Rosita, la nena que con sacrificio y estudio escribió una nueva historia para su familia

EL DIA publicó su historia hace dos meses. Los cambios

Esfuerzo, sacrificio, humildad y dedicación casi plena al estudio son valores que hoy no se encuentran a la vuelta de la esquina. Menos aún concentrados en una sola persona. Y de 11 años. Pero hay excepciones a la regla. Cuando a mediados de mayo este diario contó en la columna de los abanderados el día a día de Rosa Cappelletti, miles de personas de todo el país quedaron impactadas. Una pequeña con promedio 10 que estudiaba a la luz de una vela porque en su casa no hay electricidad; que -lógicamente- llevaba una vida ajena a la de la TV e internet; que cada día se levantaba a las 5 y media y recorría 4 kilómetros en una vieja bicicleta para llegar a la parada del micro; que, así y todo, tenía asistencia perfecta, y que en su escuela -la N° 23 de Villa Montoro- la destacaran sobre todas las cosas por su sencillez y generosidad, no parecía ser una historia corriente ni mucho menos. Es por ello que la gente se conmovió, pero también se movilizó. Y hoy, a Rosita, sus nueve hermanos y sus padres les está cambiando la vida.

Están a un paso de tener luz. La niña recibió una beca de estudios y otra para aprender danza, una de sus dos pasiones. Le regalaron una biblioteca de Historia -su otra debilidad- de un valor incalculable. Otras niñas de otra escuela le compraron una bici nueva. Le donaron un grupo electrógeno. Pero además no pararon de lloverle muestras de afecto y de cariño, expresadas en decenas de cartas con origen en distintos lugares del país, que “no dejan de llenarnos de orgullo”, relata su mamá, Rosa Delgado, quien sentencia: “Todo esto lo logró ella, con su esfuerzo”.

dinero, no

De la bondad y pureza que caracteriza a la familia Cappelletti, que vive en la soledad de un paraje de Villa Garibaldi que se extiende alrededor del cruce de las calles 122 y 670 -a esa altura desdibujadas o en pésimo estado-, son testigos las maestras y directivas de la Escuela 23, adonde se dirigieron todos los llamados destinados a brindarle ayuda a Rosita.

“Muchos les ofrecieron subsidios, pero ellos no quieren dinero”, comentaron una y otra vez en el colegio. Sólo aceptaron aquello que podía mejorar la educación de la niña, su calidad de vida y, por extensión, la de sus numerosos hermanos.

No obstante, lo que cambiará sustancialmente la vida familiar, caracterizada por una “feroz” austeridad, será la llegada de la electricidad. “Plata no. Para mejorar la calidad educativa de nuestros hijos, lo que necesitaríamos es luz”, había expresado con inusitado énfasis mamá Rosa a fines de mayo.

El jueves último, a cada lado del largo camino de tierra que Rosita transita diariamente para ir al colegio, los postes de luz iban enmarcando la calle -convertida en fango puro tras la lluvia de la noche anterior- hasta la tranquera del terreno. “Pocos días después de que salió la nota en el diario vino a vernos la secretaria de la delegada municipal. Luego, lo hizo ella en persona, y nos indicó con quien debíamos hablar en Edelap. Fuimos e iniciamos el expediente con el pedido de la línea”, resumió Rosa Delgado, y añadió: “Nos va a cambiar la vida... Es un sueño, que se acerca lentamente”.

la luz de agosto

La prestataria del servicio informó, consultada por este medio, que “a principios de este mes personal de la empresa inició una importante obra que incluye, entre otras cosas, la instalación de más de 2.000 metros de red de distribución en media tensión para alimentar la casa de la familia Cappelletti. Ya se realizó el aplomado de los postes necesarios, y la semana que viene comenzará el tendido del cableado. Se estima que las instalaciones quedarán energizadas a inicios de agosto”.

Si se cumple ese cronograma, Rosita ya no necesitará de velas para leer los “gordísimos” libros de Historia que le regaló, de su biblioteca personal, Abigail Montoro. Sus hermanas Laura y Patricia, que cursan 3° y 6° año en la Media 26 de 4 y 63, donde también son abanderadas, ya no tendrán que ir a recargar las netbooks a lo de su tía para poder completar la tarea. También podrán abandonar la tarea, hasta ahora ineludible, de calentar la plancha en la cocina. Y, quien sabe, quizás puedan reemplazar la TV de 10 pulgadas en blanco y negro donde miran, si el viento no castiga a la antena, Floricienta y otros programas juveniles.

Todas las ayudas se canalizaron a través de la escuela. “Luego (de pasar por el colegio de 7 y 601) el señor Montoro vino a casa un sábado con los libros y se quedó casi una hora”, ejemplificaron Rosa y su esposo Angel, quien trabaja en el tambo de su hermano ordeñando vacas a mano y “haciendo changas, porque si no, no alcanza”, asegura.

historia...

Rosita ya colocó los libros prolijamente en una estantería, ubicada en la entrada del gran salón que domina y caracteriza a las típicas casas de campo. Los muestra sin poder abandonar su enorme timidez y su imborrable sonrisa, mientras su hermana Verónica, alumna de 1° año de Veterinaria, se ocupa de la comida. Dos de los varones se suman a ver los “hermosos” volúmenes. Son Federico (9) y Angel (20). El pequeño está en 4° grado y el mayor retomó los estudios y se encuentra a punto de finalizar el secundario mediante el plan Fines.

...y danza

Los lunes y los miércoles, Rosita y su madre tienen que realizar un largo viaje hasta el centro. Pero con gusto. Es que Marta Cipriano, la fundadora de la Escuela de Danzas que lleva su nombre desde 1947, le otorgó una beca cuando leyó que “su sueño era estudiar danza. Primero se enganchó con danza jazz, y ahora con la comedia musical. Tiene una avidez y una facilidad para aprender increíbles”, cuenta Marta, y adelanta que pronto se presentará junto a sus compañeras en el Teatro Coliseo.

Por otra parte, “la esposa del gobernador (Daniel Scioli) le va a dar una beca de estudios por 3 años”, añaden los Cappelletti.

Pero hay un gesto que no dejan de valorar. “Las chicas del Instituto de Enseñanza (66 entre 11 y 12) -cuenta mamá Rosa- organizaron rifas y juntaron dinero para regalarle una bicicleta nueva”, una bici rosa y blanca que ahora la lleva cada día hasta calle 7 a tomar el micro.

¿Y cómo logró Rosita todo esto? Estudiando. Afrontando con una sonrisa el sacrificio cotidiano. Manejándose por la vida -como siempre le inculcaron en su hogar- con “perfil bajo” y “humildad”. Y estudiando. En su querida Escuela Pública N° 23.

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