Babington: "Soy un hincha de Huracán de toda la vida"

El Inglés y un repaso nostalgioso del pasado, y un presente difícil

Si es cierto que los destinos están señalados, el de Carlos Babington estuvo marcado a poco de nacer. Tal vez ese chico que jugaba en el Parque de losa Patricios y que era solamente hincha del club, no se imaginó que iba a vivir dos etapas como jugador, que iba ba ser protagonista casi exclusivo de la época más gloriosa de la institución en el profesionalismo, que lo iba a ascender dos veces a Primera División y que este Centenario, lo iba a encontrar como presidente. DIARIO POPULAR evocó con el "Inglés" todo lo vivido. Detrás del ancho sillón, en la oficina de la presidencia, apenas aparece el Globo de 1921 y sentado en él, un hombre al que, a pesar de sus nuevas responsabilidades, se siente orgulloso de no poder despegarse del hincha. Por eso, la primera pregunta, fue directa, sin chicanas.

-¿Qué representa Huracán para vos?

-No me considero ni más ni menos hincha que nadie. Soy un hincha de toda la vida y después, a través de lo que he pasado en el club, se hizo como una comunión demasiado importante para mi vida y hasta para mi familia porque mi familia y yo, vivimos hace muchos años al conjuro de este club. Son esos sentimientos que lo vas a llevar hasta el último día de tu vida. Como cualquier hincha de otro club. Después tuve la suerte y el honor de ser jugador, técnico y ahora presidente. Me siento orgulloso de ser hincha del club y más allá de que mi vida en Huracán tuvo vaivenes, lo disfruto. Supongo que es como una especie de familiar tuyo, un amigo. Te podés pelear, podés estar bien y vivir momentos buenos y malos. Soy un agradecido a la vida, porque me dio la posibilidad de vivir pegado a este club y seguir ahora como presidente. Los problemas los asumo, pero no me llegan tanto. Disfruto más los buenos momentos.

-¿Cómo se dio tu vinculación con el Globo?

-Yo nací a cuatro cuadras del club. A los 10 años, me escapaba de mi casa y caía aquí adentro. Mi viejo volvía del trabajo y me volvía a buscar aquí. Hay cosas que la gente no sabe. Aquí hice Judo, Boxeo con los Rago, venía a la pileta, fui para palos de Bowling, jugaba al Billar, fui anotador de pelota a paleta. Vivía aquí adentro. Esta era mi casa. Después, el destino me favoreció y me premió con lo otro. Antes de saber que iba a ser jugador, vivía aquí adentro. Venía a los bailes de carnaval, que eran los más famosos de Buenos Aires. El amor por un club es irrenunciable.

-Hoy los clubes no cumplen el mismo rol social que antes, ¿verdad?

-Es así. Ahora es distinto. Antes había más pibes que venían aquí. Hoy no veo tantos chicos. Además, el club hoy no les da tantas posibilidades como antes. Yo vivía haciendo deportes. Aldo Badino, que luego fue mentalista del Boca de Tabárez, en el 2002, fue profesor mio de Judo y cuando estuvo en Boca, lo fui a saludar.

-Haciendo Boxeo ¿cómo fue tu relación con Bonavena?

-Yo iba a verlo a pelear a Unidos de Pompeya cuando no era nadie. El boxeaba con una bata de Huracán que le daba Seijo. Después el se pega con nosotros. A mi siempre me gustó el boxeo y me asombraba la guapeza que él tenía. Era mi ídolo. Nunca pensé que iba a llegar adonde llegó, porque no era un virtuoso, era limitado. Pero tenía mucha guapeza y yo lo imitaba por eso.

UN LARGO CAMINO

-¿Cómo empezó tu carrera como jugador?

-A los 12 empiezo a jugar en novena y jugando en el parque, al lado de la calesita, un tipo de esos que andaban viendo jugadores por los barrios, me robó y me llevó a River. Pero a los dos años volví. Había algo que decía que tenía que jugar aquí. Y ya empezó la historia. Me trajo Emilio Baldonedo, otra gloria a la que le debo mucho. En River era suplente y lo que quería era jugar. Entonces, me vine a probar a Huracán. Fue en la cancha de Sacachispas y me probó Baldonedo, que me fichó a los diez minutos.

-¿En ese momento pensabas que ibas a jugar en Primera?

-Para nada. Fichar, fue una alegría muy grande porque era en el club del cual era hincha. Uno ve tantos jugadores y tiene miedo que lo echen. Y en 1967, Cesarini me subió a primera. Tanto a Miguel (Brindisi), como a mi. Renato le dijo un día a Baldonedo, que nos mandara a los dos. Y debuto en 1968, en la cancha de Vélez, contra Deportivo Morón, un partido en donde ingresé y perdimos 3 a 2 sobre el final. Para ellos jugaba Semenewicz.

-Lo del '73 ya se venía gestando, ¿verdad?

-Fue uno de los equipos que mejor jugaba, no vengo a descubrir nada diciendo eso. Se veía que el proceso iba a desembocar en eso. Lo único lamentable es que no se prolongó lo que se tenía que haber prolongado. Lamentablemente, empezaron a vender jugadores y en tres años, el equipo se disolvió totalmente. Arrancó a mediados del 71' con el Flaco Menotti. Terminamos ese año robándole el campeonato a Vélez, para dárselo a Independiente. En el 72' salimos terceros en el Metropolitano y llegamos a las semifinales en el Nacional. Y en el 73' aparece la frutilla del postre: Houseman y ganamos el Metro. Huracán jugaba un fútbol brillante, tenía un gran coordinación adelante, era un equipo mortífero. Yo no sé si existió, en la historia del fútbol argentino, un equipo en donde todos delanteros hicieran más de diez goles cada uno. Hoy eso no existe. Larrosa fue el goleador, porque nosotros nos fuimos a la selección. Era una cosa infernal. En el momento, no valorás tanto las cosas. Después te vas dando cuenta. Los únicos años que disfruté jugando, fue cuando jugué en Huracán, era un placer. Creo que fue un equipo bárbaro. La gran virtud, es que se identificaba mucho con el gusto de la gente, se acercaba mucho al gusto popular. Había infinidad de gente que, sin ser de Huracán, nos iba a ver".

-Pero uno de los que se fuiste vos...

-Sí, fue un gravísimo error. Fui a un equipo chico, de segunda categoría. Es uno de los tantos errores que uno comete, pero no me arrepiento. Ya está, en ese momento pensé en el sueño de irme a Europa. En esa época, los libros, en España e Italia estaban abiertos solamente para los oriundos. Alemania era el único país que me daba la posibilidad. Fue una etapa de mi vida, ya pasó. Me gustó, porque aprendí no solamente un idioma, sino una manera de ser distinta a la nuestra, fui a un país espectacular para vivir.

-¿Y tu segundo paso?

-Vuelvo en el 78' y me quedo hasta el 82'. Era otro equipo, ya era más luchador. La calidad estaba perdida, a pesar de que en 1979 la delantera fue casi igual a la del 73', con Dante Sanabria por Larrosa. Pero era otra cosa, más allá de que tuvo grandes partidos, no tenía nada que ver con el equipo del 73', que fue un violín.

-¿Cómo los encuentra el Centenario?

-Con muchas cosas por hacer. Pero por lo menos un poco mejor que hace un par de años.

-La última, te remonto a 49 años atrás, ¿soñabas con vivir todo esto?

-Hay un dicho que reza que las ilusiones deben superar a la realidad. Cuando jugaba, quería ser Pelé, nunca lo logré, pero jugué con esa ilusión. Como técnico, me había puesto como meta dirigir a la Selección. Y esto es al revés, en Huracán, me conformaba con jugar en Primera. Integré el único equipo campeón, ascendí dos veces como jugador y el otro ascenso era presidente. Participé de todos los éxitos, salvo los de la época amateur. Más no puedo pedir.

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