Edgardo Aníbal Piscitelli
| 2 de Junio de 2005 | 00:00

En la plenitud de su vida falleció Edgardo Aníbal Piscitelli,
lo que hace mucho más dolorosa su partida, porque trunca proyectos
y esperanzas. Dueño de una personalidad inquieta y emprendedora,
fue un trabajador incansable, lo que no le restó tiempo para dedicarse
a su familia, sus amigos y el deporte. Con la vitalidad que lo distinguía
supo generar afectos mediante una capacidad de conexión con todos,
brindándose siempre para transmitir seguridad a los demás mediante
una sonrisa y el humor hasta en los momentos más difíciles. Sensible
detrás de su figura enorme, su rostro luminoso lo mostraba siempre
cálido y expresivo, modesto y perceptible. A la vez, era un hombre
de cultura con las curiosidades e inquietudes propias de quien sabe
dar sentido a la vida.
Siguiendo la tradición familiar, continuó la empresa iniciada por su padre en el rubro de cerrajería, resolviendo necesidades y urgencias con gran capacidad de entrega. Pionero de las nuevas tecnologías de cerrajería electrónica en la ciudad, expandió sus actividades a la costa atlántica.
En el campo deportivo en el que cosechó tantos amigos y al que supo guiar también a sus tres hijos, tuvo una importante e intensa actuación. Se había iniciado a los 14 años en los planteles de rugby de Universitario, donde jugó hasta los 23, para pasar después a Los Tilos, donde jugó en intermedia y en el plantel superior, generando afectos en ambas instituciones. Luego de los 35 años pasó a jugar para los veteranos de PLAGA y Universitario, participando también en partidos con amigos de otros clubes. Fue asimismo, entrenador de rubgy infantil en Los Tilos, siempre con empuje y pasión que caracterizaron su vida.
Un denominador común que signó toda su existencia fue la cuota humana que supo imprimir a todos sus afectos, ya sea en el trabajo como en la familia, los amigos y el deporte. Estaba casado con la profesora Gilda Mónica Goren con quien tenía tres hijos adolescentes, hasta quienes han llegado múltiples sentimientos de afecto ante esta tremenda circunstancia. En el cementerio despidieron sus restos Aníbal Rodríguez Festa por los amigos y Gastón Touculet por Los Tilos.
Siguiendo la tradición familiar, continuó la empresa iniciada por su padre en el rubro de cerrajería, resolviendo necesidades y urgencias con gran capacidad de entrega. Pionero de las nuevas tecnologías de cerrajería electrónica en la ciudad, expandió sus actividades a la costa atlántica.
En el campo deportivo en el que cosechó tantos amigos y al que supo guiar también a sus tres hijos, tuvo una importante e intensa actuación. Se había iniciado a los 14 años en los planteles de rugby de Universitario, donde jugó hasta los 23, para pasar después a Los Tilos, donde jugó en intermedia y en el plantel superior, generando afectos en ambas instituciones. Luego de los 35 años pasó a jugar para los veteranos de PLAGA y Universitario, participando también en partidos con amigos de otros clubes. Fue asimismo, entrenador de rubgy infantil en Los Tilos, siempre con empuje y pasión que caracterizaron su vida.
Un denominador común que signó toda su existencia fue la cuota humana que supo imprimir a todos sus afectos, ya sea en el trabajo como en la familia, los amigos y el deporte. Estaba casado con la profesora Gilda Mónica Goren con quien tenía tres hijos adolescentes, hasta quienes han llegado múltiples sentimientos de afecto ante esta tremenda circunstancia. En el cementerio despidieron sus restos Aníbal Rodríguez Festa por los amigos y Gastón Touculet por Los Tilos.
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