Viaje ruidoso con una copa en el avión
| 4 de Julio de 2003 | 00:00

La fiesta de los jugadores de Boca no terminó en el por entonces silencioso Morumbí, porque el avión que trajo al equipo desde San Pablo a Buenos Aires fue un verdadero carnaval, donde nadie se animó a pegar un ojo y los actores centrales, como no podía ser de otra manera, fueron los campeones de América.
"A la Argentina, a la Argentina, vamo a traer la Copa que perdieron las gallinas...", el grito de guerra, casi de desahogo referido al rival de toda la vida fue la cortina musical del show que animó Cacho Laudoño, el mismo que anuncia a banderazo limpio la llegada del equipo cada vez que sale a la Bombonera, a 10.000 metros de altura.
Laudoño se hizo cargo del pasillo y comenzó a anunciar a cada jugador quién debía desfilar por el pasillo en medio de gritos de cualquier tipo, cargadas y manotazos que iban y venían.
Los que más se prendieron fueron Abbondanzieri, el Flaco Schiavi y Carlitos Tévez, que no paró de reírse en las dos hora y un poquito que duró el viaje. La fiesta fue sólo de los jugadores ya que ninguno de los dirigentes que acompañó la delegación se animó a meterse y sólo José Cirilo fue "obligado" a desfilar, ya que es quien más cerca está del plantel.
Delante de ellos, Carlos Bianchi con una sonrisa que lo acompañó durante todo el viaje se animaba a mirar de reojo lo que sucedía detrás, sin meterse, respetando el momento de diversión que tenían los jugadores.
Alguien se encargó de que los jugadores y todo el pasaje del vuelo tuvieran el cotillón necesario para festejar, por eso no faltó nada, hubo trompetas, serpentina, papel picado, matracas, y mucho ruido, mucho ruido puesto por los jugadores, salvo el Pipa Estévez y Villarreal, a quienes sus compañeros hicieron lo imposible para sumarlos al gran festejo.
No hubo descanso ni cuando se anunció que el vuelo estaba por arribar a Ezeiza, allí arreció, "y ya lo ve, y ya lo ve, es para River que lo mira por TV...".
La calma renació cuando al Negro Ibarra agarró la Copa y enfiló hacia la escalera para llegar a la pista, mientras los empleados del aeropuerto los recibían con aplausos, atrás del Negro, Abbondanzieri, Schiavi y Tévez no podían parar de decirles algo a algunos de sus compañeros. Habían pasado siete horas, Boca estaba de nuevo en Argentina, con otra Copa debajo del brazo.
"A la Argentina, a la Argentina, vamo a traer la Copa que perdieron las gallinas...", el grito de guerra, casi de desahogo referido al rival de toda la vida fue la cortina musical del show que animó Cacho Laudoño, el mismo que anuncia a banderazo limpio la llegada del equipo cada vez que sale a la Bombonera, a 10.000 metros de altura.
Laudoño se hizo cargo del pasillo y comenzó a anunciar a cada jugador quién debía desfilar por el pasillo en medio de gritos de cualquier tipo, cargadas y manotazos que iban y venían.
Los que más se prendieron fueron Abbondanzieri, el Flaco Schiavi y Carlitos Tévez, que no paró de reírse en las dos hora y un poquito que duró el viaje. La fiesta fue sólo de los jugadores ya que ninguno de los dirigentes que acompañó la delegación se animó a meterse y sólo José Cirilo fue "obligado" a desfilar, ya que es quien más cerca está del plantel.
Delante de ellos, Carlos Bianchi con una sonrisa que lo acompañó durante todo el viaje se animaba a mirar de reojo lo que sucedía detrás, sin meterse, respetando el momento de diversión que tenían los jugadores.
Alguien se encargó de que los jugadores y todo el pasaje del vuelo tuvieran el cotillón necesario para festejar, por eso no faltó nada, hubo trompetas, serpentina, papel picado, matracas, y mucho ruido, mucho ruido puesto por los jugadores, salvo el Pipa Estévez y Villarreal, a quienes sus compañeros hicieron lo imposible para sumarlos al gran festejo.
No hubo descanso ni cuando se anunció que el vuelo estaba por arribar a Ezeiza, allí arreció, "y ya lo ve, y ya lo ve, es para River que lo mira por TV...".
La calma renació cuando al Negro Ibarra agarró la Copa y enfiló hacia la escalera para llegar a la pista, mientras los empleados del aeropuerto los recibían con aplausos, atrás del Negro, Abbondanzieri, Schiavi y Tévez no podían parar de decirles algo a algunos de sus compañeros. Habían pasado siete horas, Boca estaba de nuevo en Argentina, con otra Copa debajo del brazo.
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