Los fanáticos de la criba y una fiebre del oro del siglo XXI
Especial para EL DIA de National Geographic
| 12 de Abril de 2009 | 00:00

Criba en mano, Phil Lawrence busca oro.
Es nuevo en el tema, pero leyó libros acerca del arte de cribar y se unió a un grupo local que ofrecía un video instructivo. Y así sale, hacia los arroyos cercanos a Nevada City, California, donde vive, intentando encontrar trozos del metal brillante.
"No se trata de hundir la criba en el agua y ver pepitas instantáneamente", dice este semi jubilado de 53 años que trabaja como sereno en la escuela local. "Hay que investigar un poco para ver por dónde corre el oro al bajar de las montañas", ya sea una zona de lecho con pocos bancos o donde la corriente se desacelera y se arremolina.
Levanta pedregullo con la criba y empieza a "lavar", agitando y descartando. Como el oro es más pesado que casi todo lo demás que hay en el arroyo, las pepitas se asientan en el fondo de la criba mientras que los materiales más livianos suben.
Lawrence es uno entre decenas de miles de estadounidenses que participan de esta mini fiebre del oro del siglo XXI. A muchos los motivó el precio alto del este metal. También, la crisis económica: no importa el precio del dólar, el oro siempre conservará su valor.
Hace un año, la Gold Prospectors Association of América, incorporaba cada semana aproximadamente cien socios que pagaban una cuota. En las épocas pico de este año, cerca de cien personas por día pagaron el arancel anual de 67,50 dólares que los habilita a buscar oro en terrenos mineros demarcados por otros miembros de la asociación.
Si el día está bien barajado, Lawrence tendrá un momento de suerte: "Se encuentran algunas partículas, es emocionante. Uno sabe que es la única persona que en millones de años puso sus ojos en esa pepita en particular".
¿Se hizo rico? No mucho. Tras cribar algunas horas puede conseguir aproximadamente una onza de oro, que hoy en día ronda los 800 dólares, menos de los 1.000 que alcanzó en el verano. A lo largo de casi un año de cribar, calcula que encontró el equivalente a 100 dólares en pepitas de oro.
"Si quisiera incrementar mis ingresos -bromea-, me iría mucho mejor consiguiendo un trabajo en McDonald's".
Muchos novatos están desilusionados con la magra cosecha. Pero Lawrence y otros buscadores han descubierto que en el solo hecho de cribar puede estar la recompensa.
"Pasar un día en el río, escuchar los pájaros y el ruido del agua sobre las rocas. No tiene igual".
ALGO MAS QUE CRIBAS
Algunos buscadores de oro van más lejos en su búsqueda. Entre las herramientas de Gloria Marie hay una palanca (que sirve también de bastón), una maza de 1,8 kg, un cincel y un aparato succionador.
Si encuentra una grieta en el lecho que parezca estar en el lugar indicado como para que se haya alojado oro en su viaje río abajo, ella trabaja horas para agrandar la grieta, después succiona el material desprendido y lo tamiza en busca de pepitas.
No hay garantía, "Les aseguro que cribé mucho en sitios óptimos, y no encontré más que arena negra."
Pero un día de suerte, criba el material y descubre pepitas cuyo tamaño puede variar "desde una arveja hasta una semilla de zapallo". No vendió ninguna pero convirtió varias en joyas.
Otros buscadores de oro invierten un poco más en equipo. Una perforadora a motor, por ejemplo, cuesta entre 1.000 y 5.000 dólares. Este dispositivo flota sobre pontones y tiene una boquilla que succiona gran cantidad de material de una grieta o del lecho.
También hay quien usa detectores de metales, que cuestan desde unos cientos de dólares hasta 4.000 dólares. Los buscadores que usan detectores pueden encontrar pepitas del tamaño de una goma de borrar de 450 gr o "kilos de cuarzo con oro", dice Jim Hutchings, presidente del capítulo Sacramento de la Gold Prospectors Association of America.
"Yo encontré pedazos de cuarzo del tamaño de bolas de bowling con dos, tres, cuatro, cinco onzas de oro dentro".
Con un baño de ácido hidroclorhídrico se separa el cuarzo, dejando al descubierto un inusual especimen de oro que puede alcanzar varios miles de dólares entre coleccionistas interesados.
SOUVENIRS PSEUDO PRECIOSOS
En el peor de los casos, en zonas turísticas, los buscadores de oro venden su material a los negocios de souvenirs, que recargan el precio y lo venden a turistas felices de pagar 5 dólares por un frasco de oro que no vale más de dos.
Dice Ken Rucker, gerente general de la American Gold Prospectors Association, que un buscador con suerte "puede salir por primera vez y encontrar una pepita de 10.000 dólares."
Y en lo que respecta a los buscadores que sólo esperan diversión, ya han aprendido un truco para amplificar lo encontrado.
"La mayoría de la gente que conozco guarda el oro en agua", dice Lawrence.
"Infla el ego: el agua aumenta el tamaño del oro y parece que uno tiene más".
Es nuevo en el tema, pero leyó libros acerca del arte de cribar y se unió a un grupo local que ofrecía un video instructivo. Y así sale, hacia los arroyos cercanos a Nevada City, California, donde vive, intentando encontrar trozos del metal brillante.
"No se trata de hundir la criba en el agua y ver pepitas instantáneamente", dice este semi jubilado de 53 años que trabaja como sereno en la escuela local. "Hay que investigar un poco para ver por dónde corre el oro al bajar de las montañas", ya sea una zona de lecho con pocos bancos o donde la corriente se desacelera y se arremolina.
Levanta pedregullo con la criba y empieza a "lavar", agitando y descartando. Como el oro es más pesado que casi todo lo demás que hay en el arroyo, las pepitas se asientan en el fondo de la criba mientras que los materiales más livianos suben.
Lawrence es uno entre decenas de miles de estadounidenses que participan de esta mini fiebre del oro del siglo XXI. A muchos los motivó el precio alto del este metal. También, la crisis económica: no importa el precio del dólar, el oro siempre conservará su valor.
Hace un año, la Gold Prospectors Association of América, incorporaba cada semana aproximadamente cien socios que pagaban una cuota. En las épocas pico de este año, cerca de cien personas por día pagaron el arancel anual de 67,50 dólares que los habilita a buscar oro en terrenos mineros demarcados por otros miembros de la asociación.
Si el día está bien barajado, Lawrence tendrá un momento de suerte: "Se encuentran algunas partículas, es emocionante. Uno sabe que es la única persona que en millones de años puso sus ojos en esa pepita en particular".
¿Se hizo rico? No mucho. Tras cribar algunas horas puede conseguir aproximadamente una onza de oro, que hoy en día ronda los 800 dólares, menos de los 1.000 que alcanzó en el verano. A lo largo de casi un año de cribar, calcula que encontró el equivalente a 100 dólares en pepitas de oro.
"Si quisiera incrementar mis ingresos -bromea-, me iría mucho mejor consiguiendo un trabajo en McDonald's".
Muchos novatos están desilusionados con la magra cosecha. Pero Lawrence y otros buscadores han descubierto que en el solo hecho de cribar puede estar la recompensa.
"Pasar un día en el río, escuchar los pájaros y el ruido del agua sobre las rocas. No tiene igual".
ALGO MAS QUE CRIBAS
Algunos buscadores de oro van más lejos en su búsqueda. Entre las herramientas de Gloria Marie hay una palanca (que sirve también de bastón), una maza de 1,8 kg, un cincel y un aparato succionador.
Si encuentra una grieta en el lecho que parezca estar en el lugar indicado como para que se haya alojado oro en su viaje río abajo, ella trabaja horas para agrandar la grieta, después succiona el material desprendido y lo tamiza en busca de pepitas.
No hay garantía, "Les aseguro que cribé mucho en sitios óptimos, y no encontré más que arena negra."
Pero un día de suerte, criba el material y descubre pepitas cuyo tamaño puede variar "desde una arveja hasta una semilla de zapallo". No vendió ninguna pero convirtió varias en joyas.
Otros buscadores de oro invierten un poco más en equipo. Una perforadora a motor, por ejemplo, cuesta entre 1.000 y 5.000 dólares. Este dispositivo flota sobre pontones y tiene una boquilla que succiona gran cantidad de material de una grieta o del lecho.
También hay quien usa detectores de metales, que cuestan desde unos cientos de dólares hasta 4.000 dólares. Los buscadores que usan detectores pueden encontrar pepitas del tamaño de una goma de borrar de 450 gr o "kilos de cuarzo con oro", dice Jim Hutchings, presidente del capítulo Sacramento de la Gold Prospectors Association of America.
"Yo encontré pedazos de cuarzo del tamaño de bolas de bowling con dos, tres, cuatro, cinco onzas de oro dentro".
Con un baño de ácido hidroclorhídrico se separa el cuarzo, dejando al descubierto un inusual especimen de oro que puede alcanzar varios miles de dólares entre coleccionistas interesados.
SOUVENIRS PSEUDO PRECIOSOS
En el peor de los casos, en zonas turísticas, los buscadores de oro venden su material a los negocios de souvenirs, que recargan el precio y lo venden a turistas felices de pagar 5 dólares por un frasco de oro que no vale más de dos.
Dice Ken Rucker, gerente general de la American Gold Prospectors Association, que un buscador con suerte "puede salir por primera vez y encontrar una pepita de 10.000 dólares."
Y en lo que respecta a los buscadores que sólo esperan diversión, ya han aprendido un truco para amplificar lo encontrado.
"La mayoría de la gente que conozco guarda el oro en agua", dice Lawrence.
"Infla el ego: el agua aumenta el tamaño del oro y parece que uno tiene más".
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