Murió Héctor Retana, uno de los condenados por el caso Cabezas
Padecía de Sida. Su salud se había agravado al punto de hacerle perder 12 kilos en poco tiempo. Uno de sus abogados dice que no habría recibido adecuada atención médica
| 10 de Abril de 2001 | 00:00

Después de agravarse el cuadro de Sida que lo afectaba, Héctor Miguel Retana, uno de los cuatro miembros de la llamada banda de Los Hornos condenados por el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas, murió ayer en el hospital penitenciario de la Unidad 22 de Olmos, tras sufrir un paro cardíaco. La crítica situación de Retana había sido anticipada por este diario durante la semana pasada cuando uno de sus abogados, Fernando Burlando, advirtió que Retana estaba "luchando por su vida".
Su otro defensor, Juan Martín Cerolini anticipó que pedirá una investigación para establecer las razones por las que se le habría negado atención médica en el Hospital San Juan de Dios, el jueves pasado y también las razones por las que se le habría cambiado la medicación, hecho que según Cerolini coincidiría con el agravamiento de la salud de Retana. (Ver aparte)
Oficialmente el Servicio Penitenciario dijo ayer que "el condenado sufría insuficiencia respiratoria y neumopatía debido al cuadro de Sida, y tras ser atendido en el hospital San Juan de Dios, fue derivado al hospital de la Unidad 22, donde finalmente falleció".
CONDENA Y APELACION
Por estos días Retana esperaba con expectativa la resolución de un recurso presentado por sus abogados ante la Cámara de Casación en el verano del 2000, pocos días después de que la Cámara dolorense lo condenara a prisión perpetua en un fallo que estableció igual pena para sus amigos Horacio Braga, Gustavo González y José Luis Auge. En aquella resolución el ex jefe de la custodia del empresario Alfredo Yabrán, Gregorio Ríos, fue también condenado a prisión perpetua como instigador. A los policías Gustavo Prellezo, Aníbal Luna y Sergio Cammaratta se les aplicó una condena más severa: reclusión perpetua.
Como resultado de ese juicio recuperaría la libertad el enigmático Carlos Redruello, un ex convicto que pasó de informante a imputado sin que nunca haya podido saberse toda la verdad sobre su ingreso en la causa. Pocos meses más tarde Silvia Belawsky, la ex esposa del oficial Prellezo, quedaría libre tras haber recibido una condena menor de la que ya había cumplido una parte sustancial. Una declaración de Belawsky, en mayo de 1998, había sido clave para que la Justicia ordenara la detención del empresario Alfredo Yabrán bajo el cargo de instigador. Yabrán se suicidó ante de que la policía pudiera ponerle las esposas.
SU CONFESION
Detenido el 9 de abril de 1997, casi tres meses después del crimen de Cabezas, Retana confesó su participación en el hecho. Dijo que con sus amigos Auge, Braga y González fueron reclutados por el oficial Gustavo Prellezo para "asustar" al fotógrafo de Noticias pero que Prellezo cambió el plan y lo mató. A pesar de numerosos amagues y promesas durante la pesquisa, ni Retana ni sus cómplices dieron jamás el nombre del autor intelectual del asesinato.
En junio del año pasado, la esposa de Retana, Mónica Oyarbide, fue asesinada de un balazo durante un confuso hecho ocurrido en Los Hornos y al que la policía nunca vinculó al caso Cabezas sino a la venta de drogas.
Alguna vez se especuló con que Retana había sido el primero de los implicados en hablar de su participación en el crimen de Cabezas. Tiempo después se sabría que fue José Luis Auge quien le confesó todo a Rubén D'Elía, un vecino de Los Hornos. D'Elía sería la pieza clave. Interesado en la jugosa recompensa que por entonces ofrecía el gobernador Eduardo Duhalde, el hombre se presentó y dio los datos que permitieron detener a la banda, a Prellezo y al resto de los inculpados.
Retana había nacido en Los Hornos, donde conoció a quienes luego serían sus compañeros en aquel complot que terminaría con la vida del fotógrafo José Luis Cabezas. Por entonces Retana, que era miembro de la barra brava del club Estudiantes, ya tenía antecedentes policiales por hechos menores. Sus abogados ya eran Fernando Burlando y Martín Cerolini.
Era asmático, a los 8 meses se había declarado el primer ataque y dos años antes de que su nombre apareciera cientos de miles de veces en los diarios, un análisis ya le había confirmado que era portador de HIV.
"A los 13 años empecé a ir al colegio de noche y ahí conocí pibes más grandes. Nos rateábamos y nos íbamos a Buenos Aires en tren. A los 14 probé la droga, directamente marihuana y después cocaína", confesaría a este diario en el único reportaje que concedió.
Ni bien se produjo su detención por el caso Cabezas, la condición de enfermo de Sida de Retana fue objeto de numerosas especulaciones. Quienes abonaban cierta teoría conspirativa llegaron a decir que se había buscado a un "condenado" para hacerse cargo del crimen que por entonces sacudía al país.
Desde su ingreso a la Unidad Penal 9 de La Plata Retana fue sometido a tratamiento médico. Durante el juicio oral y público se produjo un curioso episodio cuando Gregorio Ríos, que compartía el banquillo de los acusados, le preguntó por su salud y se ofreció a pagarle los medicamentos que necesitaba.
Sus abogados defensores, Burlando y Cerolini, siempre sostuvieron que la justicia no debió haber "dividido" la confesión de Retana y que en virtud de ello debió habérselo desvinculado del secuestro y del crimen. "Retana fue un testigo acaso involuntario, casi un rehén de Prellezo y sus confesiones permitieron esclarecer una causa que parecía sin salida", diría Burlando durante su alegato en el juicio oral desarrollado a fines de 1999 en Dolores.
Su otro defensor, Juan Martín Cerolini anticipó que pedirá una investigación para establecer las razones por las que se le habría negado atención médica en el Hospital San Juan de Dios, el jueves pasado y también las razones por las que se le habría cambiado la medicación, hecho que según Cerolini coincidiría con el agravamiento de la salud de Retana. (Ver aparte)
Oficialmente el Servicio Penitenciario dijo ayer que "el condenado sufría insuficiencia respiratoria y neumopatía debido al cuadro de Sida, y tras ser atendido en el hospital San Juan de Dios, fue derivado al hospital de la Unidad 22, donde finalmente falleció".
CONDENA Y APELACION
Por estos días Retana esperaba con expectativa la resolución de un recurso presentado por sus abogados ante la Cámara de Casación en el verano del 2000, pocos días después de que la Cámara dolorense lo condenara a prisión perpetua en un fallo que estableció igual pena para sus amigos Horacio Braga, Gustavo González y José Luis Auge. En aquella resolución el ex jefe de la custodia del empresario Alfredo Yabrán, Gregorio Ríos, fue también condenado a prisión perpetua como instigador. A los policías Gustavo Prellezo, Aníbal Luna y Sergio Cammaratta se les aplicó una condena más severa: reclusión perpetua.
Como resultado de ese juicio recuperaría la libertad el enigmático Carlos Redruello, un ex convicto que pasó de informante a imputado sin que nunca haya podido saberse toda la verdad sobre su ingreso en la causa. Pocos meses más tarde Silvia Belawsky, la ex esposa del oficial Prellezo, quedaría libre tras haber recibido una condena menor de la que ya había cumplido una parte sustancial. Una declaración de Belawsky, en mayo de 1998, había sido clave para que la Justicia ordenara la detención del empresario Alfredo Yabrán bajo el cargo de instigador. Yabrán se suicidó ante de que la policía pudiera ponerle las esposas.
SU CONFESION
Detenido el 9 de abril de 1997, casi tres meses después del crimen de Cabezas, Retana confesó su participación en el hecho. Dijo que con sus amigos Auge, Braga y González fueron reclutados por el oficial Gustavo Prellezo para "asustar" al fotógrafo de Noticias pero que Prellezo cambió el plan y lo mató. A pesar de numerosos amagues y promesas durante la pesquisa, ni Retana ni sus cómplices dieron jamás el nombre del autor intelectual del asesinato.
En junio del año pasado, la esposa de Retana, Mónica Oyarbide, fue asesinada de un balazo durante un confuso hecho ocurrido en Los Hornos y al que la policía nunca vinculó al caso Cabezas sino a la venta de drogas.
Alguna vez se especuló con que Retana había sido el primero de los implicados en hablar de su participación en el crimen de Cabezas. Tiempo después se sabría que fue José Luis Auge quien le confesó todo a Rubén D'Elía, un vecino de Los Hornos. D'Elía sería la pieza clave. Interesado en la jugosa recompensa que por entonces ofrecía el gobernador Eduardo Duhalde, el hombre se presentó y dio los datos que permitieron detener a la banda, a Prellezo y al resto de los inculpados.
Retana había nacido en Los Hornos, donde conoció a quienes luego serían sus compañeros en aquel complot que terminaría con la vida del fotógrafo José Luis Cabezas. Por entonces Retana, que era miembro de la barra brava del club Estudiantes, ya tenía antecedentes policiales por hechos menores. Sus abogados ya eran Fernando Burlando y Martín Cerolini.
Era asmático, a los 8 meses se había declarado el primer ataque y dos años antes de que su nombre apareciera cientos de miles de veces en los diarios, un análisis ya le había confirmado que era portador de HIV.
"A los 13 años empecé a ir al colegio de noche y ahí conocí pibes más grandes. Nos rateábamos y nos íbamos a Buenos Aires en tren. A los 14 probé la droga, directamente marihuana y después cocaína", confesaría a este diario en el único reportaje que concedió.
Ni bien se produjo su detención por el caso Cabezas, la condición de enfermo de Sida de Retana fue objeto de numerosas especulaciones. Quienes abonaban cierta teoría conspirativa llegaron a decir que se había buscado a un "condenado" para hacerse cargo del crimen que por entonces sacudía al país.
Desde su ingreso a la Unidad Penal 9 de La Plata Retana fue sometido a tratamiento médico. Durante el juicio oral y público se produjo un curioso episodio cuando Gregorio Ríos, que compartía el banquillo de los acusados, le preguntó por su salud y se ofreció a pagarle los medicamentos que necesitaba.
Sus abogados defensores, Burlando y Cerolini, siempre sostuvieron que la justicia no debió haber "dividido" la confesión de Retana y que en virtud de ello debió habérselo desvinculado del secuestro y del crimen. "Retana fue un testigo acaso involuntario, casi un rehén de Prellezo y sus confesiones permitieron esclarecer una causa que parecía sin salida", diría Burlando durante su alegato en el juicio oral desarrollado a fines de 1999 en Dolores.
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