Seguir juntos después de 50 años para recordar y ayudar

Egresaron en 1952. Y desde entonces se reúnen una vez por mes para compartir recuerdos y donar a la escuela desde material didáctico hasta una casa

Eran épocas de clásicos jugados en la cancha de Estudiantes y en los que los rivales más importantes eran el Colegio Nacional y el Albert Thomas. Los bailes de moda se organizaban en el club Universitario, Estudiantes y Gimnasia. La música que sonaba en las pistas era el tango, el jazz y el bolero. Los que se hacían la rata tenían como destino los billares de "El Cabildo", de 7 y 54; el "Rivadavia", de 50 entre 7 y 8 y "El Rayo", de 1 y 44. El referente deportivo era Fangio y de José Ingenieros venían los consejos que alimentaban espiritualmente a los más jóvenes.
Corría el año 1952 y los compañeros del quinto primera de la Escuela Nacional Superior de Comercio General José de San Martín, egresaban sin imaginar que 50 años después seguirían tan unidos como entonces, compartiendo el ritual de reunirse todos los primeros martes de cada mes con el doble objetivo de recordar anécdotas de estudiantes y ayudar a la escuela en cuyas aulas pasaron la adolescencia, con donaciones que incluyeron desde material didáctico hasta un inmueble para el curso vespertino.
Hoy que aquellos alumnos promedian los 67 años, las reuniones mensuales son una cita obligada -como lo fue ininterrumpidamente durante décadas- mientras preparan la celebración del cincuentenario de egresados, que van a festejar en el Jockey Club el 9 de noviembre, según cuenta Roberto Donato, uno de los ex compañeros que impulsa la iniciativa.
"Eramos una división de 39 alumnos, de los cuales 13 ya no están, pero permanecen vivos en el recuerdo y en las historias que se cuentan en cada una de las reuniones", cuenta Donato, que compartió la última de las reuniones mensuales con Antulio López, Roberto Mamblona, Saúl Reichler, Edmundo Rodríguez, Ricardo Antolowicz, Ricardo Bernazza, Raúl Alvarez y Enrique Valdovinos.
Los ex compañeros consideran "excepcional" que un grupo humano pueda mantenerse unido durante tanto tiempo. Y lo atribuyen al tesón de compañeros que ya no están, como Alberto Masaferro, Miguel Di Domenicantonio o Carlos Berto, quienes fueron los primeros en asumir la tarea de reunirlos todos los meses.
Los ex alumnos muestran con orgullo como todas y cada una de esas reuniones hechas durante 50 años permanecen documentadas en un cuaderno que se ocupan de mantener y donde los asistentes a cada reunión estampan una y otra vez sus firmas: "en algunos encuentros somos diez, en otros más de 20. Y los más concurridos son los de fin de año, de los que también participan las familias", dice Donato.
Y en cada reunión vuelven a vivir los recuerdos comunes, que tuvieron como escenario a las aulas del colegio: aquel profesor que llevaba anotaciones con el contenido de las clases que los alumnos hacían desaparecer para ponerlo en problemas; aquel especialista en derecho constitucional que se convirtió en compinche del alumnado a tal punto que se organizó una huelga para respaldarlo cuando alguien decidió injustamente removerlo de su cargo: aquellas únicas tres mujeres de la división que, a poco de empezar primer año fueron cambiadas de turno; los primeros días llevando pantalones largos.
Hoy que la mayoría de los egresados hicieron sus vidas como contadores, empresarios, docentes, empleados y comerciantes, todavía recuerdan a los profesores que, dicen, más los influyeron con sus conocimientos. Profesores como Godofredo Lozano, Augusto Liliedal, María de Villarino o Pedro Petris.
Pero no todo se limita al recuerdo. Las reuniones también dieron pie, durante 50 años, a las donaciones para la escuela, como una forma de agradecimiento: Primero fue una computadora, después cuatro retroproyectores y promediando 1986, la que sería la mayor donación del grupo. Un inmueble en la calle 46 para que allí funcione el turno vespertino de la escuela.
"A veces nos duele ver que hoy los alumnos de las escuelas no viven un compromiso más estrecho con las instituciones en las que cursan", dice Donato, que todavía es docente, "y nos gustaría que lo que nosotros hicimos sirva de ejemplo para que muchos jóvenes encaren acciones similares no sólo para conservan una amistad durante años, sino también para ayudar a sus escuelas".
Y casi enseguida muestra una frase de José Ingenieros, que abre el libro de actas de los ex alumnos y sirve para graficar el espíritu de su unión que lleva medio siglo: "la juventud se mide por el inquieto afán de renovarse, por el deseo de emprender obras dignas, por la incesante floración de ensueños, capaces de embellecer la vida".

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