Una pesada herencia para el próximo presidente

Las imágenes de los trágicos atentados del 11 de setiembre de 2001 aún permanecen en las retinas de la mayoría de la población mundial. En Irak, sumido en una cruel guerra civil, los ataques y las muertes son algo cotidiano desde la invasión a ese país en 2003. En Afganistán, la guerra que derrocó al régimen Talibán iniciada en 2001 sigue hasta hoy, con las tropas invasoras occidentales todavía ocupando esa nación.

No son muchos los éxitos que George W. Bush ha cosechado en sus dos mandatos. Podría decirse, mejor, que hay una larga lista de fracasos y serios temas no resueltos a los que se deberá enfrentar el mandatario que lo suceda. En su último discurso sobre el Estado de la Unión de fines de enero, el presidente de Estados Unidos tuvo un discurso conciliador hacia los demócratas con propuestas modestas, lo que refleja la caída de su influencia en el país. Bush no habló del famoso "eje del mal" (Irak, Irán y Corea del Norte en un principio, a los que posteriormente se agregaron Libia, Siria y Cuba), ni de acabar con las tiranías en Medio Oriente (aunque sí se comprometió a lograr la paz entre Israel y los palestinos antes de fin de año, aunque no aclaró demasiado cómo lo hará), ni de reformar el sistema migratorio y de pensiones.

Para los analistas, Bush perdió la oportunidad de marcar su legado, o al menos de intentar que en el futuro no se lo recuerde como el presidente de la guerra de Irak y Afganistán. El discurso sobre el Estado de la Unión es la alocución más importante de un presidente durante el año, ya que en ella presenta su agenda legislativa a los senadores y congresistas reunidos en la Cámara de Representantes. Para Bush, su último discurso de enero pasado debería haber sido el discurso de su legado, ante los tres poderes públicos y ante el pueblo estadounidense a través de la televisión. Pero esta vez, Bush pidió poco y ofreció menos.

FUERTE IMPOPULARIDAD

Bush dejará la presidencia en su momento más bajo de popularidad, de sólo un 30 por ciento, y aquejado por el peligro de recesión en la economía y por la incapacidad de sacar adelante iniciativas legales en el Congreso, bajo control demócrata. El presidente de Estados Unidos también ha perdido el apoyo de los estadounidenses. Una encuesta reciente para la cadena NBC y el diario The Wall Street Journal indica que el 64% de los norteamericanos desaprueba la forma en que Bush gestionó los asuntos económicos y un 67% piensa que no hizo un buen trabajo en la conducción de la guerra de Irak. Ese índice minúsculo de apoyo explica por qué los aspirantes a la candidatura republicana a la presidencia hablan mucho más del presidente Ronald Reagan que del actual ocupante de la Casa Blanca. Así, el reciente apoyo que Bush dio a John McCain, el precandidato de su partido mejor perfilado para conseguir la nominación presidencial, podría, según los analistas, no serle de mucha ayuda al ex veterano de Vietnam, sino más bien, todo lo contrario.

Ante estos niveles de impopularidad y conocedor de que la atención de la opinión pública está centrada en las elecciones para elegir a su sucesor, Bush no anunció ninguna sorpresa en su último discurso. Incluso el retiro de tropas de Irak, que determinó para julio próximo, no es nuevo. Los observadores han explicado que de todas maneras, el mandatario no tiene otra opción ya que el ejército estadounidense no puede mantener el nivel de soldados que tiene en este momento.

"BLANCO" DEMOCRATA

En cambio, los demócratas hacen referencia al presidente con frecuencia y desdén, en un intento por explotar el descontento de la ciudadanía. El desencanto con Bush se ha agudizado con el tambaleo de la economía, sacudida por un sector inmobiliario que en 2007 registró el peor año desde los '60, cuando Estados Unidos comenzó a sufrir de forma sistemática la caída de niveles de precios y de ventas.

Bush se ocupó en el discurso del Estado de la Unión de hablar del bolsillo de los contribuyentes, un tema que había ocupado un lugar secundario en alocuciones anteriores por su fijación en la guerra contra el terrorismo. Abandonar Washington en medio de una contracción económica, como le pasó a su padre, George H. W. Bush, dejaría al actual presidente con un mal sabor en la boca.

Asimismo, las severas denuncias por abusos cometidos contra los detenidos en las prisiones de Abu Ghraib (Irak) y Guantánamo, han contribuido poderosamente a contaminar la deteriorada imagen del presidente norteamericano. Y a esto habría que agregar que hace muy poco, la CIA reconoció el uso de la "técnica del submarino", considerada una forma de tortura, para interrogar a tres presuntos terroristas capturados por su país.

Hay muchos datos que podrían seguir sumándose al listado de errores cometidos por Bush en casi ocho años de gestión, una pesada carga que heredará su sucesor, ya sea republicano o demócrata. Como puede verse, son grandes desafíos los que esperan al futuro presidente de la nación más poderosa del planeta. Hay mucho por resolver, y las expectativas tanto internas como mundiales, están depositadas en el nombre que resulte ganador en noviembre próximo.