponer el dinero de un cajero automático utilizado por los casi 400 trabajadores.
Al advertir movimientos poco habituales, dos de los custodios del blindado bajaron con sus escopetas en mano, pero fueron sorprendidos por un número no precisado de asaltantes que los acribilló a balazos, sin darles ninguna posibilidad de resistencia.
El portavalores y el chofer del camión alcanzaron a cerrar las puertas blindadas y de esta manera evitaron el robo de las sacas con unos 280 mil pesos en efectivo, lo que puso a la banda en una desesperada fuga.
De acuerdo a los testigos, dos de los ladrones que fusilaron a los custodios Rafael Antonio Cozzolino, de 42 años, y Jorge Alarcón, de 57, robaron un automóvil marca Daewo de uno de los empleados que se encontraba estacionado allí y escaparon.
Los policías que estaban en las cercanías desde que se produjo el primer tiroteo ingresaron al predio de Aguas Argentinas para investigar lo ocurrido en el fallido asalto y comenzaron a interrogar a los obreros que no salían de su estupor.
Después de cinco horas de interrogar a los empleados y cuando creían que todo estaba terminado, uno de los trabajadores le advirtió al oficial inspector de la división Robos y Hurtos Rafael Erra que una de las personas que vestía el uniforme de la empresa no era conocido en el área donde se movía.
Cuando el oficial se aproximó para identificarlo, el sospechoso arrojó una campera y comenzó a disparar contra los policías que se le acercaban.
El oficial Erra recibió un impacto en la cabeza y otro en una pierna y el sargento Carlos Frediczon recibió una esquirla de bala en el ojo izquierdo y otra en la mano derecha.
Cuando era trasladado en helicóptero al hospital Churruca el oficial, padre de dos hijos de 7 y 9 años, murió, mientras que el suboficial fue atendido en ese centro y está fuera de peligro, aunque perdió la visión en uno de sus ojos.
El ladrón, desesperado, tomó como rehén a Maciel, con quien comenzó a deambular por el lugar hasta que -según la policía- le descerrajó un mortal disparo y luego se suicidó, disparándose con la misma pistola, al considerar que ya no podría escapar (ver aparte).
Como desde un principio los investigadores estimaron que la banda estaba integrada por entre 10 y 12 asaltantes, distintas divisiones de la Policía Federal y de la zona norte de la bonaerense realizaban operativos para dar con los prófugos.
En las inmediaciones y cerca del monumento al general Martín Miguel de Güemes, agentes de Robos y Hurtos detuvieron a otro sospechoso que vestía ropas de Aguas Argentinas y, según se comprobó luego, no trabaja para la empresa.
Horas después del hecho, la policía continuaba buscando prófugos en el escenario de la masacre y, según se supo, uno de los puntos más preocupantes es que debajo de la planta existe una "oscura miniciudad", con laberintos de túneles que llevaría días examinarla en detalle.
Otra de las preocupaciones de los investigadores es que, según coincidieron los testigos, durante el asalto no se sabía "quien era quien", ya que los ladrones también vestían ropas de la empresa y se pudieron haber confundido entre quienes quedaron trabajando.
El juez de instrucción Alberto Baños se hizo cargo de la investigación del confuso hecho y tenía previsto interrogar en las próximas horas a los dos individuos detenidos y a los empleados que presenciaron los enfrentamientos.
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