Murió el pintor Manuel Espinosa
El pintor Manuel Espinosa falleció en la madrugada del martes, luego de una larga enfermedad que lo alejó del circuito del arte, informaron ayer allegados a su familia. Espinosa fue un pionero de la vanguardia del arte concreto que en la década del 40 marcó perdurablemente la creación de los artistas del Río de la Plata. Su última muestra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2003) refrendó la lozanía intacta de su talento y la consecuencia intelectual y ética que definió toda su trayectoria de hombre y artista. Espinosa afrontó con su proverbial estoicismo las últimas etapas de la enfermedad que lo recluyó en su domicilio de Barrio Norte y la posterior internación en el Hospital Alemán. Sus colegas y amigos se turnaban para leerle y compartir con él sus apreciadas versiones de las Gimnopedies, esas variaciones sutiles de Eric Satie que inspiraron a Espinosa rutilantes equivalentes plásticos. Manuel Espinosa (Buenos Aires, 1912) hizo sus propias normas y se atuvo a ellas con acendrado tesón y ética ejemplar. No escogió el camino fácil cuando en 1945 participó de la primera muestra de la Asociación Arte Concreto Invención (AACI) y de la abundante declaración de principios a través de manifiestos y textos teóricos. Fueron de la partida Tomás Maldonado, Lidy Prati, Antonio Caraduje, Ennio Iommi,los hermanos Lozza y Alfredo Hlito. La asociación se proponía como una utopía dispuesta a derribar los arietes consuetudinarios de la burguesía oficial. Excedía los marcos usuales que confinaban al arte al sector marginal de consumo de elites ilustradas y privilegiadas. El grupo abominaba también de las supuestas apetencias figurativas y de denuncia que los artistas enroladas en la crítica social asignaban al público mayoritario. Espinosa rechazaba este reduccionismo y fue implacable en la autoexigencia a la que ajustó su obra. Refiriéndose a la obra de los artistas concretos Espinosa se autodefinió: "Hay aquí la acción de la inteligencia. No se trata de un juego frío, ajeno a la sensibilidad cotidiana". Detrás de ese esfuerzo, de esa "conciencia vigilante" alentaba la voluntad transformadora del hombre. La obra de arte debía ser una "emoción contenida" y por tanto "más eficiente". Como muchos de sus compañeros de grupo Espinosa adhirió al Partido Comunista, pero una serie de frustraciones lo llevaron a desafiliarse. Siguieron luego viajes por Europa donde frecuentó a Max Hill, Richard Lhose, Georges Vantorgeloo, Verena Loewensberg, Piero Dorazio. A su regreso a Buenos Aires (1967) incursionó en el diseño industrial, actividad paralela a su investigación de las variantes ópticas del color y la forma. Estas obras merecieron la estima de la crítica francesa al punto que se estimó que no se podía llegar más lejos en la "alianza el espíritu de geometría y del espíritu de sutileza". A estas normas atuvo toda su producción. A la manera de los maestros del barroco alemán o de los músicos de jazz Espinosa hacía variaciones armónicas sobre un leif-motif. Actuaba como un investigador poseído por el espíritu de geometría y la sutileza. Cada muestra realizada en el país o en el extranjero dio cuenta de las etapas de una aventura intelectual y sensible sin reaseguros ni renuncios. De esta talla fue el hombre y el artista cuya pérdida lamentamos hoy.
| 26 de Enero de 2006 | 00:00

El pintor Manuel Espinosa falleció en la madrugada del martes, luego de una larga enfermedad que lo alejó del circuito del arte, informaron ayer allegados a su familia.
Espinosa fue un pionero de la vanguardia del arte concreto que en la década del 40 marcó perdurablemente la creación de los artistas del Río de la Plata.
Su última muestra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2003) refrendó la lozanía intacta de su talento y la consecuencia intelectual y ética que definió toda su trayectoria de hombre y artista.
Espinosa afrontó con su proverbial estoicismo las últimas etapas de la enfermedad que lo recluyó en su domicilio de Barrio Norte y la posterior internación en el Hospital Alemán.
Sus colegas y amigos se turnaban para leerle y compartir con él sus apreciadas versiones de las Gimnopedies, esas variaciones sutiles de Eric Satie que inspiraron a Espinosa rutilantes equivalentes plásticos.
Manuel Espinosa (Buenos Aires, 1912) hizo sus propias normas y se atuvo a ellas con acendrado tesón y ética ejemplar. No escogió el camino fácil cuando en 1945 participó de la primera muestra de la Asociación Arte Concreto Invención (AACI) y de la abundante declaración de principios a través de manifiestos y textos teóricos.
Fueron de la partida Tomás Maldonado, Lidy Prati, Antonio Caraduje, Ennio Iommi,los hermanos Lozza y Alfredo Hlito. La asociación se proponía como una utopía dispuesta a derribar los arietes consuetudinarios de la burguesía oficial. Excedía los marcos usuales que confinaban al arte al sector marginal de consumo de elites ilustradas y privilegiadas.
El grupo abominaba también de las supuestas apetencias figurativas y de denuncia que los artistas enroladas en la crítica social asignaban al público mayoritario. Espinosa rechazaba este reduccionismo y fue implacable en la autoexigencia a la que ajustó su obra.
Refiriéndose a la obra de los artistas concretos Espinosa se autodefinió: "Hay aquí la acción de la inteligencia. No se trata de un juego frío, ajeno a la sensibilidad cotidiana".
Detrás de ese esfuerzo, de esa "conciencia vigilante" alentaba la voluntad transformadora del hombre. La obra de arte debía ser una "emoción contenida" y por tanto "más eficiente".
Como muchos de sus compañeros de grupo Espinosa adhirió al Partido Comunista, pero una serie de frustraciones lo llevaron a desafiliarse. Siguieron luego viajes por Europa donde frecuentó a Max Hill, Richard Lhose, Georges Vantorgeloo, Verena Loewensberg, Piero Dorazio. A su regreso a Buenos Aires (1967) incursionó en el diseño industrial, actividad paralela a su investigación de las variantes ópticas del color y la forma.
Estas obras merecieron la estima de la crítica francesa al punto que se estimó que no se podía llegar más lejos en la "alianza el espíritu de geometría y del espíritu de sutileza".
A estas normas atuvo toda su producción. A la manera de los maestros del barroco alemán o de los músicos de jazz Espinosa hacía variaciones armónicas sobre un leif-motif. Actuaba como un investigador poseído por el espíritu de geometría y la sutileza.
Cada muestra realizada en el país o en el extranjero dio cuenta de las etapas de una aventura intelectual y sensible sin reaseguros ni renuncios. De esta talla fue el hombre y el artista cuya pérdida lamentamos hoy.
Espinosa fue un pionero de la vanguardia del arte concreto que en la década del 40 marcó perdurablemente la creación de los artistas del Río de la Plata.
Su última muestra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (2003) refrendó la lozanía intacta de su talento y la consecuencia intelectual y ética que definió toda su trayectoria de hombre y artista.
Espinosa afrontó con su proverbial estoicismo las últimas etapas de la enfermedad que lo recluyó en su domicilio de Barrio Norte y la posterior internación en el Hospital Alemán.
Sus colegas y amigos se turnaban para leerle y compartir con él sus apreciadas versiones de las Gimnopedies, esas variaciones sutiles de Eric Satie que inspiraron a Espinosa rutilantes equivalentes plásticos.
Manuel Espinosa (Buenos Aires, 1912) hizo sus propias normas y se atuvo a ellas con acendrado tesón y ética ejemplar. No escogió el camino fácil cuando en 1945 participó de la primera muestra de la Asociación Arte Concreto Invención (AACI) y de la abundante declaración de principios a través de manifiestos y textos teóricos.
Fueron de la partida Tomás Maldonado, Lidy Prati, Antonio Caraduje, Ennio Iommi,los hermanos Lozza y Alfredo Hlito. La asociación se proponía como una utopía dispuesta a derribar los arietes consuetudinarios de la burguesía oficial. Excedía los marcos usuales que confinaban al arte al sector marginal de consumo de elites ilustradas y privilegiadas.
El grupo abominaba también de las supuestas apetencias figurativas y de denuncia que los artistas enroladas en la crítica social asignaban al público mayoritario. Espinosa rechazaba este reduccionismo y fue implacable en la autoexigencia a la que ajustó su obra.
Refiriéndose a la obra de los artistas concretos Espinosa se autodefinió: "Hay aquí la acción de la inteligencia. No se trata de un juego frío, ajeno a la sensibilidad cotidiana".
Detrás de ese esfuerzo, de esa "conciencia vigilante" alentaba la voluntad transformadora del hombre. La obra de arte debía ser una "emoción contenida" y por tanto "más eficiente".
Como muchos de sus compañeros de grupo Espinosa adhirió al Partido Comunista, pero una serie de frustraciones lo llevaron a desafiliarse. Siguieron luego viajes por Europa donde frecuentó a Max Hill, Richard Lhose, Georges Vantorgeloo, Verena Loewensberg, Piero Dorazio. A su regreso a Buenos Aires (1967) incursionó en el diseño industrial, actividad paralela a su investigación de las variantes ópticas del color y la forma.
Estas obras merecieron la estima de la crítica francesa al punto que se estimó que no se podía llegar más lejos en la "alianza el espíritu de geometría y del espíritu de sutileza".
A estas normas atuvo toda su producción. A la manera de los maestros del barroco alemán o de los músicos de jazz Espinosa hacía variaciones armónicas sobre un leif-motif. Actuaba como un investigador poseído por el espíritu de geometría y la sutileza.
Cada muestra realizada en el país o en el extranjero dio cuenta de las etapas de una aventura intelectual y sensible sin reaseguros ni renuncios. De esta talla fue el hombre y el artista cuya pérdida lamentamos hoy.
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