Los proyectos de TV que pierden por nocaut
En los tiempos de gestación y puesta al aire son los niños mimados de los canales, pero en el momento de la verdad bajan de categoría por el inapelable veredicto del público. Los grandes derrotados de las últimas temporadas y los motivos que marcaron su triste destino
| 22 de Julio de 2003 | 00:00

¿Quién recuerda hoy ciclos como "El tiempo es dinero", "El club de los giles", "Zafando", "La playa" o "Tercer tiempo"? Nadie. ¡Y sin embargo se estrenaron este mismo año! Duraron lo que un suspiro, o menos, consecuencia de una televisión descartable que le da cada vez menos tiempo a los programas para que se instalen en la pantalla. A veces se trata realmente de propuestas olvidables que pecan de falta de originalidad o incluso de mal gusto, pero otras veces caen en la volteada ciclos bien hechos que necesitan maduración y desarrollo.
Por lo general se invoca al argumento de la ley de la oferta y la demanda para justificar dicho fenómeno, pero no es siempre el desinterés del público el único responsable de los más ignominiosos finales. Un claro ejemplo de ello es "Los simuladores", hoy por hoy, el programa más visto de la televisión argentina, cuando el año pasado debutó con 12 tímidos puntos de rating. Después de un año ganó innumerables premios y todo el mundo habla de ellos. Le faltaba tiempo. Por suerte, se lo dieron.
SIN TIEMPO
¿Por qué hasta hace unos años los programas duraban como mínimo un año? ¿Cuáles son las causas que determinan el repentino final de un ciclo que a veces ni siquiera llega a sus tres emisiones? ¿Por qué un canal sostiene un programa hasta que se posiciona y no lo hace con otros? ¿Debería un canal privado darle la oportunidad a un ciclo que no colma las expectativas comerciales? ¿La única variable a tener en cuenta en televisión es la rentabilidad? ¿Tendría que haber un compromiso ético por parte de los medios de comunicación privados para con los televidentes de programas de audiencia reducida?
Son preguntas de sentido común que no siempre tienen una respuesta lógica o coherente. Es que son muchas las variables que intervienen en el negocio televisivo: el rating, la publicidad -no siempre el buen rating deviene en simétrica cantidad de auspiciantes-, el costo de los programas -cuando son demasiado caros, por más que tengan un rating digno, no pueden sostenerse en pantalla-, los contratos a corto plazo -por lo general se hace un contrato anual renovable cada tres meses con la opción de rescindirse si el éxito no acompaña-, la crisis económica que implica un menor aporte publicitario, y el auge de las productoras independientes con su incesante oferta de productos.
"La grilla se ha puesto muy loca, nadie sabe bien qué hay esta semana en la televisión -explica el periodista Osvaldo Bazán, columnista de "Georgina y vos"-. Los programas necesitan un tiempo de maduración, lo que pasa es que los canales muchas veces están manejados por gente que viene de otros negocios y no del negocio de la comunicación, por lo cual no terminan de entenderlo. En cuanto al rating, los números dicen una verdad pero ocultan otra. En el caso de 'Los simuladores', eso está muy claro. Con 12 puntos iniciales en una televisión tan histérica como ésta lo hubieran levantado, ¡y mirá el negocio que se perdían! Todavía no entiendo por qué Telefé le hizo el aguante a 'Los simuladores' y no a 'Zafando'".
Por si se lo perdió, "Zafando" fue una ficción de Disiaco Film para Telefé Contenidos que se levantó del aire sin ningún tipo de anuncio, resumen final, ni explicaciones. Según Marcelo Slavich, autor del mismo, "era un programa demasiado jugado para el canal, no era una temática para el público de Telefé. Incluso Claudio Villarruel -gerente de Contenidos de la emisora- le cortó 15 minutos del primer capítulo porque se le ocurrió que tenía un humor muy jugado". Además, los números no lo acompañaron. La intención de Telefé era llegar a los dos dígitos de rating, pero el último capítulo que salió al aire arañó los 7 puntos.
"No es cierto que la televisión de dos o tres décadas atrás era menos competitiva que la actual -analiza Pablo Mascareño, periodista y productor de E! Entertainment-. Se trata de un falso argumento habitualmente utilizado por los programadores para justificar la poca seriedad con la que se manejan algunas de las grillas de las señales abiertas. La industria funciona a partir de los ingresos que genera la publicidad. Esto sucedió siempre. El rating es quien finalmente tiene la última palabra. Sería infantil pedirle a una compañía de TV privada que sostenga en el aire un ciclo con medición paupérrima que no le genera los recursos económicos suficientes para sostenerse en pantalla. Sin embargo, no hace demasiado tiempo atrás existía un mayor respeto por los productos televisivos, las celebridades y el público. En definitiva, los grandes protagonistas de la televisión".
ENOS DE UN MES
Siempre que se habla de los "fracasos fugaces de la TV", se suele citar un ejemplo emblemático que anticipó una época de muy poca tolerancia a los "debuts" desafortunados. Se trató de "BTV", un magazine vespertino que Fernando Bravo condujo en Canal 13 y que no llegó a cumplir un mes de vida. Y eso que se trataba de Fernando Bravo, un profesional de trayectoria indiscutible el que estaba al frente del mismo.
El rating, amo y señor a la hora de decidir sobre el destino de los ciclos y, en consecuencia, de la cantidad de profesionales que trabajan en ellos, no deja de ser objeto de críticas y dudas. "Creo que las planillas de rating se leen mal -opina Bazán-. En general se lee el total de hogares para todos los programas y hay programas que tienen un público más específico, que por ahí es al target publicitario al que está dirigido, y no les conviene o no les interesaría tener la mayor cantidad de audiencia".
Pero el rating no es nada si no va acompañado de auspiciantes, dupla que se supone inseparable y directamente proporcional, pero que no lo es tanto. "El éxito tampoco te asegura la continuidad -señala Luis Ventura, periodista y panelista de 'Intrusos'-. Una prueba de ello fue 'Zap', que fue levantado cuando estaban en la cresta de la ola. Y ahí funciona una ecuación que conjuga el rating del producto, los auspiciantes y las sanciones. Hay que hacer una estadística de qué te deja de bueno el producto en el aire, porque 'Disputas' a lo mejor consigue rating, que es lo que todo el mundo está buscando, pero ¿a qué precio?, a un precio de sanciones y de no tener auspiciantes. Los auspiciantes no sé si van a estar tan contentos de auspiciar en 'Disputas' por la temática del ciclo, los prejuicios, etc. Entonces, ¿dónde está la ganancia?".
En la última década las productoras independientes coparon las pantallas de los canales con ciclos propios que, al ser hechos por otros desde afuera, parecen favorecer las prontas decisiones tomadas a secas y sin anestesia por parte de los canales, no tan comprometidos con el producto. Si un ciclo debuta con bajo rating es probable que el canal intente modificarle algunas cosas para salvarlo, pero si no se observa una mejora inmediata, deberá bajarse del ring con pena y sin gloria. "Esto tiene que ver con el factor social que vive el país. Hoy, los trabajadores dejaron de tener carácter de dependencia con las empresas -analiza Ventura-, y eso le deja al empleador la posibilidad de decir 'a fin de mes, termina'. En la televisión es lo mismo: a fin de mes terminás y terminás".
Además, hoy por hoy, los contratos que las emisoras firman con las productoras independientes suelen fijar una cifra estimativa de rating que el programa deberá alcanzar. Si no, chau, y hasta la próxima. "La televisión cambió -explica Ventura-. Antes, los productos que salían en la programación eran pensados por el canal, armados por el canal, y con gente del canal. Hoy esto se hace a medias: el canal produce una parte y las productoras independientes producen otra parte. Y generalmente, cuando viene un producto de una productora independiente, el personal del canal no lo mira con buenos ojos en el sentido de que es un algo que traen de afuera, entonces quién no te dice que ese producto puede llegar a tener un porcentaje de sabotaje. Si uno repasa las programaciones de los canales verá que la mayoría de los programas que fueron levantados son de productoras independientes y no genuinos del canal".
Por lo general se invoca al argumento de la ley de la oferta y la demanda para justificar dicho fenómeno, pero no es siempre el desinterés del público el único responsable de los más ignominiosos finales. Un claro ejemplo de ello es "Los simuladores", hoy por hoy, el programa más visto de la televisión argentina, cuando el año pasado debutó con 12 tímidos puntos de rating. Después de un año ganó innumerables premios y todo el mundo habla de ellos. Le faltaba tiempo. Por suerte, se lo dieron.
SIN TIEMPO
¿Por qué hasta hace unos años los programas duraban como mínimo un año? ¿Cuáles son las causas que determinan el repentino final de un ciclo que a veces ni siquiera llega a sus tres emisiones? ¿Por qué un canal sostiene un programa hasta que se posiciona y no lo hace con otros? ¿Debería un canal privado darle la oportunidad a un ciclo que no colma las expectativas comerciales? ¿La única variable a tener en cuenta en televisión es la rentabilidad? ¿Tendría que haber un compromiso ético por parte de los medios de comunicación privados para con los televidentes de programas de audiencia reducida?
Son preguntas de sentido común que no siempre tienen una respuesta lógica o coherente. Es que son muchas las variables que intervienen en el negocio televisivo: el rating, la publicidad -no siempre el buen rating deviene en simétrica cantidad de auspiciantes-, el costo de los programas -cuando son demasiado caros, por más que tengan un rating digno, no pueden sostenerse en pantalla-, los contratos a corto plazo -por lo general se hace un contrato anual renovable cada tres meses con la opción de rescindirse si el éxito no acompaña-, la crisis económica que implica un menor aporte publicitario, y el auge de las productoras independientes con su incesante oferta de productos.
"La grilla se ha puesto muy loca, nadie sabe bien qué hay esta semana en la televisión -explica el periodista Osvaldo Bazán, columnista de "Georgina y vos"-. Los programas necesitan un tiempo de maduración, lo que pasa es que los canales muchas veces están manejados por gente que viene de otros negocios y no del negocio de la comunicación, por lo cual no terminan de entenderlo. En cuanto al rating, los números dicen una verdad pero ocultan otra. En el caso de 'Los simuladores', eso está muy claro. Con 12 puntos iniciales en una televisión tan histérica como ésta lo hubieran levantado, ¡y mirá el negocio que se perdían! Todavía no entiendo por qué Telefé le hizo el aguante a 'Los simuladores' y no a 'Zafando'".
Por si se lo perdió, "Zafando" fue una ficción de Disiaco Film para Telefé Contenidos que se levantó del aire sin ningún tipo de anuncio, resumen final, ni explicaciones. Según Marcelo Slavich, autor del mismo, "era un programa demasiado jugado para el canal, no era una temática para el público de Telefé. Incluso Claudio Villarruel -gerente de Contenidos de la emisora- le cortó 15 minutos del primer capítulo porque se le ocurrió que tenía un humor muy jugado". Además, los números no lo acompañaron. La intención de Telefé era llegar a los dos dígitos de rating, pero el último capítulo que salió al aire arañó los 7 puntos.
"No es cierto que la televisión de dos o tres décadas atrás era menos competitiva que la actual -analiza Pablo Mascareño, periodista y productor de E! Entertainment-. Se trata de un falso argumento habitualmente utilizado por los programadores para justificar la poca seriedad con la que se manejan algunas de las grillas de las señales abiertas. La industria funciona a partir de los ingresos que genera la publicidad. Esto sucedió siempre. El rating es quien finalmente tiene la última palabra. Sería infantil pedirle a una compañía de TV privada que sostenga en el aire un ciclo con medición paupérrima que no le genera los recursos económicos suficientes para sostenerse en pantalla. Sin embargo, no hace demasiado tiempo atrás existía un mayor respeto por los productos televisivos, las celebridades y el público. En definitiva, los grandes protagonistas de la televisión".
ENOS DE UN MES
Siempre que se habla de los "fracasos fugaces de la TV", se suele citar un ejemplo emblemático que anticipó una época de muy poca tolerancia a los "debuts" desafortunados. Se trató de "BTV", un magazine vespertino que Fernando Bravo condujo en Canal 13 y que no llegó a cumplir un mes de vida. Y eso que se trataba de Fernando Bravo, un profesional de trayectoria indiscutible el que estaba al frente del mismo.
El rating, amo y señor a la hora de decidir sobre el destino de los ciclos y, en consecuencia, de la cantidad de profesionales que trabajan en ellos, no deja de ser objeto de críticas y dudas. "Creo que las planillas de rating se leen mal -opina Bazán-. En general se lee el total de hogares para todos los programas y hay programas que tienen un público más específico, que por ahí es al target publicitario al que está dirigido, y no les conviene o no les interesaría tener la mayor cantidad de audiencia".
Pero el rating no es nada si no va acompañado de auspiciantes, dupla que se supone inseparable y directamente proporcional, pero que no lo es tanto. "El éxito tampoco te asegura la continuidad -señala Luis Ventura, periodista y panelista de 'Intrusos'-. Una prueba de ello fue 'Zap', que fue levantado cuando estaban en la cresta de la ola. Y ahí funciona una ecuación que conjuga el rating del producto, los auspiciantes y las sanciones. Hay que hacer una estadística de qué te deja de bueno el producto en el aire, porque 'Disputas' a lo mejor consigue rating, que es lo que todo el mundo está buscando, pero ¿a qué precio?, a un precio de sanciones y de no tener auspiciantes. Los auspiciantes no sé si van a estar tan contentos de auspiciar en 'Disputas' por la temática del ciclo, los prejuicios, etc. Entonces, ¿dónde está la ganancia?".
En la última década las productoras independientes coparon las pantallas de los canales con ciclos propios que, al ser hechos por otros desde afuera, parecen favorecer las prontas decisiones tomadas a secas y sin anestesia por parte de los canales, no tan comprometidos con el producto. Si un ciclo debuta con bajo rating es probable que el canal intente modificarle algunas cosas para salvarlo, pero si no se observa una mejora inmediata, deberá bajarse del ring con pena y sin gloria. "Esto tiene que ver con el factor social que vive el país. Hoy, los trabajadores dejaron de tener carácter de dependencia con las empresas -analiza Ventura-, y eso le deja al empleador la posibilidad de decir 'a fin de mes, termina'. En la televisión es lo mismo: a fin de mes terminás y terminás".
Además, hoy por hoy, los contratos que las emisoras firman con las productoras independientes suelen fijar una cifra estimativa de rating que el programa deberá alcanzar. Si no, chau, y hasta la próxima. "La televisión cambió -explica Ventura-. Antes, los productos que salían en la programación eran pensados por el canal, armados por el canal, y con gente del canal. Hoy esto se hace a medias: el canal produce una parte y las productoras independientes producen otra parte. Y generalmente, cuando viene un producto de una productora independiente, el personal del canal no lo mira con buenos ojos en el sentido de que es un algo que traen de afuera, entonces quién no te dice que ese producto puede llegar a tener un porcentaje de sabotaje. Si uno repasa las programaciones de los canales verá que la mayoría de los programas que fueron levantados son de productoras independientes y no genuinos del canal".
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