Cómo llega un arma a manos de un menor

De la adquisición legítima al mercado negro donde se venden o se alquilan a chicos

"Me la dio un chabón", dice Alan, 15 años, al ser indagado por la policía. El arma, un revólver calibre 32 de fabricación nacional, tiene la culata envuelta en cinta aisladora y una particularidad que salta a la vista: la ausencia del martillo le impide disparar. Pero Alan no lo sabía. Tampoco el empleado del locutorio al que le apuntó con ella para exigirle la recaudación. Es una situación común en estos casos: "las armas que llegan a los pibes son las de descarte, fierros viejos", reconoce un oficial veterano de la Policía de la Provincia. Pero viejas o no, lo cierto es que llegan y son utilizadas cada vez con mayor habitualidad.

Basta un repaso por la sección policial de los diarios para comprobar el protagonismo que tienen hoy los menores de edad en episodios que involucran armas de fuego: no sólo homicidios, asaltos y conflictos interpersonales; también accidentes por mala manipulación y suicidios impulsivos. Ya sea como víctimas o victimarios, los chicos de entre 14 y 19 años constituyen parte del grupo más expuesto a este riesgo.

Cada día, cinco menores de edad mueren en Argentina a consecuencia de lesiones por armas de fuego, asegura un informe difundido por el departamento de Urgencias del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. Nadie parece haber podido determinar aún con rigurosidad cuántos otros chicos resultan heridos.

Algunas semanas después de ser detenido, Alan insiste con su versión frente al equipo de trabajadores sociales y psicólogos del servicio asistencial al que fue derivado por el juez: "me la dio un chabón" dice y se cierra a dar cualquier otro detalle de cómo llegó el arma a sus manos.

"Las explicaciones son recurrentes: 'me la dio un chabón' o 'me la prestó alguien'. En cualquier caso, los testimonios dejan entrever que las armas circulan con naturalidad. Los chicos las compran y se las prestan entre ellos o las reciben a cambio de una parte de lo que obtienen usándolas; todo en un contexto donde el robo está naturalizado y no encuentran otra forma de vivir", comenta la socióloga Ana Pazdera, miembro del Servicio de Asistencia Familiar.

Tras años de recuperar armas de la periferia platense, Lidia Ortiz de Burry comparte esa opinión: "en algunos ámbitos, los chicos viven con naturalidad su contacto con las armas. Son parte de su realidad. Las compran en el barrio por 30 pesos y me las venden a mí por 100. Esa es la realidad", cuenta la profesora jubilada que consiguió ella sola sacar de circulación unas 900 armas de El Paligüe y alrededores.

UN ARMA EN NEGRO POR CADA EN BLANCO

Al explicar el creciente acceso de los menores a las armas de fuego, quienes se han dedicado a investigar este fenómeno coinciden en señalar dos aspectos determinantes: la escalada de violencia que se registra en el país y la proliferación de armas en los hogares.

"A partir de los noventa, una enorme cantidad de gente comenzó a comprar armas para defender a su familia. Los datos muestran que antes del año 97, sólo el 30% de quienes compraban armas lo hacía por motivos de inseguridad; hoy esta causa explica el 50% de las adquisiciones", menciona Diego Fleitas, abogado y sociólogo de la Asociación para Políticas Públicas, una ONG con múltiples investigaciones sobre el uso de armas en Argentina.

Si a la proliferación de armas se le suma "el descontrol en materia de registro y seguimiento que hubo durante muchos años", el resultado es "un circulante que en el mejor de los casos sería en Argentina de 2.400.000 armas, de las cuales sólo la mitad se encuentra registrada", afirma Sidonié Porterié, subdirectora del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales, integrante de la Red Argentina para el Desarme.

En este contexto no hay que perder de vista que toda arma ilegal fue en algún momento legal: fue fabricada y poseída legalmente; pero por diversos motivos pasó a ese circuito clandestino donde los chicos pueden comprarlas, alquilarlas u obtenerlas a préstamo por un futuro botín.

"Parte de las armas de fuego que terminan siendo usadas por chicos en episodios de criminalidad provienen del robo de hogares; otras surgen del 'mercado gris', en el que sus dueños legítimos las venden sin preguntar demasiado", afirma Fleitas, coautor del estudio "Violencia y uso de armas de fuego en la Provincia de Buenos Aires".

"Un altísimo porcentaje de las armas utilizadas por menores para cometer delitos vienen del mismo circuito de la droga. La necesidad de saciar su adicción y la falta de recursos lleva a muchos chicos a robar. Y quienes les proveen las armas para que consigan dinero son en la mayoría de los casos los mismos que les venden las drogas", sostienen desde la Dirección de Investigaciones La Plata.

"EL DIABLO EN CASA"

Sin embargo, no todas las armas que terminan en manos de menores están relacionadas con hechos delictivos o provienen del mercado negro, y no por ello resultan menos peligrosas. Cientos de chicos mueren cada año en nuestro país en accidentes de manipulación y suicidios impulsivos con armas registradas dentro de su propia familia.

La Primera Encuesta Nacional sobre Factores de Riesgo del Ministerio de Salud de la Nación, acaso el informe más serio que se dispone en nuestro país sobre el tema, señala que en la Provincia de Buenos Aires los suicidios de chicos de entre 15 y 19 años aumentaron un 184 % a partir de 1997. Casi la mitad de ellos (el 46%) se concretaron con armas de fuego presentes en sus propios hogares.

"La gente compra armas para defenderse, pero ignora que su tenencia aumenta las posibilidades de un desenlace fatal dentro de su familia. En este sentido, hay mucha soberbia: los padres no guardan bien las armas y es habitual que sus hijos las encuentran. Recuerdo una campaña brasilera que ponía un énfasis especial en este problema. Decía: si mi hijo puede encontrar mi Playboy; también puede encontrar mi arma. Y es así", relata Fleitas.

Para Adrián Mercenac -padre de Alfredo, el joven asesinado por "el tirador de Belgrano", e integrante de la Red Argentina para el Desarme- "tener armas en el hogar como protección es siempre un riesgo para los chicos, porque siempre llegan a ellas, aunque estén escondidas en un lugar supuestamente inaccesible".

"Hoy, cuando las padres necesitan de ambos ingresos para mantenerse, resulta de lo más común que los chicos pasen muchas horas solos. Tener un arma en la casa, por mejor escondida que se encuentre, es en esos casos una invitación al diablo. Estamos cansados de comprobarlo", apunta desde la Policía provincial.

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