Vivir en los laberintos del fantasma

Por EDUARDO GIORELLO

Obra de profunda raigambre romántica, "El fantasma de la ópera", de Richard Stilgoe y Andrew Lloyd Webber, se ha erigido en una cumbre del musical. Primero en Londres (donde la produjo Cameron Makintosch) y luego en Broadway, este refinado espectáculo fue un suceso, algo que se espera que ocurra en Buenos Aires donde ocupa el escenario del Teatro Opera en plena calle Corrientes.

basada en "Le fantome de l'opéra", de Gaston Leroux, la obra reúne muchas de las coordenadas que hacen a la novela romántica que al trasladarse a la escena musical no ha perdido nada de esa noble esencia que tiene que ver con la gran tradición literaria del siglo XIX. A un hábil libreto teatral, el músico inglés Andrew Lloyd Webber agregó una partitura muy inspirada que se concreta en momentos vocales y orquestales de gran impacto en el público. La historia del fantasma, que transcurre en el París de 1881, dentro del espacio barroco de la Opera Garnier, es la del amor torturado por esta figura monstruosa (que tapa con una máscara) por la joven cantante Christine Daaé, una incipiente artista que el fantasma se empeña en llevar al pináculo de la fama en la famosa sala de la ciudad luz. El amor que siente por ella lo transforma en un ser singular que pulula por camarines, puentes, pasillos y cisternas del viejo teatro parisino para amedrentar con sus misteriosas apariciones a todos los responsables de la compañía lírica que está ensayando "Aníbal", una ópera de gran espectáculo.

Arrastrada por el amor del fantasma, Christine recorre llevada por él las profundidades mágicas de la gran sala, descubriendo pasadizos y lagos inquietantes hasta un final anunciado, que habla justamente de renunciamientos, de amor sin discriminaciones y de inmolación voluntaria.

"El fantasma de la ópera" es un gran espectáculo. La producción proveniente de México que ahora se ve en Buenos Aires es un calco de las de Londres y Broadway, quizá con un poco menos brillo que en esas capitales del "musical", pero sigue siendo una valiosa experiencia teatral y sonora.

Escenografía, vestuarios e iluminación poseen el relieve y el lujo necesarios para que esta pieza maestra del género se convierta en un marco deslumbrante para que el elenco de cantantes se luzca, bajo la dirección siempre atenta de Gerardo Gardelín. El tenor argentino Carlos Vittori en el fantasma de la ópera (rol que en algunas funciones también interpreta nuestro cantante Juan Pablo Skrt) y la mexicana Claudia Cota conforman una pareja de gran mérito vocal y teatral. El resto de la compañía no le va en saga y la altura técnica del espectáculo lo consagra como uno de los más rutilantes de los que se han visto en la calle Corrientes de Buenos Aires. Si existe una honda crisis económica mundial, de la que damos fe, aquí no se percibe, tal el despliegue conseguido para poner en escena este musical paradigmático.

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