La hilandería, un mirador de la historia de Berisso

Fue un sinónimo de trabajo estable para los vecinos en las épocas de esplendor de la ciudad. Hoy le da empleo a 120 personas, algunas de ellas convertidas en símbolo de la fábrica y sus luchas

Lucio Panella tenía apenas 15 años cuando ingresó a trabajar en la sección almacenes de la hilandería. Corría la década del '40 y Berisso era por entonces una ciudad pujante y la industria textil uno de los pilares claves de esa pujanza. El otro, el principal, los frigoríficos. Pero los tiempos iban a cambiar radicalmente con el correr del siglo. Y Lucio Panella vería transcurrir esos cambios desde la hilandería, de la que hoy es gerente comercial. La misma hilandería donde trabajó su padre y que su hijo historió. Y que hoy sobrevive como único testimonio de una época de Berisso que quedó definitivamente atrás, cuando la ciudad vecina era una postal del apogeo de la cultura del trabajo.
Quizás por eso ni a Panella ni a la mayoría de los socios que actualmente trabajan en la Cooperativa Textil de Berisso (para todos, "la hilandería") les parezca extraño que un proyecto de ordenanza recientemente ingresado en el Concejo Deliberante de la vecina localidad proponga declarar a la industria patrimonio histórico de la ciudad. Ni que una historiadora de la Universidad de Buenos Aires, autora de un libro de reciente publicación que toma a Berisso como una metáfora del ascenso y la caída de la sociedad del trabajo, prepare en la actualidad otra investigación que tiene como objeto central a la vieja industria de la localidad ribereña.

Es que para los vecinos de Berisso, si algo le sobra a la hilandería es historia. Aunque ahora trabajen en ella 120 personas en lugar de los 600 que lo hicieron en la primera mitad del siglo XX. Aunque hoy se produzcan allí 30.000 kilos mensuales de gasa frente a los 50.000 kilos de productos textiles (entre bolsas para envasar las carnes de los frigoríficos, tela para ropa interior y gasa) que se producían en las épocas de mayor productividad. Y aunque hoy sólo pertenezca a la firma -fundada por capitales ingleses, pero convertida en cooperativa por sus propios trabajadores en los año '60- una parte del inmueble original, después de que la construcción principal fuera vendida al municipio en la década del '90 y en el marco de una severa crisis económica.
Para quienes hoy la administran y para muchos de los vecinos de Berisso, "la hilandería" es a la vez un testimonio vivo de los años dorados de la ciudad y de una cultura laboral que -afirman los especialistas en la materia- ya no existe: la del trabajo único para toda la vida.
"Entrar en la hilandería en Berisso era sinónimo de trabajo estable en el momento de esplendor de la ciudad y cuando ingresar a trabajar en los frigoríficos no significaba lo mismo", explica Mirta Zaida Lobato, una historiadora de la UBA nacida en Córdoba que eligió a Berisso para investigar la vida de los obreros de la carne. Los resultados de esa investigación aparecen en "La vida en las Fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera", libro recientemente editado.
Según Lobato, si bien es cierto que los frigoríficos empleaban al 80% de los trabajadores de Berisso, también lo es que, para la mayor parte de esos obreros, representaba un trabajo "temporario", del que "entraban y salían con frecuencia".
Lobato afirma, en tal sentido, que "la mayor parte de los obreros que se desempeñaban en los frigoríficos trabajaban menos de un año, o lo hacían cíclicamente, por períodos de entre dos y tres meses".
En contraposición con esa modalidad, la historiadora pudo constatar que en el período comprendido entre 1925 y 1950, casi el 29% de los trabajadores de la hilandería se había desempeñado en esa industria por períodos de entre 5 y 10 años.
Lobato también se encarga de diferenciar el perfil del obrero que se desempeñaba en la industria textil de Berisso y del que lo hacía en los frigoríficos.
"En las épocas doradas de Berisso la hilandería exigía una mayor calificación, pagaba mejores sueldos -hasta un 30% mayores que los de los frigoríficos- y ofrecía mayor estabilidad. En ella se desempeñaban más mujeres que hombres -un 70%- y el trato entre los empresarios y los obreros era menos conflictivo que el de los frigoríficos. Se caracterizaba por su corte antes paternalista que riguroso, al menos en la primera época".
Como contrapartida, el impacto de la hilandería en la fisonomía de la ciudad sería menor que el de los frigoríficos, según reconoce Lobato, en función de una cuestión de magnitud: mientras la fábrica empleaba a 600 obreros, los frigoríficos le daban trabajo a 10.000.
Los historiadores de la industria textil en Berisso cuentan que la hilandería nació por iniciativa de la firma inglesa The Pattent Knitting Company en 1925. Con sede en Manchester, la firma se instaló en terrenos comprados a la empresa Swift con la idea de proveer a los frigoríficos envoltorios de algodón para las carnes, que recibían el nombre de stockinettes.

La firma llegó a proveer a los frigoríficos establecidos en el Gran La Plata, pero también a otros con sede en Avellaneda y en Rosario. Posteriormente agregó a la fabricación de los stockinettes la producción de telas para ropa interior y gasa.
"En los mejores tiempos, cuando trabajaban en la fábrica 600 obreros se producían 50.000 kilos mensuales de telas, en estas proporciones: 30.000 de stockinettes, 10.000 de telas para ropa interior y 10.000 de gasa", cuenta Panella.
Pero en la década del '60 sobrevendría una fuerte crisis de la industria textil acompañada de cambios en la conducción de la empresa que terminaron por resentir la relación entre dirigentes y trabajadores, lo que desembocó en una huelga que se prolongó durante 9 meses y que los actuales socios todavía recuerdan con orgullo, ya que se convirtió en un símbolo de las luchas obreras en Berisso. En 1969 y después de varias advertencias en las que referían que la industria ya no era rentable, la conducción de The Pattent Knitting anunció oficialmente que no seguiría trabajando y envío telegramas de despido a todos sus obreros.
"Fue un año completo en el que la mayoría se fue a hacer changas o a trabajar a los frigoríficos y en el que por suerte se contó con la colaboración de toda la comunidad de Berisso", recuerdan los más memoriosos y antiguos trabajadores de la fábrica.
Utilizando las indemnizaciones y después de haber conseguido créditos blandos, los propios empleados de la empresa se hicieron cargo de ella, conformando una cooperativa textil que hasta hoy sigue funcionando, produciendo gasa para los hospitales de la provincia -a partir de un convenio suscripto con el gobierno bonaerense en 1974- y a clínicas privadas.
La mayoría de los actuales socios de la cooperativa son familiares de antiguos trabajadores que aspiran a que sus propios parientes ingresen a trabajar en la empresa que hoy funciona en la parte del edificio a la que se accede por la calle 8 número 4591 de Berisso. Socios como Celina Procaccito y Mirta Celeñú, quienes llevan más de 20 años trabajando en la hilandería y que ya anotaron a sus hijos para que algún día puedan pasar a integrar la cooperativa continuando con la tradición familiar.
O como José Luis Scaffatti, quien a los 78 años -después de pasar 60 de ellos trabajando en la fábrica-, y aunque jubilado, sigue yendo a la cooperativa a cumplir tareas de vigilancia porque considera a la industria textil de Berisso como su casa y el refugio de sus mejores recuerdos.


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