La Maradona de los mares

Por HIPOLITO SANZONE

En una tarde soleada de noviembre de 2004 el capitán de navío Pablo Vignolles estrechó mi mano y con una sonrisa amplia me dio la bienvenida al puente de mando. La Fragata Libertad había atracado en el Astillero Río Santiago para una reparación que duró casi tres años e incluyó hasta el cambio de la cubierta principal y las reformas para que por primera vez pudiesen embarcar mujeres. “Aquí han estado reyes, príncipes, jefes de Estado y gente común y corriente como usted y yo”, dijo el capitán Vignolles y empezó a darme detalles del increíble mobiliario, de su historia y su linaje.

Después de 37 vueltas al mundo la Fragata Libertad regresaba a Ensenada y la experiencia única de recorrerla por dentro tenía el valor agregado de los emocionados relatos de viejos obreros del Astillero que se acercaban al muelle porque ellos, decían, “habían estado ahí”.

Y entre gestos de asombro contaban que “esta escalera la soldé yo; aquellos herrajes son míos”.

Tuve el privilegio de zambullirme en la Fragata cuando los sopletes empezaban a levantar la vieja cubierta después de 50 años bancándose el coletazo de olas gigantes por todos los mares del mundo.

“La Maradona de los mares, otra vez en casa”, titulamos ese día.

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