En busca de una casa ecológica

La aspiración de vivir en una casa ecológica se extiende en el mundo. Arquitectos jóvenes y nuevos emprendedores idean nuevas opciones. Esta tendencia se observa, sobre todo, en Europa, a partir de la confluencia del interés medioambiental con la crisis económica. Así, en el viejo continente comienzan a considerarse a contenedores de barcos o fardos de paja como alternativas baratas y, sobre todo, sanas, para construir una vivienda.

Por extraño que parezca, una vivienda puede ser asequible al bolsillo y respetuosa con el medioambiente. Algunas de estas propuestas de construcción proceden de técnicas antiguas, ya olvidadas y consideradas obsoletas. Materiales que en su día fueron usados para construir aldeas y ciudades, y que luego fueron sustituidos por otros supuestamente más modernos y de mejor calidad.

Aunque por ahora a escala reducida, adobe, caña o paja vuelven a ser protagonistas de la construcción en Europa. Lo explican dos tendencias: el interés ecológico y la crisis económica. En este marco, también hay otras alternativas nacidas de la observación y el estudio que surgen en países como España, como el reciclado de contenedores.

Aunque parezca una fórmula extravagante, las explicaciones que ofrece José Luis Santín, gerente y socio fundador de la empresa Contenhouse, satisfacen las dudas que pueden asaltar al respecto: "Partimos del contenedor, que es de segunda mano, y todos lo materiales que utilizamos en su transformación son reciclados o reutilizados y se pueden usar en el futuro, cuando acabe la vida útil de la casa".

VIVIR EN UN CONTENEDOR

Contenedores de navieras que, al cabo de una serie de usos, y cuando ya se deshacen de ellos, son recogidos por un equipo formado por trece personas que se encargan de "prepararlos y acondicionarlos para convertirlos en viviendas con materiales ecológicos, desde el aislamiento, que es de fibra de madera y de yeso para las paredes, hasta el sistema de plomería etc., materiales reciclados o que se pueden volver a utilizar", subraya Santín.

El 40 por ciento de todos los productos minerales y metálicos son usados en construcciones, mientras la fabricación de hormigón -el material de construcción más común en el mundo- usa enormes cantidades de energía. Santín señala que "la demolición de una vivienda de hormigón y su reciclado tiene un coste exageradamente elevado".

Como piezas de un juego de construcción infantil, las casas hechas de contenedores se arman según las necesidades de sus habitantes. Como explica el promotor de esta idea, "las estructuras de los contenedores miden entre 15 y 30 metros cuadrados aproximadamente y, a partir de ahí se puede ir ampliando la vivienda, con uno, dos, tres o cuatro contenedores, conformando desde viviendas unifamiliares o, incluso, edificios que pueden llegar a tener hasta cinco pisos. Se pueden ir acoplando, hacerlos modulables o ampliar la casa en un futuro. Y una vez que sale de fábrica va todo equipado, con la cocina, el baño, etc., lo único que se hace in situ es rematar la unión entre los contenedores".

La resistencia de estos contenedores es obvia puesto que tienen que estar preparados para las condiciones climatológicas extremas de su vida en el mar.

"Tienen que tener una gran resistencia al salitre y a todas las inclemencias con las que se puedan encontrar pero, además, nosotros los preparamos por fuera para aumentar esta resistencia y para que, además, estén ventilados, así llegan a tener más durabilidad que una casa de hormigón", indica Santín.

Resulta un tanto chocante decir que uno vive en un contenedor pero, como argumenta Santín, "la crisis ha cambiado mucho la mentalidad de la gente, ahora está más abierta a otras opciones, porque ya no está dispuesta a pagar las hipotecas que se han estado pagando por viviendas demasiado caras. Nuestros clientes, por ahora, son particulares de entre 25 y 45 años".

La empresa, que se encuentra en Bilbao (norte de España), ya ha conectado con gobiernos latinoamericanos y también con Libia.

"En Latinoamérica hay muchas posibilidades de crear viviendas sociales y los gobiernos apoyan programas para eliminar el chabolismo y la infravivienda. Nosotros estamos intentando involucrarnos en ese mercado y ofrecer también esa posibilidad a ACNUR para crear campos de refugiados, hospitales de campaña o instalarlos en zonas mineras", argumenta Santín.

CONSTRUIR CON MATERIALES TRADICIONALES

La bioconstrucción ha recuperado las técnicas tradicionales, con adobe, caña, tierra o paja que mantenían el equilibrio con el medioambiente y cuyos materiales naturales y locales usaban mucha menos energía.

Alejandro López, licenciado en Arte y Diseño, especialidad en Arquitectura Interior y Diseño Industrial del Instituto Superior de Arte y Diseño Halle- Buró Giebichenstein, (Alemania), lleva siete años con su equipo inmerso en un proyecto denominado "Casa de Paja", en Valencia (este de España).

"Durante estos años nos hemos dedicado a la bioconstrucción con balas de paja principalmente -dice el arquitecto-, y ahora estamos intentando poder dar servicio profesional de asesoría y formación a la autoconstrucción, así como servicios de obra".

"La paja tiene muchas ventajas y es, posiblemente, el único de los materiales de construcción que se regenera constantemente porque es un residuo de la producción alimenticia que se utiliza para la alimentación de animales, establos, acolchados de los campos. Pero una gran parte de la paja se quema, se deshecha. Hay una curiosa estadística de Inglaterra que dice que con la paja que se quema en ese país se podrían construir 450.000 viviendas al año", señala el arquitecto.

Alejandro López explica que "cuando hablamos de construcción de paja nos referimos a balas de paja, es decir, bloques. Hace algo más de cien años que éstos se fabrican con maquinaria y, por sus dimensiones, más o menos 1 metro por 50 centímetros de ancho y 35 de alto, resulta muy fácil de manipular y utilizar como un gran bloque que ocupa el volumen de 65 ladrillos".

"Se pueden manejar entre una o dos personas porque son muy livianas, llegan a pesar como máximo entre 20 o 25 kilos una pieza, y su costo es, por supuesto, bajísimo porque es un residuo. Generalmente lo que más cuesta es su transporte o su almacenaje", precisa el bioconstructor.

Además de las facilidades que ofrece para la construcción, López indica las características que tiene en la edificación. "La paja es uno de los mejores aislantes térmico y acústico que conocemos, ya que para lograr el mismo nivel de aislante que consigue la paja en un muro, necesitaríamos 36 centímetros de lana de roca, por mencionar un aislante industrial, y por cuestiones de costo nunca se utilizaría tanta cantidad".

Las construcciones de paja ya han ganado mucho terreno en países como Austria, Alemania, Canadá o Australia donde se aplica en viviendas urbanas.

"Nosotros hemos creado una taller escuela donde entre el 30 y el 50 por ciento de los participantes son arquitectos que quieren reciclarse. Es importantísimo que los arquitectos se comprometan, porque son los que realmente pueden dar a la bioconstrucción más posibilidades de uso", concluye Alejandro López.

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