ALEISTER CROWLEY, SU SATANICA MAJESTAD

Ocultismo y misterio en torno a Fernando Pessoa

En una reciente biografía del investigador Martin Both ("Su satánica majestad, Aleister Crowley"), se rescata la vida del poeta, aventurero y ocultista británico Aleister Crowley (1875-1947), calificado por algunos como "el ser más perverso de la humanidad" y por otros como "el héroe olvidado de los hippies". Cada tanto se cambiaba el nombre (La Bestia 666, se hacía llamar) y, igual que W.B. Yeats, pertenecía a la Orden Hermética del Amanecer Dorado. Crowley llegó a ejercer un poder absoluto sobre sus discípulos y mantuvo con el portugués Fernando Pessoa una extraña y secreta vinculación.

En septiembre de 1930, el famoso ocultista Dawn Aleister Crowley arriba al puerto de Lisboa con la intención de conocer a otro gran iniciado: Fernando Pessoa. Hacía tiempo que ambos mantenían correspondencia, desde que el poeta portugués, gran conocedor de las disciplinas astrológicas, descubriera con acierto un error de cálculo en la carta astral que el propio Crowley hizo de sí mismo. Pessoa no sólo era un erudito y admirador de las artes mágicas, sino que también se declaraba abiertamente miembro de la Orden de Cristo, sucesora de los Templarios en Portugal. Los grados de iniciación que en ésta u otra orden llegó a alcanzar el famoso poeta portugués nunca han quedado del todo esclarecidos. No es difícil intuir la intensidad hermética a la que llegaron las veladas entre estos dos hombres a lo largo de la famosa estadía en la capital lusa.

Pero ocurrió que a finales de octubre se denuncia en Lisboa la desaparición del mago inglés y el veinticinco de ese mismo mes aparece su pitillera en Cascais, una localidad costera cercana a Lisboa. El objeto fue hallado en lo alto del acantilado A Boca do Inferno, junto a lo que a todas luces parecía una nota de suicidio que rezaba: "No puedo vivir sin ti, la otra boca del infierno me agarrará, no será tan caliente como la tuya". Ni las autoridades portuguesas ni, por supuesto, el gobierno de Su Majestad, que envió a Lisboa una patrulla de hombres de Scotland Yard, quedaron conformes con la teoría del suicidio. Se interrogó a todos los que tenían relación con Crowley y Pessoa se convirtió en el principal sospechoso. Un registro en la casa del poeta arrojó resultados que apoyaban la teoría del crimen pasional después de que los agentes de Scotland Yard encontraran en su estudio un poema que, según escribió en su informe el oficial de la investigación, era un "...certero y milimétrico mapa sentimental de las abigarradas y malévolas motivaciones que han empujado al señor Fernando Pessoa a cometer tan terrible crimen". Según entendieron los policías el texto encontrado narraba la relación que, desde hacía años, Pessoa mantenía con una misteriosa desconocida.

El largo poema se abre en 1928, con una declaración de rechazo al persistente recuerdo de Ofelia. Sin embargo, los detectives se concentran en los versos en los que Pessoa cuenta cómo él y su amada ejercen de anfitriones a Aleister Crowley, quien en el poema aparece con el nombre de "Terrino". Scotland Yard no necesitó más para inculpar a Pessoa del asesinato de Crowley. Por si fuera poco, encontraron cartas escritas por el poeta a Alvaro de Campos en las que narraba su desdicha y desataba su furia contra el malvado Mago. En los interrogatorios Pessoa no negaba ni confirmaba nada: "...se limita a mantener una actitud fría y distante, sazonada con la característica sonrisa de autocomplacencia que todo asesino de gélida sangre suele exhibir", escribía el oficial al cargo. De nada sirvieron las declaraciones de varios amigos e intelectuales de la época explicando a las autoridades que la misteriosa amada, causa de toda la situación, nunca existió fuera de la imaginación del poeta, ya que se trataba de uno de sus tantos heterónimos.
La pesquisa quedó cerrada cuando Aleister Crowley apareció en Alemania y la policía comprobó su identidad. Pessoa entonces quedó libre de cargos. Haciendo gala una vez más de su extraño sentido del humor, Crowley aseguró que en su ausencia se había fugado con una dama evanescente. El inglés se negó a dar más detalles sobre la identidad de la dama, cuyo cadáver nunca fue hallado. La investigación se cerró y el poema inculpatorio quedó en los registros de Scotland Yard, que nunca acabó de creer totalmente en la inocencia de Pessoa. ¿Un heterónimo o la leyenda de un crimen jamás descubierto?

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