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Un conflicto bélico sin ningún precedente

3 de Octubre de 2001 | 00:00
Nadie -ni Alejando Magno, ni los persas, ni los mongoles, ni los británicos, y tampoco los rusos- ha tenido éxito en la ocupación de Afganistán. Se trata de una nación de guerreros, en la cual los niños pegan vidrios rotos a sus barriletes para derribar otros barriletes, a los varones se les entregan rifles en la pubertad y los viejos guardan zorzales en jaulas de madera y no los entrenan para cantar sino para pelear.
Pero es Afganistán lo que el presidente Bush promete atacar a menos que ese país entregue a Osama Bin Laden. Bush advirtió a los estadounidenses que esta lucha contra el terrorismo sería "una campaña prolongada, distinta de cualquier otra que hayamos visto," y seguramente será así.
A pesar del poderío militar que está desplegando Estados Unidos en la zona, deberán combatir contra un enemigo impreciso que se escabulle por las montañas en una tierra profundamente hostil, tan pobre y arruinada por dos décadas de guerra que prácticamente no tiene blancos que bombardear.
No será como la Guerra del Golfo, hecha a medida para los bombardeos masivos, los ataques con tanques y helicópteros de Estados Unidos. Y el poderío económico e industrial que contribuyó a llevar al país a la victoria en dos guerras mundiales, aunque sigue siendo fuerte, también resulta vulnerable, como demostraron los secuestradores suicidas que atentaron con los aviones.
Es cierto que el presidente tiene a su disposición una serie de opciones, pero todas están cargadas de incertidumbre. Un ataque relámpago- con marines transportados en helicóptero, por ejemplo- podría derribar rápidamente el rudimentario gobierno de los talibanes, pero ¿y después qué?. Los afganos siempre se han unido contra los de afuera, por lo que es improbable que incluso quienes estén en contra del gobierno medieval que controla Kabul se unan a un gobierno instaurado por los estadounidenses.
Las Fuerzas Especiales son una opción, pero es muy probable que Bin Laden ya se haya desplazado a escondites entre las vecinas tribus o a la anárquica frontera del Norte. Y se dice que los miembros de su organización, divididos en pequeñas células, están diseminados por 60 países.
Todas estas opciones podrían tener consecuencias no deseadas. De hecho, el problema radica en lo que la comunidad de inteligencia denomina "contragolpe", la consecuencia negativa inesperada de una operación. Bin Laden y el gobierno de los talibanes en Afganistán son en sí mismos ejemplos de tales consecuencias inesperadas. Son, en gran medida, la creación del entrenamiento, las armas y los dólares canalizados hacia Afganistán por la CIA durante la década de 1980 para ayudar a siete facciones islámicas mujahadines, feroces tribus de las montañas, a vencer la ocupación soviética.
"La acción militar en medio de esta atmósfera tendrá resultados políticos perjudiciales," advirtió Selig S. Harrison, un director de proyecto de la Century Foundation y experto en temas sobre el sur de Asia. "Creará una atmósfera más nociva, con un impacto muy contraproducente en el resto del mundo islámico. Generará más terrorismo en el futuro."
Hasta el idioma es un problema. En principio el presidente Bush habló de una "cruzada" contra el mal, palabra que la Casa Blanca rápidamente corrigió cuando se comprendieron sus implicancias. En Estados Unidos, como con los recuerdos de las novelas de Sir Walter Scott, la palabra tiene un tono noble; en Medio Oriente, donde los recuerdos históricos se remontan mucho más atrás, tiene otras connotaciones: sangrientas masacres de musulmanes, judíos y cristianos bizantinos. De hecho, la expresión de furia favorita de Bin Laden es "fuerzas cruzadas estadounidenses."
La elección de la palabra fue más que una gaffe verbal de Bush: demuestra el peligro que implica permitir que la lucha sea definida según los términos de Bin Laden, como una Guerra Santa entre el Islam y Occidente, cediéndole nuevos reclutas y abortando los esfuerzos de Bush por formar una amplia coalición contra el terrorismo. Y cada viernes, la festividad musulmana, las mezquitas de todo el mundo árabe sonaron desafiantes con gritos de jihad.

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