Cómo hacen los clubes de barrio para sobrevivir
Han sumado actividades culturales y deportivas para atraer socios y poder crecer
| 8 de Mayo de 2005 | 00:00

Abrir y ceder en concesión un restaurante; multiplicar las disciplinas deportivas; incorporar centros de tercera edad; abrir las puertas a la enseñanza de oficios orientados a una salida laboral en el corto plazo; ofrecer promociones en la entrega de libros; adecuar las instalaciones para albergar eventos convocantes. Para los clubes de barrio platenses, todas las estrategias valen cuando se trata de hacer frente a los tiempos de crisis. Hoy, después de años poco menos que catastróficos para sus finanzas, muchas de las entidades pueden exhibir señales de recuperación; al menos, de cierta tranquilidad.
Para capear el temporal de inicios de la década, los clubes de barrio se vieron obligados a aguzar el ingenio. Hubo que frenar la caída en el número de socios al día con sus cuotas, y encontrar la forma de generar ingresos más allá de ese aporte mensual. Así surgieron muchas de las ideas que con el tiempo se probaron efectivas. Roberto Cadelli, presidente de Capital Chica -66 entre 156 y 157-, recuerda que "en el peor momento de la crisis, el aporte de los socios más caracterizados fue fundamental para sacar el club adelante. Ahora podemos decir que durante los últimos dos años, el número de asociados creció de 250 a alrededor de mil".
"Se hicieron muchas cosas" explica Cadelli, "en el marco de una política que apuntó convocar a la comunidad desde varios frentes. Se fundó una biblioteca con 3 mil libros y una estrecha vinculación con las EGB de la zona; se intensificaron las actividades deportivas -fútbol infantil, patín, vóley, básquet, handball entre otras-; y los cursos -de computación, herrería artística, electricidad y manualidades de todo tipo- tienen una respuesta que casi nos desborda, que se explica en la demanda de oficios y la posibilidad de encontrar trabajo rápidamente".
Claro que no todas son rosas. "Ahora el desafío es mantener un club muy activo" señala el dirigente: "si bien estamos exentos de impuesto municipales y provinciales, después de Cromañón los clubes fuimos tratados al igual que los boliches multitudinarios y manejados por empresas con fines de lucro. Las exigencias en materia de seguridad obligaron a suspender actividades, aunque en nuestro caso tenemos seis salidas de emergencia, y es mucho más probable que pase algo en una oficina pública que aquí".
Desde Universal -25 entre 57 y 58- Oscar Attili coincide con su colega de Capital Chica en más de un aspecto. "Afortunadamente, muchos socios pusieron el hombro cuando estábamos al borde del colapso, y pudimos salir a flote, moratorias mediante. Eso lo acompañamos con una decisión firme de contener a los 700 chicos que practican deportes acá; se incorporó un grupo de tercera edad que realiza sus eventos y paga una cuota especial, mínima; y se promovió el gimnasio de destreza que se hizo en el lugar de la ex-cancha de bochas. Hoy por hoy, todo se solventa con esfuerzo y las cuotas de seis pesos que pagan los casi 900 socios que tiene Universal".
Attili lamentó que "después de lo que pasó en Cromañón, los clubes de barrio quedamos casi imposibilitados de alquilar las instalaciones para organizar bailes o recitales, tradicionalmente una de las cosas más convocantes para la gente. Por ejemplo, nosotros estamos habilitados por Bomberos, pero la Comuna fijó un máximo de capacidad de 450 personas, lejos de lo que era habitual". El directivo destacó que "si bien a muchos les sirve, estoy en contra de que el club se convierta en 'restaurant y algo más', porque modifica el perfil social y deportivo que creemos en la comisión directiva que debe tener".
Muy diferente es el caso del club tolosano Unión y Fuerza -531 entre 1 y 2-. Allí, la creación de un restaurante fue clave para la reapertura de una entidad que estaba "prácticamente en vías de desaparición". Así lo recuerda su actual presidente, Raúl Viera: "cuando nos hicimos cargo del club, en 2000, estaba cerrado y con intimación de Personas Jurídicas. Tuvimos que hacer nuestro aporte, buscamos inversionistas para acondicionar el salón comedor, y lo dimos en concesión. Del canon mensual, una parte se destina a devolverle a los inversores, y el resto a apuntalar el funcionamiento del club. Y cabe destacar que las instalaciones del restaurant quedan para el club".
Viera afirma que "gracias a ese puntapié inicial, ahora tenemos teatro comunitario, grupo de danzas y folklore árabe, talleres de yoga, cursos de oficios, actividades deportivas como la escuela de vóley, y un taller muy convocante de cine, en el que ya hay un programa de estudio. Se está filmando un documental sobre Tolosa, y hay proyecciones gratuitas de películas. La idea es mirar hacia afuera, y abrirse a la comunidad".
En ese sentido, la tradicional biblioteca Euforión -diagonal 79 entre 62 y 63- se hace fuerte. Con 40 mil ejemplares, hace hincapié en el vínculo con chicos en edad escolar y sus familias. "Acá se permite sacar más libros al mismo tiempo, devolverlos en forma no inmediata -se los puede tener hasta que el alumno concluya el ciclo lectivo-, e incluso existe un sistema de becas" enumera Claudio Marquihossi, secretario de la entidad.
Euforión también aloja actividades deportivas -patín, gimnasia, tae-kwon-do-, y cursos -yoga, ajedrez, entre otros-; ofrece la categoría "socio de actividades" para quienes no elijan abonar cuota plena, lo que no significa que se queden sin libros. "Les ofrecemos un libro sin cargo" precisa Marquihossi: "obviamente, es un extra que ningún gimnasio, por ejemplo, lo puede dar". El directivo señala como otra de las "estrategias de seducción" que "aquí funciona el primer jardín de infantes no estatal que se fundó en la ciudad; si bien por ahora no hay EGB, ofrecemos la posibilidad de que los chicos articulen directamente con la escuela primaria, a través de convenios con establecimientos educativos, y sin que los padres se tengan que desesperar, como suele ocurrir a la hora de buscar banco para el alumno que inicia la EGB".
Las historias de las entidades que por estos días siguen el lema "renovarse es vivir" no se agotan con los ejemplos citados: Atenas remodeló y amplió su gimnasio de 13 entre 58 y 59 para adecuarlo a grandes eventos; la Asociación Brandsen relanzó su restaurante en la sede de 60 entre 23 y 24; el tolosano Sud América sumó pizzería artesanal; Everton, el decano platense del parque Saavedra, acaba de hacer realidad el sueño del campo de deportes propio en barrio Aeropuerto; Argentino Juvenil, de City Bell, recuperó el chalet histórico de Cantilo y 19 y proyecta crear un restaurante. Los clubes de barrio no se rinden. Como lo resume desde Capital Chica Roberto Cadelli: "el club da una contención y un sentido de pertenencia a la comunidad que en ocasiones reemplaza a los mecanismos del Estado. Saca a los chicos de la calle, convoca a la familia, educa en el deporte. Y en ese sentido, es único; esencial".
Para capear el temporal de inicios de la década, los clubes de barrio se vieron obligados a aguzar el ingenio. Hubo que frenar la caída en el número de socios al día con sus cuotas, y encontrar la forma de generar ingresos más allá de ese aporte mensual. Así surgieron muchas de las ideas que con el tiempo se probaron efectivas. Roberto Cadelli, presidente de Capital Chica -66 entre 156 y 157-, recuerda que "en el peor momento de la crisis, el aporte de los socios más caracterizados fue fundamental para sacar el club adelante. Ahora podemos decir que durante los últimos dos años, el número de asociados creció de 250 a alrededor de mil".
"Se hicieron muchas cosas" explica Cadelli, "en el marco de una política que apuntó convocar a la comunidad desde varios frentes. Se fundó una biblioteca con 3 mil libros y una estrecha vinculación con las EGB de la zona; se intensificaron las actividades deportivas -fútbol infantil, patín, vóley, básquet, handball entre otras-; y los cursos -de computación, herrería artística, electricidad y manualidades de todo tipo- tienen una respuesta que casi nos desborda, que se explica en la demanda de oficios y la posibilidad de encontrar trabajo rápidamente".
Claro que no todas son rosas. "Ahora el desafío es mantener un club muy activo" señala el dirigente: "si bien estamos exentos de impuesto municipales y provinciales, después de Cromañón los clubes fuimos tratados al igual que los boliches multitudinarios y manejados por empresas con fines de lucro. Las exigencias en materia de seguridad obligaron a suspender actividades, aunque en nuestro caso tenemos seis salidas de emergencia, y es mucho más probable que pase algo en una oficina pública que aquí".
Desde Universal -25 entre 57 y 58- Oscar Attili coincide con su colega de Capital Chica en más de un aspecto. "Afortunadamente, muchos socios pusieron el hombro cuando estábamos al borde del colapso, y pudimos salir a flote, moratorias mediante. Eso lo acompañamos con una decisión firme de contener a los 700 chicos que practican deportes acá; se incorporó un grupo de tercera edad que realiza sus eventos y paga una cuota especial, mínima; y se promovió el gimnasio de destreza que se hizo en el lugar de la ex-cancha de bochas. Hoy por hoy, todo se solventa con esfuerzo y las cuotas de seis pesos que pagan los casi 900 socios que tiene Universal".
Attili lamentó que "después de lo que pasó en Cromañón, los clubes de barrio quedamos casi imposibilitados de alquilar las instalaciones para organizar bailes o recitales, tradicionalmente una de las cosas más convocantes para la gente. Por ejemplo, nosotros estamos habilitados por Bomberos, pero la Comuna fijó un máximo de capacidad de 450 personas, lejos de lo que era habitual". El directivo destacó que "si bien a muchos les sirve, estoy en contra de que el club se convierta en 'restaurant y algo más', porque modifica el perfil social y deportivo que creemos en la comisión directiva que debe tener".
Muy diferente es el caso del club tolosano Unión y Fuerza -531 entre 1 y 2-. Allí, la creación de un restaurante fue clave para la reapertura de una entidad que estaba "prácticamente en vías de desaparición". Así lo recuerda su actual presidente, Raúl Viera: "cuando nos hicimos cargo del club, en 2000, estaba cerrado y con intimación de Personas Jurídicas. Tuvimos que hacer nuestro aporte, buscamos inversionistas para acondicionar el salón comedor, y lo dimos en concesión. Del canon mensual, una parte se destina a devolverle a los inversores, y el resto a apuntalar el funcionamiento del club. Y cabe destacar que las instalaciones del restaurant quedan para el club".
Viera afirma que "gracias a ese puntapié inicial, ahora tenemos teatro comunitario, grupo de danzas y folklore árabe, talleres de yoga, cursos de oficios, actividades deportivas como la escuela de vóley, y un taller muy convocante de cine, en el que ya hay un programa de estudio. Se está filmando un documental sobre Tolosa, y hay proyecciones gratuitas de películas. La idea es mirar hacia afuera, y abrirse a la comunidad".
En ese sentido, la tradicional biblioteca Euforión -diagonal 79 entre 62 y 63- se hace fuerte. Con 40 mil ejemplares, hace hincapié en el vínculo con chicos en edad escolar y sus familias. "Acá se permite sacar más libros al mismo tiempo, devolverlos en forma no inmediata -se los puede tener hasta que el alumno concluya el ciclo lectivo-, e incluso existe un sistema de becas" enumera Claudio Marquihossi, secretario de la entidad.
Euforión también aloja actividades deportivas -patín, gimnasia, tae-kwon-do-, y cursos -yoga, ajedrez, entre otros-; ofrece la categoría "socio de actividades" para quienes no elijan abonar cuota plena, lo que no significa que se queden sin libros. "Les ofrecemos un libro sin cargo" precisa Marquihossi: "obviamente, es un extra que ningún gimnasio, por ejemplo, lo puede dar". El directivo señala como otra de las "estrategias de seducción" que "aquí funciona el primer jardín de infantes no estatal que se fundó en la ciudad; si bien por ahora no hay EGB, ofrecemos la posibilidad de que los chicos articulen directamente con la escuela primaria, a través de convenios con establecimientos educativos, y sin que los padres se tengan que desesperar, como suele ocurrir a la hora de buscar banco para el alumno que inicia la EGB".
Las historias de las entidades que por estos días siguen el lema "renovarse es vivir" no se agotan con los ejemplos citados: Atenas remodeló y amplió su gimnasio de 13 entre 58 y 59 para adecuarlo a grandes eventos; la Asociación Brandsen relanzó su restaurante en la sede de 60 entre 23 y 24; el tolosano Sud América sumó pizzería artesanal; Everton, el decano platense del parque Saavedra, acaba de hacer realidad el sueño del campo de deportes propio en barrio Aeropuerto; Argentino Juvenil, de City Bell, recuperó el chalet histórico de Cantilo y 19 y proyecta crear un restaurante. Los clubes de barrio no se rinden. Como lo resume desde Capital Chica Roberto Cadelli: "el club da una contención y un sentido de pertenencia a la comunidad que en ocasiones reemplaza a los mecanismos del Estado. Saca a los chicos de la calle, convoca a la familia, educa en el deporte. Y en ese sentido, es único; esencial".
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