Desde La Plata, reclamo por paternidad a Rodríguez Saá

Un joven asegura que es su hijo y le inició una demanda judicial. Cuenta una larga historia

Juan Adolfo Orellana tiene 33 años y vive en La Plata desde 1986. Está casado y tiene tres hijos. Tres años atrás inició ante los tribunales de la capital federal un proceso de filiación porque asegura que es hijo de Adolfo Rodríguez Saá, el ex presidente de la Nación, ex gobernador de San Luis y ahora candidato a ocupar la primera magistratura.
Con mucha tranquilidad, sin transmitir odios ni rencores, el supuesto hijo de "El Adolfo", como lo llaman habitualmente los puntanos, deja caer sobre el sillón sus cerca de 100 kilos de peso generosamente distribuidos en su metro ochenta de estatura, pasa su mano sobre la frente para quitarse el sudor y aprovecha para acomodarse la tupida y renegrida cabellera. Así comienza relatar su historia.
"Nací el 11 de enero de 1970 y a los 3 años murió mi madre, Lilia Elena Orellana, que tenía 32. Desde entonces viví con mi abuela y mis tías en el barrio porteño de Flores. Mis familiares me contaron, cuando tenía 8 años, que mis padres habían muerto en un accidente. En la adolescencia, cuando me mudé a La Plata, comencé e interesarme más sobre el tema y una hermana de mi mamá me contó que, en realidad, mi papá era el gobernador de San Luis. Al enterarme no sentí nada, ni deseos de conocerlo ni de verificar esa revelación", comenta Juan, sin gesticular demasiado.
Sólo acompaña su narración con leves movimientos de hombros, como si la incertidumbre no lograra perturbarlo, pero la expresión de su rostro cambia al recordar a su madre. "Le decían 'La Negrita' y trabajaba en el estudio jurídico que tenía en Buenos Aires Rodolfo Rodríguez Saá, ya fallecido, el tío de mi padre. Mi mamá hacía las tareas de limpieza y en 1969 mantuvo relaciones afectivas con el ex gobernador de San Luis. Ella era una mujer humilde y lo quiso desinteresadamente. Por eso me puso a mí Juan Adolfo".
"Como producto de esa relación nací en la ciudad de Buenos Aires. Durante mi primer año de vida él colaboró con mi madre para que me pudiera criar, pero luego se desentendió. Cuando tenía tres años mi mamá murió y quedé a cargo de mi abuela y mis tías", narra -ahora con tristeza- Orellana.
Luego recuerda un episodio ocurrido a mediados de los '90 en el estudio jurídico donde trabajó su madre. "Estaba desocupado y buscaba trabajo. Revolviendo papeles de mi madre encontré unas certificaciones laborales firmadas por Rodolfo Rodríguez Saá. Fui al Colegio de Abogados y me dieron su dirección. Me atendió en su despacho, le dije que era el hijo de Liliana y le mostré fotos de mis hijos. Me respondió que no la conocía, pero cuando vio una fotografía de mi madre se agarró la cabeza y exclamó: 'sos el hijo de La Negrita'. Hizo un silencio y de inmediato me dijo: 'yo con tu mamá nunca tuve nada que ver, ese fue el Adolfo'. Luego me pidió mis datos y le escribí en un papel mi nombre, dirección y el número de documento".
Orellana reflexiona unos segundos en el living de su casa. Toma con alguna dificultad el poco aire que hay en el ambiente castigado con calor y lluvia, y relata el motivo de su decisión para iniciar el juicio de filiación. "A fines de 1999 estaba en mi restaurante, que tenía en 12 y 50, y mi cuñado atendió el teléfono. Era supuestamente una persona del gabinete de Rodríguez Saá que hablaba desde el Hotel Argentino de La Plata. Preguntó por mí con nombre y apellido y dijo que Adolfo quería entrevistarse conmigo. Me pareció muy extraño, ya que por entonces no tenía nada a mi nombre, y ahí sospeché que me estaban siguiendo. En ese momento decidí buscar asesoramiento para iniciar el juicio de filiación".
Luego relata que decidió contar su historia a este diario influenciado por un encuentro que tuvo con su supuesto padre a fines del año pasado, en La Plata. "Fui a verlo a fines de 2002 al (complejo) Islas Malvinas. Quería acercarme a él para entregarle una nota con mis datos y número de teléfono. Al finalizar el acto hablé con sus custodios y me indicaron cómo tenía que hacer para sacarme una foto junto a él. Me acerqué y le comencé a gritar 'Adolfo, Adolfo'. Después, como no me prestaba atención, lo llamé por sus apellidos y no me respondió. Finalmente decidí tomarlo de un brazo y gritar: 'soy Juan Adolfo Orellana'. Se quedó helado. Dio un paso atrás, me tomó de la mano y hablamos. Fue como un flash que tuvo de unos 10 segundos. Me dijo: 'no tengo nada que ver con ese caso. Si hubieras sido hijo mío no te hubiera faltado nada".
"Luego me llamó para las fiestas, me dijo que me iba a enviar una carta, pero hasta ahora no recibí nada. Como él me negó cara a cara decidí hacer pública esta situación que sólo era exclusiva del ámbito de la Justicia", explica Orellana, ya con un poco más de énfasis y algo de bronca.

LA DEMANDA
En el 2000, con el patrocinio del abogado platense Horacio González Amaya, Orellana inició una acción de filiación ante el Juzgado Nacional de primera instancia en los Civil número 81 de capital federal, por entonces a cargo de la doctora Dora Gesualdi y luego de la doctora Ana Pérez Catón.
Posteriormente, como el juzgado donde se presentó la demanda por filiación declinó la competencia a los tribunales de San Luis (porque el demandado tiene allí su domicilio), se inició una demanda por daños y perjuicios contra Rodríguez Saá, que recayó en el Juzgado Nacional Civil de capital federal número 94, a cargo de la jueza Cecilia Yolanda Federico.
El letrado señaló que esa causa fue iniciada a fines de 2001 y que Rodríguez Saá fue notificado en Balcarce 50 -Casa Rosada-, durante los seis días que ocupó la presidencia de la Nación. Y la jueza se declaró competente para actuar.
Los tres expedientes quedaron acumulados en el juzgado 94, donde se dispuso paralizar la causa de daños hasta que se sustancie el juicio de filiación, explicó.
El abogado González Amaya sostuvo que ante esta decisión interpuso una revocatoria que ahora está siendo analizada en la Cámara Federal porteña.
También afirmó que "antes de iniciar las causas judiciales se lo citó a Rodríguez Saá para una audiencia de conciliación. Le enviamos tres cartas, que fueron recibidas, pero no hubo respuesta alguna. En una de ellas se le pidió que accediera a un estudio de ADN, pero nunca se presentó".
Por su parte, Orellana aclaró que "sólo pretendo conocer mi filiación, buscar mi identidad. No alberga mi espíritu otros intereses. Lo que persigo no es el dinero. A pesar de mi pobreza y de mi condición de desocupado, sólo le pido a Rodríguez Saá que se someta a un estudio genético para poder determinar quién es mi padre y el abuelo de mis tres hijos".
"Estoy dispuesto a renunciar al reclamo monetario en el mismo momento en que voluntariamente -no por orden judicial- se someta a la extracción de sangre", precisó.

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