"El país vivió, en 1955, uno de los inviernos más tensos de su historia"
| 16 de Junio de 2005 | 00:00

En Historia de la Argentina, en el volumen dedicado a "Los motivos de la oposición", el historiador Félix Luna explica en su introducción que "la oposición al régimen peronista mantenía intacto su tradicional encono. Sin embargo, con Evita había desaparecido el elemento más urticante del gobierno. Esto significó una especie de tregua entre los enemigos que duró de 1952 a 1954. El sorpresivo enfrentamiento de Perón con la Iglesia Católica fue el detonante que hizo estallar los odios agazapados".
Prosigue señalando que "a partir de la trágica jornada del 16 de junio -inocentes muertos en Plaza de Mayo, templos incendiados- y hasta el violento discurso de Perón del 31 de agosto, el país vivió, en 1955, uno de los inviernos más tensos de su historia, en el que nadie pudo dejar de presentir que la suerte del justicialismo se había vuelto en su contra".
Y comienza el capítulo asegurando que "el 16 de junio de 1955 fue una jornada que nadie que la haya vivido podrá olvidar. Al mediodía, un bombardeo indiscriminado sobre la Casa Rosada que provocó centenares de víctimas; a la noche, el incendio de las iglesias. Ese fue, en síntesis, el saldo de ese día, expresión de la inmensa carga de violencia que se agazapaba en el corazón de muchos argentinos, peronistas y opositores, en ese tenso invierno de 1955".
Más adelante, narra que "apenas tuvo la seguridad del triunfo, Perón habló por radio desde el sótano del Ministerio de Ejército. Afirmó que todo había terminado, alabó al Ejército por su conducta y dijo que la Marina era 'la culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos'. Pidió que nadie intentara hacer justicia por sus propias manos. 'Hemos dado una lección a la canalla que se levantó, y a la que impulsó a que se levantara'. Y una y otra vez se preocupó por rendir homenaje al Ejército".
El capítulo siguiente describe el otro rostro: la quema y saqueo de los templos. "Y así fue como la barbarie de la masacre del mediodía resultó, en buena medida, neutralizada con la locura de los incendios de la noche, de modo que la ciudadanía quedó más impresionada viendo los muñones ennegrecidos de los templos, que sabiendo las víctimas que había costado el ataque aéreo".
Prosigue señalando que "a partir de la trágica jornada del 16 de junio -inocentes muertos en Plaza de Mayo, templos incendiados- y hasta el violento discurso de Perón del 31 de agosto, el país vivió, en 1955, uno de los inviernos más tensos de su historia, en el que nadie pudo dejar de presentir que la suerte del justicialismo se había vuelto en su contra".
Y comienza el capítulo asegurando que "el 16 de junio de 1955 fue una jornada que nadie que la haya vivido podrá olvidar. Al mediodía, un bombardeo indiscriminado sobre la Casa Rosada que provocó centenares de víctimas; a la noche, el incendio de las iglesias. Ese fue, en síntesis, el saldo de ese día, expresión de la inmensa carga de violencia que se agazapaba en el corazón de muchos argentinos, peronistas y opositores, en ese tenso invierno de 1955".
Más adelante, narra que "apenas tuvo la seguridad del triunfo, Perón habló por radio desde el sótano del Ministerio de Ejército. Afirmó que todo había terminado, alabó al Ejército por su conducta y dijo que la Marina era 'la culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos'. Pidió que nadie intentara hacer justicia por sus propias manos. 'Hemos dado una lección a la canalla que se levantó, y a la que impulsó a que se levantara'. Y una y otra vez se preocupó por rendir homenaje al Ejército".
El capítulo siguiente describe el otro rostro: la quema y saqueo de los templos. "Y así fue como la barbarie de la masacre del mediodía resultó, en buena medida, neutralizada con la locura de los incendios de la noche, de modo que la ciudadanía quedó más impresionada viendo los muñones ennegrecidos de los templos, que sabiendo las víctimas que había costado el ataque aéreo".
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