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En las aulas, las mujeres rinden más que los hombres

"Las mujeres tienen una capacidad innata menor para las matemáticas y las ciencias que los hombres. Este es un parecer basado en opiniones científicas y no en mis opiniones: los chicos obtienen resultados más altos que las chicas en los exámenes, aunque se necesitarían más investigaciones que explicaran este fenómeno". La frase fue dicha en enero del año pasado por el entonces rector de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers, en el marco de una conferencia privada que dictó en Boston. Pero rápidamente dio la vuelta al mundo. Y despertó tanta polémica que lo forzó a presentar disculpas públicas en varias ocasiones. La renuncia a su cargo, en febrero de este año, fue atribuida a la controversia nunca aplacada que generaron esos dichos, calificados como "machistas". Aunque aseguró que se basaba en "datos científicos", la opinión de Summers parece, hoy más que nunca, ir a contramano de la realidad. En las aulas, las mujeres están dejando día a día más atrás a los hombres. A pesar de que no hay estudios abarcativos y sistemáticos sobre las diferencias de rendimiento académico por género en el país, hay muchos indicadores directos que refuerzan la idea de que las mujeres sacan ventaja: en las universidades argentinas, ellas egresan en mayor proporción, obtienen más títulos de grado y participan más en los cuadros de honor de los mejores promedios. Algo similar se observa en países del Primer Mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, las estadísticas oficiales marcan que las mujeres finalizan sus estudios en un porcentaje mayor que los hombres y, además, obtienen mejores notas. Sin embargo, tanto allá como acá el fenómeno viene acompañado de una cruel paradoja: a pesar de que el desempeño académico las pone muy por delante de los hombres, las mujeres profesionales siguen teniendo más trabas a la hora de insertarse en el mercado laboral. Y, cuando lo hacen, parecen víctimas del efecto "techo de cristal" que limita las posibilidades de ascenso y desarrollo dentro del ambiente de trabajo. CIFRAS DEL FENOMENO Pasaron ya muchas décadas desde que la mujer argentina logró hacerse un lugar en las aulas universitarias a fuerza de luchar contra los estigmas y la discriminación. Y hoy, según demuestran las últimas estadísticas a nivel nacional, ellas son mayoría entre quienes obtienen sus títulos de grado. Las últimas cifras difundidas por el ministerio de Educación indican que de cada diez egresados de universidades estatales, seis son mujeres. En las casas de estudio privadas, en tanto, el promedio baja sólo un poco: el 52,7% de los graduados son del sexo femenino. A nivel local, la ventaja de las mujeres se traslada en cifras similares. En efecto, según datos suministrados por la dirección de Vinculación con el Graduado de la UNLP, el 56% de quienes finalizan los estudios en La Plata pertenecen al sexo femenino que, además, también es mayoría dentro del cuerpo estudiantil. "Las mujeres son más dentro de la Universidad porque se traslada la misma diferencia que hay en la sociedad. Pero además, lo que se observa es que ellas egresan en un porcentaje mayor al de los hombres", indica Ignacio Ignisci, responsable del área. El fenómeno se sustenta, sobre todo, en algunas áreas de estudio donde la mujeres fueron tradicionalmente mayoría, como Humanidades y Odontología. Pero, en los últimos tiempos, explican, comenzó a verse además en facultades donde los hombres mandaban. Según el último estudio del área de Vinculación con el Graduado, el 67,1% de los egresados de Medicina son mujeres, lo mismo que el 63,8 de los de Ciencias Jurídicas y el 61 por ciento de quienes obtienen un título en Ciencias Económicas. A la hora de encarar una carrera universitaria, las mujeres no sólo son más eficaces sino que, además, lo hacen de una manera más destacada. Así se desprende del análisis de la composición por género de los cuadros de honor por promedios de las distintas facultades, que tienen a la mujer muy por encima del hombre. En el ámbito de la UNLP, en los últimos seis años ellas fueron clara mayoría entre quienes fueron distinguidos por finalizar sus estudios con las mejores notas con el premio Joaquín V. González. En 2000, las mujeres fueron 94, contra 61 hombres; en 2001, 82 mujeres contra 77 hombres; en 2002, 82 mujeres contra 79 hombres; en 2003, 90 mujeres contra 75 hombres, y en 2004, 106 mujeres contra 77 hombres. Y en la última edición del premio, que distinguió a los mejores promedios entre los egresados durante 2005, se registró la mayor diferencia a favor de mujeres: 104 distinciones contra 61 de los hombres. COSAS DE MUJER La historia de María Eugenia Grunfeld Brook -que trascendió públicamente en las últimas semanas- todavía causa asombro en la comunidad académica platense. Estudiante modelo, consiguió finalizar la carrera de Derecho en sólo tres años, la mitad de lo que tarda en recibirse la media de los alumnos en La Plata. Con sólo 21 años, y mientras la mayoría de los chicos de su edad todavía preparan parciales o repasan apuntes, María Eugenia analiza hoy la posibilidad de continuar con estudios de posgrado o aceptar alguna de las ofertas laborales que recibió. A María Eugenia no le sorprende el dato de que las mujeres integran en una apabullante mayoría los cuadros de honor de la Universidad desde hace varios años. "Creo que estamos más preocupadas por las notas y el promedio que ellos. A los hombres a veces lo único que le preocupa es aprobar". "Por regla general, somos más aplicadas las mujeres", reconoce, cuando se la consulta sobre las diferencias entre el rendimiento académico de las chicas y los chicos en las aulas universitarias. "No sé si tiene que ver con una cuestión genética o cultural. Simplemente, creo que es una de nuestras características distintivas". "Creo que una de las grandes diferencias tiene que ver con la dedicación y la aplicación. En las mesas de exámenes se ve que las chicas estudiaron de una manera más detallada, que no dejaron tema sin leer", dice. La que esboza María Eugenia es sólo una entre las muchas explicaciones a las que se apelan a la hora de intentar explicar una realidad que ya pocos discuten. A pesar de la falta de coincidencias, la mayoría de las voces apunta a destacar la presencia de una serie de factores culturales y sociales que empujan a las chicas a graduarse en porcentajes más altos que los hombres y conseguir más reconocimientos académicos, como las distinciones a los mejores promedios. No hay, en ningún lugar del mundo, un estudio que demuestre que las mujeres son son intelectualmente superiores a los hombres o viceversa. Sí existen, en cambio, patrones culturales que hace que las chicas se relacionen de una manera especial con la educación y la enseñanza. Más esfuerzo, concentración, voluntad, prolijidad y comportamiento son algunas de las características que, instantáneamente, surgen entre los especialistas para explicar el fenómeno de la primacía femenina en las aulas. "Es cierto: las mujeres suelen ser más rígidas y más concienzudas a la hora del estudio que los varones, que suelen dispersarse más y estar más abiertos a otras posibilidades y alternativas ajenas a los libros. Es decir, los chicos suelen dispersarse más", señala Graciela Chardía, pedagoga y miembro de la Asociación de Psicopedagogos bonaerenses. "No creo en las explicaciones fisiológicas que aparecen de tanto en tanto acerca de las funciones neuronales de los hombres o las mujeres", aclara, en seguida. "Me inclino más a ver el tema desde una cuestión de miradas diferentes que, en el fondo, tienen que ver con lo cultural". Entre esos motivos, Chardía nombra el que, según ella tiene más peso. "A pesar de todos los avances en la lucha de las mujeres, todavía influye el deseo de querer formar una familia y tener hijos. Y para eso hace falta terminar los estudios. En los hombres, ese deseo o exigencia pesa mucho menos", señala. La psicóloga Laura Mariani también coincide en que las mujeres tienen, frente a la educación, una actitud distinta a la de los hombres. "Creo que nosotras tenemos una mayor capacidad de abstracción frente a la distracción y podemos concentrarnos más en el estudio. Además, somos más perseverantes y tenemos más capacidad de espera. En resumen, más inteligencia emocional".

23 de Julio de 2006 | 00:00
"Las mujeres tienen una capacidad innata menor para las matemáticas y las ciencias que los hombres. Este es un parecer basado en opiniones científicas y no en mis opiniones: los chicos obtienen resultados más altos que las chicas en los exámenes, aunque se necesitarían más investigaciones que explicaran este fenómeno".

La frase fue dicha en enero del año pasado por el entonces rector de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers, en el marco de una conferencia privada que dictó en Boston. Pero rápidamente dio la vuelta al mundo. Y despertó tanta polémica que lo forzó a presentar disculpas públicas en varias ocasiones. La renuncia a su cargo, en febrero de este año, fue atribuida a la controversia nunca aplacada que generaron esos dichos, calificados como "machistas".

Aunque aseguró que se basaba en "datos científicos", la opinión de Summers parece, hoy más que nunca, ir a contramano de la realidad. En las aulas, las mujeres están dejando día a día más atrás a los hombres.

A pesar de que no hay estudios abarcativos y sistemáticos sobre las diferencias de rendimiento académico por género en el país, hay muchos indicadores directos que refuerzan la idea de que las mujeres sacan ventaja: en las universidades argentinas, ellas egresan en mayor proporción, obtienen más títulos de grado y participan más en los cuadros de honor de los mejores promedios.

Algo similar se observa en países del Primer Mundo. En Estados Unidos, por ejemplo, las estadísticas oficiales marcan que las mujeres finalizan sus estudios en un porcentaje mayor que los hombres y, además, obtienen mejores notas.

Sin embargo, tanto allá como acá el fenómeno viene acompañado de una cruel paradoja: a pesar de que el desempeño académico las pone muy por delante de los hombres, las mujeres profesionales siguen teniendo más trabas a la hora de insertarse en el mercado laboral. Y, cuando lo hacen, parecen víctimas del efecto "techo de cristal" que limita las posibilidades de ascenso y desarrollo dentro del ambiente de trabajo.

CIFRAS DEL FENOMENO

Pasaron ya muchas décadas desde que la mujer argentina logró hacerse un lugar en las aulas universitarias a fuerza de luchar contra los estigmas y la discriminación. Y hoy, según demuestran las últimas estadísticas a nivel nacional, ellas son mayoría entre quienes obtienen sus títulos de grado.

Las últimas cifras difundidas por el ministerio de Educación indican que de cada diez egresados de universidades estatales, seis son mujeres. En las casas de estudio privadas, en tanto, el promedio baja sólo un poco: el 52,7% de los graduados son del sexo femenino.

A nivel local, la ventaja de las mujeres se traslada en cifras similares. En efecto, según datos suministrados por la dirección de Vinculación con el Graduado de la UNLP, el 56% de quienes finalizan los estudios en La Plata pertenecen al sexo femenino que, además, también es mayoría dentro del cuerpo estudiantil.

"Las mujeres son más dentro de la Universidad porque se traslada la misma diferencia que hay en la sociedad. Pero además, lo que se observa es que ellas egresan en un porcentaje mayor al de los hombres", indica Ignacio Ignisci, responsable del área.

El fenómeno se sustenta, sobre todo, en algunas áreas de estudio donde la mujeres fueron tradicionalmente mayoría, como Humanidades y Odontología. Pero, en los últimos tiempos, explican, comenzó a verse además en facultades donde los hombres mandaban. Según el último estudio del área de Vinculación con el Graduado, el 67,1% de los egresados de Medicina son mujeres, lo mismo que el 63,8 de los de Ciencias Jurídicas y el 61 por ciento de quienes obtienen un título en Ciencias Económicas.

A la hora de encarar una carrera universitaria, las mujeres no sólo son más eficaces sino que, además, lo hacen de una manera más destacada. Así se desprende del análisis de la composición por género de los cuadros de honor por promedios de las distintas facultades, que tienen a la mujer muy por encima del hombre.

En el ámbito de la UNLP, en los últimos seis años ellas fueron clara mayoría entre quienes fueron distinguidos por finalizar sus estudios con las mejores notas con el premio Joaquín V. González.

En 2000, las mujeres fueron 94, contra 61 hombres; en 2001, 82 mujeres contra 77 hombres; en 2002, 82 mujeres contra 79 hombres; en 2003, 90 mujeres contra 75 hombres, y en 2004, 106 mujeres contra 77 hombres. Y en la última edición del premio, que distinguió a los mejores promedios entre los egresados durante 2005, se registró la mayor diferencia a favor de mujeres: 104 distinciones contra 61 de los hombres.

COSAS DE MUJER

La historia de María Eugenia Grunfeld Brook -que trascendió públicamente en las últimas semanas- todavía causa asombro en la comunidad académica platense. Estudiante modelo, consiguió finalizar la carrera de Derecho en sólo tres años, la mitad de lo que tarda en recibirse la media de los alumnos en La Plata.

Con sólo 21 años, y mientras la mayoría de los chicos de su edad todavía preparan parciales o repasan apuntes, María Eugenia analiza hoy la posibilidad de continuar con estudios de posgrado o aceptar alguna de las ofertas laborales que recibió.

A María Eugenia no le sorprende el dato de que las mujeres integran en una apabullante mayoría los cuadros de honor de la Universidad desde hace varios años. "Creo que estamos más preocupadas por las notas y el promedio que ellos. A los hombres a veces lo único que le preocupa es aprobar".

"Por regla general, somos más aplicadas las mujeres", reconoce, cuando se la consulta sobre las diferencias entre el rendimiento académico de las chicas y los chicos en las aulas universitarias. "No sé si tiene que ver con una cuestión genética o cultural. Simplemente, creo que es una de nuestras características distintivas".

"Creo que una de las grandes diferencias tiene que ver con la dedicación y la aplicación. En las mesas de exámenes se ve que las chicas estudiaron de una manera más detallada, que no dejaron tema sin leer", dice.

La que esboza María Eugenia es sólo una entre las muchas explicaciones a las que se apelan a la hora de intentar explicar una realidad que ya pocos discuten.

A pesar de la falta de coincidencias, la mayoría de las voces apunta a destacar la presencia de una serie de factores culturales y sociales que empujan a las chicas a graduarse en porcentajes más altos que los hombres y conseguir más reconocimientos académicos, como las distinciones a los mejores promedios.

No hay, en ningún lugar del mundo, un estudio que demuestre que las mujeres son son intelectualmente superiores a los hombres o viceversa. Sí existen, en cambio, patrones culturales que hace que las chicas se relacionen de una manera especial con la educación y la enseñanza.

Más esfuerzo, concentración, voluntad, prolijidad y comportamiento son algunas de las características que, instantáneamente, surgen entre los especialistas para explicar el fenómeno de la primacía femenina en las aulas.

"Es cierto: las mujeres suelen ser más rígidas y más concienzudas a la hora del estudio que los varones, que suelen dispersarse más y estar más abiertos a otras posibilidades y alternativas ajenas a los libros. Es decir, los chicos suelen dispersarse más", señala Graciela Chardía, pedagoga y miembro de la Asociación de Psicopedagogos bonaerenses.

"No creo en las explicaciones fisiológicas que aparecen de tanto en tanto acerca de las funciones neuronales de los hombres o las mujeres", aclara, en seguida. "Me inclino más a ver el tema desde una cuestión de miradas diferentes que, en el fondo, tienen que ver con lo cultural".

Entre esos motivos, Chardía nombra el que, según ella tiene más peso. "A pesar de todos los avances en la lucha de las mujeres, todavía influye el deseo de querer formar una familia y tener hijos. Y para eso hace falta terminar los estudios. En los hombres, ese deseo o exigencia pesa mucho menos", señala.

La psicóloga Laura Mariani también coincide en que las mujeres tienen, frente a la educación, una actitud distinta a la de los hombres. "Creo que nosotras tenemos una mayor capacidad de abstracción frente a la distracción y podemos concentrarnos más en el estudio. Además, somos más perseverantes y tenemos más capacidad de espera. En resumen, más inteligencia emocional".



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