Una inmigración, muchas costumbres

El cambio que provocó la inmigración italiana en la vida cotidiana argentina es tan grande como inabarcable. Las pastas y la pizza, las reuniones familiares de los domingos, los gestos al hablar, la vestimenta, los modos de relacionarse con el otro, el estilo de vida y hasta la manera de trabajar.

Las costumbres italianas en la Argentina funcionaron, en un comienzo, como el marco cultural que suavizó el dolor del desarraigo, creando las condiciones de "Italia en el Plata". Con los años, los hijos de aquellos inmigrantes italianos desarrollaron su propia cultura, reaccionando muchas veces contra las normas de los padres pero portando inconscientemente las marcas del proceso inmigratorio. Esas señas perduran, y son de alguna manera el andamiaje actual de nuestra vida cotidiana.

Cuando los italianos llegaron al país, trajeron consigo todo su bagaje cultural, todas sus costumbres y sus oficios, y al pisar suelo argentino transformaron sutilmente el estilo de vida de sus habitantes. Las dos terceras partes de los italianos que llegaron habían trabajado en Europa en tareas rurales, pero al llegar aquí una apreciable mayoría se dedicó especialmente a la industria y al comercio.

No hubo ramo comercial en el que no se advirtiera la presencia italiana: casas de música, bazares que exhibían finos objetos de importación, elegantes sastrerías para hombres, zapaterías, inmensas tiendas, relojerías, fondas, cantinas y boliches. Y además, muchos vendedores ambulantes de pescados y frutas, de diarios, de golosinas o hasta de pájaros.

Los italianos incorporaron a la vida diaria argentina su gesticulación. Muchos gestos, exactamente codificados, redondeaban el sentido, completaban una frase o sugerían un matiz de significación. Se fruncía el mentón para indicar desconocimiento o para sugerir duda; se cerraban lentamente los ojos para certificar un estado de cosas; o se elevaban el índice y el meñique en señal de cuernos para identificar al varón engañado.

Pero hay más: a pesar del dominio parisino en la moda femenina mundial, la mujer argentina se viste como la italiana. Frente a la austeridad unisex de las nórdicas, frente a la heterogeneidad de las norteamericanas o la elegancia distante de las francesas, las italianas elegían cuidadosamente sus vestidos, acentuaban sus figuras y se prestaban entusiastas al juego de la seducción.

Las mujeres italianas han mantenido siempre, incluso en los casos de mayor estrechez económica, un gran cuidado hacia la vestimenta y un estilo muy personal. Las mujeres argentinas, en cierto modo, lo heredaron. Tanto para la italiana como para la argentina la ropa es un signo de distinción.

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