Mar de las Pampas, la playa de los bosques encantados
Ubicado a 8 kilómetros de Villa Gesell, este balneario se volvió una de las principales opciones para los que sólo buscan tranquilidadPor FACUNDO BAÑEZ Y ALEX MECKERT
| 15 de Enero de 2011 | 00:00

La naturaleza fue generosa con este paisaje: playas amplias y de arenas blancas, dunas que se pierden en el horizonte y un bosque que huele ciprés mojado cada vez que baja el sol. Son unas 300 hectáreas y una línea costera de 1700 metros, a tan sólo 8 kilómetros de Villa Gesell. Un pequeño paraíso de mar y mucho verde donde aún se puede andar descalzo, hacer una cabalgata, salir a comer en alguno de los restaurantes decorados en piedra y madera o presenciar los espectáculos en el refinado paseo de las artes. Así es Mar de las Pampas, el balneario que, por su clima relajado y distendido, se convirtió este verano en una de las principales opciones para los que sólo buscan desenchufe y tranquilidad.
Sin carpas en sus playas ni seguidilla de paradores de moda, Mar de las Pampas hace culto de la consigna de "vivir sin prisa" y es desde hace unos años el segundo de los balnearios más importantes de Villa Gesell, un municipio que ofrece 120 mil plazas de alojamiento en sus distintas variantes pero que aquí, en este rincón de apacible silencio silvestre, sólo tiene cabañas y aparts.
Sus callecitas de arena son irregulares y predominan los bancos de madera y las hamacas paraguayas. Con un centro comercial que se mimetiza con el paisaje boscoso del lugar, el balneario encuentra por estos días a varias familias que entienden las vacaciones como un momento de calma, lejos de playas ruidosas o de muchedumbres que van y vienen por los paseos peatonales. Aquí nada de eso existe. Al contrario. El espíritu new age merodea estos bosques a través de tiendas donde se ofrecen duendes, hadas, gemas o servicio de masajes al aire libre.
Al caminar por aquí, resulta difícil imaginar que a mediados del siglo pasado este lugar no haya sido más que desérticos cordones de dunas y una estela infinita de arena que iba a morir al mar. Aunque el bosque y su frondosa vegetación se empeñen en aparentar una vida de siglos, su origen se remonta al cercano abril de 1957, cuando una firma de rematadores publicó un aviso que decía: "Entre Mar del Plata y Pinamar -frente al mar en dos grandes lotes- extraordinario ofrecimiento para hombres de empresa. Por orden judicial remataremos...".
Los lotes fueron adquiridos en aquel entonces por Antonio Vázquez, Manuel Rico y Jacobo Zceltman, quienes decidieron fundar un lugar turístico que se diferenciara del resto de la costa atlántica argentina. La comercialización de parcelas se abrió recién en 1979, luego de más de dos décadas de trabajo intensivo sobre la naturaleza del lugar, realizando campañas de forestación y fijación de médanos, y sobre la planificación del desarrollo de una ciudad turística respetuosa del medio ambiente. Fueron tardes interminables en la que hubo que hacer todo desde cero.
Hoy los resultados están a la vista. Y quienes veranean en estas playas se resisten no sólo a perder su tranquilidad, sino también a que se identifique a este lugar como una suerte de Cariló a escala pequeña. Mar de las Pampas, dicen, recibe un turismo de bajo perfil y su concepto de exclusividad no pasa por los precios o las casas de marca. Alquilar una cabaña para cuatro sale en enero entre 300 y 500 pesos por día. Eso sí: por acá no se ven mansiones majestuosas ni negocios fashion en medio de un pinar. Tampoco existen los videojuegos ni las discotecas. El asfalto no se ve por ningún lado y, a veces, según lo marque el viento, la señal del celular desaparece como por encanto del bosque.
Sin carpas en sus playas ni seguidilla de paradores de moda, Mar de las Pampas hace culto de la consigna de "vivir sin prisa" y es desde hace unos años el segundo de los balnearios más importantes de Villa Gesell, un municipio que ofrece 120 mil plazas de alojamiento en sus distintas variantes pero que aquí, en este rincón de apacible silencio silvestre, sólo tiene cabañas y aparts.
Al caminar por aquí, resulta difícil imaginar que a mediados del siglo pasado este lugar no haya sido más que desérticos cordones de dunas y una estela infinita de arena que iba a morir al mar. Aunque el bosque y su frondosa vegetación se empeñen en aparentar una vida de siglos, su origen se remonta al cercano abril de 1957, cuando una firma de rematadores publicó un aviso que decía: "Entre Mar del Plata y Pinamar -frente al mar en dos grandes lotes- extraordinario ofrecimiento para hombres de empresa. Por orden judicial remataremos...".
Los lotes fueron adquiridos en aquel entonces por Antonio Vázquez, Manuel Rico y Jacobo Zceltman, quienes decidieron fundar un lugar turístico que se diferenciara del resto de la costa atlántica argentina. La comercialización de parcelas se abrió recién en 1979, luego de más de dos décadas de trabajo intensivo sobre la naturaleza del lugar, realizando campañas de forestación y fijación de médanos, y sobre la planificación del desarrollo de una ciudad turística respetuosa del medio ambiente. Fueron tardes interminables en la que hubo que hacer todo desde cero.
Hoy los resultados están a la vista. Y quienes veranean en estas playas se resisten no sólo a perder su tranquilidad, sino también a que se identifique a este lugar como una suerte de Cariló a escala pequeña. Mar de las Pampas, dicen, recibe un turismo de bajo perfil y su concepto de exclusividad no pasa por los precios o las casas de marca. Alquilar una cabaña para cuatro sale en enero entre 300 y 500 pesos por día. Eso sí: por acá no se ven mansiones majestuosas ni negocios fashion en medio de un pinar. Tampoco existen los videojuegos ni las discotecas. El asfalto no se ve por ningún lado y, a veces, según lo marque el viento, la señal del celular desaparece como por encanto del bosque.
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