Prepotencia en dos ruedas
Por ALBERTO ALBERTENGO
| 11 de Febrero de 2010 | 00:00

Todos sabemos qué significa el vocablo prepotencia. Es más: sabemos qué es sufrir un acto de prepotencia. Sin embargo -y no es único caso- el diccionario español no lo tiene muy claro; el Prehispánico de Dudas ni lo registra, y hasta la minuciosa María Moliner evita el tema.
Para el diccionario académico, prepotencia, que viene del latín y es femenino, equivale a "poder superior o gran poder"; y como segunda acepción: "soberbia y orgullo en el mando". Cuando define prepotente aclara algo: "Más poderoso que otros o muy poderoso; altanero, muy orgulloso".
Si queremos encontrar coincidencias con lo que pensamos de prepotencia, debemos acudir a algún diccionario de argentinismos, para el caso, el Etimológico del Lunfardo, de Oscar Conte.
Aquí encontramos prepotencia, de prepo, prepear, prepotear, todos estos vocablos con el significado de "actuar violentamente; intimidar, maltratar". Al fin alguien tiene en claro la cuestión.
NO ERA LUTO, ERA MIEDO
Vamos al tema. Todo empezó hace meses. Parecía un festejo de recibida universitaria... Pero fue en aumento y agresivamente.
Puntualmente, los jueves y los domingos después de la medianoche, los motociclistas y motoqueros en caravana recorrían -y recorren- la ciudad en descanso. El ruido siguió en aumento, hubo escaramuzas, algún accionar policial aislado para simular que se atendía el problema, pero todo siguió igual o peor...
Los más veteranos, desde la experiencia, sentenciábamos: "Esto va a terminar cuando se mate alguno".
De los prepotentes no se mató ninguno, pero sí murió un inocente arrasado por el tropel impiadoso que no lo evitó tras un choque.
Por un tiempo pareció que habían reflexionado.
Pero lo que se creía un luto por remordimiento, era sólo miedo a la represión.
NOCHE E IMPUNIDAD
Y volvieron a la carga emboscados entre la impunidad de la noche y la inacción de quienes tienen obligación de cuidar el orden.
Al ruido de los motores se agregaron los escapes preparados para atronar y a los pocos pioneros de la molestia se sumaron decenas y decenas.
¿Qué satisfacción obtienen con esta práctica onanista de fastidiar al prójimo? Haría falta una cátedra entera de sicólogos y sociólogos para desentrañar si su prepotencia deriva de no haber tomado la teta cuando bebés; haber sufrido un padre que no le gustaba el fútbol, o haber aprobado matemáticas y castellano sin problemas...
Lo cierto es que todo esto empezó antes. ¿O alguien tiene dudas de que quienes andan en moto -y también en bicicleta- no respetan luces rojas, contramanos ni veredas? ("Estoy trabajando", la pizza que se enfría o el helado que se derrite, son los pretextos).
Es como si su actitud del "qué me importa" que los lleva a no respetar ninguna ley, sólo estuviera acotada por la Ley de Gravedad que no pueden evitar.
Y, desgraciadamente, así les va.
¿ACEPTAR EL MALTRATO?
Con la delincuencia, los automovilistas desaprensivos sin frenos ni seguro, y la Naturaleza tomándose venganza ya tenemos como demasiado (¿así se dice ahora?). ¿Por qué tener entonces que soportar a los prepotentes?
A los que atruenan la noche con motos de escapes sin sordina; a los que transitan con autos "tuneados" y música ensordecedora de día o de noche; a los que trasladan trasnochados festejantes en vehículos a toda orquesta que simulan tranvías... ¿Quién les dio permiso para que nos prepoteen sin piedad?
No tenemos que aceptar el maltrato.
Eleonor Roosevelt, esposa de un presidente norteamericano y luchadora de los derechos de la mujer, estampó una frase magistral que viene al caso: "Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento".
Ha llegado la hora reclamar.
changoalbertengo@hotmail.com
Para el diccionario académico, prepotencia, que viene del latín y es femenino, equivale a "poder superior o gran poder"; y como segunda acepción: "soberbia y orgullo en el mando". Cuando define prepotente aclara algo: "Más poderoso que otros o muy poderoso; altanero, muy orgulloso".
Si queremos encontrar coincidencias con lo que pensamos de prepotencia, debemos acudir a algún diccionario de argentinismos, para el caso, el Etimológico del Lunfardo, de Oscar Conte.
Aquí encontramos prepotencia, de prepo, prepear, prepotear, todos estos vocablos con el significado de "actuar violentamente; intimidar, maltratar". Al fin alguien tiene en claro la cuestión.
NO ERA LUTO, ERA MIEDO
Vamos al tema. Todo empezó hace meses. Parecía un festejo de recibida universitaria... Pero fue en aumento y agresivamente.
Puntualmente, los jueves y los domingos después de la medianoche, los motociclistas y motoqueros en caravana recorrían -y recorren- la ciudad en descanso. El ruido siguió en aumento, hubo escaramuzas, algún accionar policial aislado para simular que se atendía el problema, pero todo siguió igual o peor...
Los más veteranos, desde la experiencia, sentenciábamos: "Esto va a terminar cuando se mate alguno".
De los prepotentes no se mató ninguno, pero sí murió un inocente arrasado por el tropel impiadoso que no lo evitó tras un choque.
Por un tiempo pareció que habían reflexionado.
Pero lo que se creía un luto por remordimiento, era sólo miedo a la represión.
NOCHE E IMPUNIDAD
Y volvieron a la carga emboscados entre la impunidad de la noche y la inacción de quienes tienen obligación de cuidar el orden.
Al ruido de los motores se agregaron los escapes preparados para atronar y a los pocos pioneros de la molestia se sumaron decenas y decenas.
¿Qué satisfacción obtienen con esta práctica onanista de fastidiar al prójimo? Haría falta una cátedra entera de sicólogos y sociólogos para desentrañar si su prepotencia deriva de no haber tomado la teta cuando bebés; haber sufrido un padre que no le gustaba el fútbol, o haber aprobado matemáticas y castellano sin problemas...
Lo cierto es que todo esto empezó antes. ¿O alguien tiene dudas de que quienes andan en moto -y también en bicicleta- no respetan luces rojas, contramanos ni veredas? ("Estoy trabajando", la pizza que se enfría o el helado que se derrite, son los pretextos).
Es como si su actitud del "qué me importa" que los lleva a no respetar ninguna ley, sólo estuviera acotada por la Ley de Gravedad que no pueden evitar.
Y, desgraciadamente, así les va.
¿ACEPTAR EL MALTRATO?
Con la delincuencia, los automovilistas desaprensivos sin frenos ni seguro, y la Naturaleza tomándose venganza ya tenemos como demasiado (¿así se dice ahora?). ¿Por qué tener entonces que soportar a los prepotentes?
A los que atruenan la noche con motos de escapes sin sordina; a los que transitan con autos "tuneados" y música ensordecedora de día o de noche; a los que trasladan trasnochados festejantes en vehículos a toda orquesta que simulan tranvías... ¿Quién les dio permiso para que nos prepoteen sin piedad?
No tenemos que aceptar el maltrato.
Eleonor Roosevelt, esposa de un presidente norteamericano y luchadora de los derechos de la mujer, estampó una frase magistral que viene al caso: "Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento".
Ha llegado la hora reclamar.
changoalbertengo@hotmail.com
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