El momento más feliz de Narda
| 3 de Julio de 2011 | 00:00

No siempre es la desgracia la que golpea la puerta. A veces, muchas veces en realidad, la felicidad también decide ir de visita. Para la pareja formada por el director de cine Alejo Rébora y la chef Narda Lepes la visita más esperada se hizo presente el día en que Narda supo que estaba embarazada. Fue el broche de oro de un hogar al que no le faltaba nada. Lo que siguió a la noticia fue la demostración de que el nombre Narda realmente significa "valiente, audaz". Porque desde el cuarto mes los médicos la obligaron a hacer reposo absoluto.
"Como era algo que debía hacer por la beba no me costó -confiesa-. Fui muy obediente: me quedé quieta, no comí papas...Y miré mucha tele basura que no me hiciera pensar ni un minuto en mi situación. ¡No me perdía ni un programa de chimentos, ni una gala de Gran Hermano! Claro que en un momento me saturé y me puse a hacer muñequitos de tela para Leia".
Se necesita ser muy valiente, o tener mucha fe, para estar cinco meses postrada en una cama, prácticamente inmóvil y rogando para que todo salga como debe salir. Pero como es cierto que las mamás tienen un Dios aparte, Narda no libró sola su pelea. Cada día, cada hora del embarazo podría decirse, estuvieron a su lado sus tías Vivi y Coyi, que desde el día en que murió la mamá se convirtieron en sus madrazas. Ellas le dieron un consejo que sigue al pie de la letra: "Guiate por el instinto".
LA MALCRIADA
"Es una malcriada -comenta Narda-. Todos la quieren tener a upa. Y bueno...es la primera nieta de los dos lados. Y la primera sobrina, porque tanto Alejo como yo tenemos hermanos más chicos. Por suerte nos deja dormir bastante. Si pienso que hace un par de años dormía menos por el trabajo, ahora no me molesta en absoluto. Tampoco me asusto por todo. De hecho, durante el primer mes y medio llamamos al pediatra una sola vez".
Como es inevitable en estos casos, hubo un pariente muy especial con el que hubo que negociar para tenerlo a favor. Ese pariente es Chiru, la perra que hasta la llegada de Leia era la mimada de la casa. La negociación que estableció Narda fue, por lo menos, original. Tanto, que los médicos cuando la escuchan se agarran la cabeza.
"Los últimos cuatro meses de mi embarazo la tuve a Chiru pegada a mí -cuenta-. Y cuando nació Leia hicimos una movida para que la conociera antes de llevarla a casa. Mandamos un radio taxi desde el Sanatorio Otamendi con un pañal para que Chiru lo oliera...¡Bien ridículo!. Pero apenas la vió, la perra la reconoció y ahora la cuida, le chupa la cabeza, la oreja...".
Por supuesto, cada pariente, desde la mamá y las abuelas, pasando por el papá y los tíos, todos le ven a la beba algo suyo. La boca y los labios gorditos son de la mamá. Los ojos, desde ya, son del papá. Claro, estas son opiniones. Las hay muy distintas. El otro tema, tan inevitable como el primero, es qué será Leia en el futuro.
La mamá, dueña de la bola de cristal que muestra el futuro, como todas las mamás, la tiene clara: "¡Me la imagino entre cacerolas, con la cara llena de comida! Yo quiero que sepa cocinar, que sepa hacerse un omelette, que sea independiente con respecto a la comida aunque se dedique a la ingeniería, para que pueda comer bien y rico cuando quiera".
CERO VIOLENCIA
Mientras llega el futuro, por ahora lejano y siempre imprevisible, Narda tomó algunas decisiones que tienen que ver con el presente. Para empezar, no la peló como es costumbre. Ni le puso los tradicionales aritos. El motivo: las dos costumbres le parecen violentas para el bebé. Y algo más: "Ni loca voy a dejarla llorar en la cuna".
Mientras la malcría, que es la forma más pura del amor, Narda dice "hoy soy feliz. Pero antes también lo era. Leia vino para hacernos más felices. No vino para arreglar las cosas sino para recibir todo nuestro amor. Escribí dos libros, acabo de tener una hija y si bien es cierto que no planté un árbol, planté unas macetitas en la terraza. No sé si cuentan. Me gustaría tener -como tuvo mi mamá- una mini huerta. Pero es mucho trabajo y me tendría que mudar. Por ahora, las macetitas me alcanzan".
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