Vanesa González: a su juego la llamaron

Nunca se achicó. A los 25 años Vanesa González se le animó a los papeles más comprometidos. Esos que obligan a una actriz a poner en el escenario todo lo que tienen y un poco más. En teatro, su medio ambiente natural, fue "Ana Frank", la adolescente judía que intenta sobrevivir al terror nazi escondida en un sótano. O Anne, la hija que descubre la verdad monstruosa que oculta su padre, en ese clásico inolvidable que es "Todos eran mis hijos".

Ahora, pero en la televisión, es lo más parecido a una versión para adultos de Caperucita Roja, el cuento de terror más leído de la literatura universal. De hecho, en la imaginación de los televidentes la versión de Vanesa no es, precisamente, un cuento infantil. Lo admitan o no, la imaginan con una capa roja que no muestra pero muestra, una lencería que mata y la mirada de una adolescente capaz de todo. Resultado: se despierta el lobo que duerme en cada hombre. Y ella lo sabe.

Por lo tanto, la pregunta obligada en este caso, es porqué aceptó protagonizar "Lobo" junto a Gonzalo Heredia. "Con Lobo decidí dedicarme a disfrutar -confiesa-. Me permite entrar en la casa de un montón de personas. Es un ida y vuelta: eso genera que mucho después me vayan a ver al teatro".

"Otras veces pude combinar teatro y televisión, pero Lobo me lleva todo el día -agrega-. Me levanto a las seis de la mañana y no vuelvo hasta la noche. No tengo voluntad para mucho más, pero está buena la experiencia de trabajar solo en la tele y no tener que salir corriendo al teatro".

Y agrega lo que para ella es una declaración de principios: "Para mí la actuación es un juego donde uno puede equivocarse y experimentar. A veces, incluso, hay que atreverse a hacerlo mal. Admito que a medida que pasa el tiempo me atrevo más y más a probar. Igual soy súper exigente y un mínimo error me arruina el día. Estoy aprendiendo a alivianar eso, pero lamentablemente soy así en todos los aspectos de la vida".

UNA LARGA AVENTURA

Para Vanesa la aventura de ser actriz comenzó a los 16 años cuando decidió estudiar actuación con Lito Cruz. Un maestro con el que tiene una relación paternal, ya que lo conoce hace más de diez años. Pero lo cierto es que más allá de sus estudios profesionales, siempre hizo gala de una imaginación fuera de serie.

"Jugaba a ser mamá perro -cuenta-. Mis peluches eran mis cachorros y yo los llevaba con la boca de un lugar a otro. Podía estar horas jugando a eso, o disfrazarme mientras veía películas de Disney para actuarlas. Era la típica que imitaba a la familia en las reuniones. Todos se reían pero yo lo tomaba con mucha seriedad. Para mí era difícil pensar en otra cosa, porque desde chiquitita quería ser actriz. Es más, siempre sentí que podía actuar. De no hacerlo creo que hubiera estudiado psicología. Es una carrera que me intriga y por eso me atrae".

En realidad, y no vacila en admitirlo, también le atraen los hombres que la intrigan. Es decir, que además de aventureros y sensibles, tengan algo de misterio. "Siempre me gusta descubrirlos de a poco -confiesa-. Soy curiosa y me gusta meterme en la boca del lobo".

Para suerte de sus fans, en este momento no hay lobo a la vista. "Hace tres meses que terminé mi última relación -cuenta-. Mi novio era Iván Ferrigno, el nieto de Norma Leandro. Nos conocimos estudiando canto. Pero ahora estoy sola y bien, muy bien. Con Iván crecí mucho. Es muy buena persona".

Vanesa está sola y quiere estarlo. En su departamento pintado de rojo y azul, con las fotos de sus actores favoritos pegadas en las paredes, escucha música a todo lo que da, canta como una loca mientras se baña o se pasea desnuda por toda la casa. Lee y come cuando se le da la gana. Sale con amigos, hace gimnasia, va al teatro o se pone a escribir. Al lado de su cama está siempre un libro de la legendaria Alejandra Pizarnik, poeta que murió trágicamente.