No todos mueren de pie: una guía para evitar accidentes con árboles

Los cuidados que se deben tomar para sostener el patrimonio forestal de la Ciudad

Corteza suelta, huecos en el tronco, decaimiento del follaje, proximidad con alguna obra reciente de las empresas de servicios, copa desbalanceada por podas drásticas... Los factores de riesgo para la estabilidad de los árboles de la Ciudad son múltiples, y algunos de ellos no tan sencillos de detectar. Plagas e intervenciones humanas conspiran contra la salud de los ejemplares, que con frecuencia contradicen el antiguo axioma, y no logran morir de pie.

Los especialistas advierten que ningún diagnóstico, incluyendo los de ojos entrenados, es ciento por ciento confiable

Los especialistas coinciden en que la interpretación de los indicios de decrepitud es crucial para prevenir accidentes, aunque advierten que ningún diagnóstico, incluyendo los de ojos entrenados, es ciento por ciento confiable. Y que eventos naturales como los temporales recientes suelen trastocar toda lógica.

"Los árboles son seres vivos, y como tales tienen un margen de impredecibilidad importante", señala el ingeniero forestal Patricio Dowbley: "si bien es posible técnicamente detectar las anomalías, que en algunos casos son muy evidentes y en otros no tanto, es complicado establecer en qué grado pueden influir en la estabilidad de un ejemplar, y bajo cuáles circunstancias. Las últimas tormentas de verano son un ejemplo: han caído árboles sanos, mientras a pocos metros quedaron en pie otros visiblemente deteriorados".

La adaptación de los árboles a su entorno, su sanidad y desarrollo están condicionadas, principalmente, por una correcta selección de las especies -de acuerdo con su forma, su follaje y sus dimensiones en edad adulta-; por el uso de las técnicas apropiadas de plantación -tamaño de los pozos, calidad del suelo y los tutores-; y por el cuidado que se les ofrece en sus primeros años -tanto en el vivero como en la vía pública-.

A partir de ese momento, entran a tallar los otros factores, casi omnipresentes: plagas, podas, obras, edad. Para Dowbley "una de las agresiones más frecuentes y relevantes está vinculada con las alteraciones que provocan las empresas con sus zanjas en trinchera; no se toma al árbol como parte del paisaje, se lo desancla y debilita con el corte indiscriminado de raíces. Pierde estabilidad, por lo que no es raro verlo inclinándose hacia la calle, y se le quita una enorme fuente de nutrientes. A las firmas se les debería exigir la contratación de un profesional idóneo, y al municipio le cabría auditar los trabajos realizados".

Se sabe, la forestación ofrece beneficios esenciales para la vida urbana: purifica la atmósfera, regula las temperaturas extremas, filtra vientos y atenúa ruidos. A estos se les suma el aporte estético, una pausa verde -que se torna multicolor durante la época de floración- entre las moles de cemento y vidrio. En la actualidad, es inconcebible una metrópolis saludable sin árboles en abundancia.

En este contexto, no es lo mismo plantar en un parque que en una plazoleta, en una vereda céntrica o en una rambla. En general, se considera que un árbol es apto para el arbolado urbano cuando tiene buena adaptación al clima y al suelo, presenta un tronco recto y libre de ramas hasta al menos los dos metros de altura, y que posea follaje caduco, con lo que dará sombra en verano y dejará pasar el sol en invierno.

CLASIFICACION

Los especialistas del Ministerio de Asuntos Agrarios clasifican las especies según su aptitud para poblar veredas angostas, medianas, anchas y parques. Entre las primeras, citan a los crespones, fresnos dorados y ciruelos de jardín. Para las veredas medianas -que junto con las anchas son mayoría en nuestra ciudad-, recomiendan los fresnos americano y europeo, las catalpas, los sicomoros, los castaños de la India y las acacias de Constantinopla. Y para las más amplias, los jacarandás, tilos, lapachos, plátanos y tipas. En plazas y parques el abanico se abre, incluyendo paraísos, plátanos, álamos, tilos, tipas, jacarandás y gingkos biloba, entre otros.

El estudio caracteriza las especies de acuerdo con varios ítems: "comportamiento ante la poda", "comportamiento de las raíces", "problemas sanitarios" y "riesgo de caída o desrames", entre otros. En el último rubro, a los plátanos (platanus acerifolia), fresnos europeos y americanos (fraxinus excelsior y pensilvanica), jacarandás (jacaranda mimosifolia), sóforas (styphnolobium japonicum) y tilos (tilia moltkei), que se cuentan por miles en la Ciudad, se les otorga un grado "bajo". En cambio, a los paraísos (melia azedarach), acacias bola (robinia pseudoacacia), arces (acer negundo) y eucaliptos (eucaliptus), de "mediano a alto".

Concretamente, el plátano tiene un buen comportamiento ante la poda, raíces "agresivas", y es afectado por enfermedades como la antracnosis y la cochinilla cerosa. El fresno americano, raíces poco agresivas, resiste bien las podas, y no tiene problemas sanitarios significativos. El paraíso sombrilla, raíces poco agresivas, baja tolerancia a las podas, y escasos problemas sanitarios.

El tilo tiene raíces agresivas, y buen comportamiento ante la poda. La sófora, raíces poco agresivas, buena tolerancia a podas, y pocos problemas sanitarios. La catalpa, buen comportamiento ante las podas, raíces poco agresivas, pocos problemas sanitarios, y bajo riesgo de caída y desrame. La acacia bola, raíces poco agresivas, buen comportamiento ante la poda, pero es afectada, como las tipas, por la "chicharrita de la espuma". Los arces tienen raíces agresivas, baja resistencia a las podas, y sufren los ataques de hongos, taladros y bichos canasto,

ARBOLES Y EDIFICIOS

Un trabajo elaborado por el ingeniero Eduardo Pire, investigador del Conicet y docente de la facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario, pone de relieve la influencia que tienen sobre la forestación las alteraciones en la luminosidad y velocidad de los vientos que provocan las nuevas torres y edificios con sus solados, muros de colores reflectantes y conos de sombra. "Zonas muy sombreadas pueden forzar desarrollos desbalanceados, que terminan afectando la estabilidad final de los ejemplares" subraya el profesional: "además, las luces artificiales también alteran la longitud del día o fotoperíodo, importante en los procesos fenológicos".

En su documento, Pire precisa que "los vientos se incrementan luego de pasar los límites de los obstáculos, por lo que las edificaciones pueden proteger ejemplares o favorecer su caída; en algunos casos, las nuevas construcciones concentran los vientos formando gigantescos 'venturis' que afectan los ejemplares adultos des-adaptados a este nuevo tipo de stress, por lo que son derribados".

IMPREDECIBLES

El ingeniero forestal Patricio Dowbley remarca que "los árboles tienen un margen de impredecibilidad importante". Las últimas tormentas de verano son un ejemplo: han caído árboles sanos, mientras a pocos metros quedaron en pie otros visiblemente deteriorados.

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