Los grandes patíes presentan un desafío

En todos los continentes, los grandes silúridos se encuentran al tope de la cadena alimentaria. Así como en Africa reina el vudú y en Europa el glano, en China domina el siluro gigante y en Estados Unidos el catfish channel. Nuestro vecino Brasil cuenta con los enormes jaú y pirará. Y en la Argentina encontramos al manguruyú, al surubí y al patí gigante, este último de pesca frecuente en el Río de la Plata.

Pese a ser el pez más grande que podemos capturar en nuestra zona, el patí no goza de la importancia que merece como especie deportiva. Es que si bien en casi todos los muelles y costaneras comprendidos desde el Delta a Punta Indio la pesca de juveniles es frecuente, para toparse con los grandes hay que contar con un buen guía que conozca los pozones donde descansan, acechantes, los gigantes del río. Y allí la cosa se limita, pero igualmente cada vez son más los aficionados que se aventuran a esta pesca que -si bien es de todo el año- rinde más en los meses comprendidos entre noviembre y abril.

El patí es un pez migratorio pero siempre permanece por largos períodos en aguas profundas y turbias, donde enfrenta su gran boca a la corriente esperando que ésta le traiga el alimento. Dado que ve muy poco y vive en aguas turbias y profundas, su principal herramienta para buscar comida es el olfato, y el tacto, que ejercita con sus pequeñas barbillas. Este dato es interesante para el pescador, que suele buscarlo tanto con carnadas frescas como con carnadas putrefactas (sábalo podrido), que el patí no desdeña cuando el hambre lo aprieta.

CARNADA

La carnada por excelencia es la anguila cuyo tamaño estará en relación directa con el patí buscado: si queremos pesca fácil una anguilita de 20 cms. garantizará mayor cantidad de clavadas y no perder patíes de 2 a 4 kilos. Si queremos patíes grandes de verdad, anguilas de 40 cms. serán la tentación ideal para mover a los grandes glotones del río. El encarne, para asegurar la clavada, deberá hacerse en tandem: es decir, con un anzuelo rematando el leader y otro montado sobre el mismo y sostenido con nudos corredizos. Corriendo sobre la madre en forma libre, un plomito de 20 a 40 gramos garantizará que el cebo quede a la profundidad adecuada. En ocasiones, sin embargo, como cuando el río está planchado y el garete se hace lento, o cuando el pez desconfía y suelta al menor reparo, basta con atar el leader directamente a la madre del reel y el peso de la carnada llevará la misma al fondo. Es importante presentar bien el cebo y no matar la anguila, cuya movilidad será un señuelo natural para el gran bagre del río.

En cuanto al pique, como esta pesca se hace en movimiento, es constante confundir enganches con piques y la experiencia irá determinando cuándo clavar. Podemos sugerir que ante una tranca, primero intentemos lentamente hacer ceder el anzuelo. El barro soltará el anzuelo cuando ejerzamos presión pero si se trata de un patí picando, no habrá afloje de línea y entonces lo aconsejable será clavar y mantener la caña en alto.

Luego se entabla una lucha donde el pescador no deberá desesperarse por arrimar la pieza, dado que serán frecuentes las corridas en sentido opuesto a la lancha, o los amagues de entrega cuando el pez viene hacia la embarcación y luego -cuando lo creemos agotado- sorprende al salir disparado en sentido inverso. La clave será siempre mantener la línea en tensión constante.

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