Mala alimentación y falta de actividad física explican el auge de la obesidad infantil

Ultimos informes médicos que analizan los graves riesgos que causan en la salud de los chicos las llamadas “comidas rápidas”, reveladores, por caso, de que consumir un menú diario en una cadena de hamburgueserías equivale a ingerir dos comidas y media caseras e implica excederse en un 18 por ciento en el aporte calórico y en el requerimiento de sodio, constituyen un serio llamado de alerta y obligan a las autoridades sanitarias a impulsar en forma perentoria acciones y campañas preventivas. Ello, en un contexto en el que más de la cuarta parte de la población infanto-juvenil de Argentina -1.835.806 chicos-, registra sobrepeso y obesidad.

Tal como se detalló en una nota publicada en este diario, el estudio “Fast Food y obesidad: una alternativa equivalente”, fue realizado por la Fundación Daat, especializada en el tratamiento de la obesidad y la diabetes, y se desarrolló en base al análisis del menú típico más consumido por los adolescentes en los tres sitios de comidas rápidas.

De acuerdo al informe, los adolescentes consumen un 103,5 por ciento de sal con este menú, cubriendo lo que se recomienda de sodio para un día entero, según explicó una médica nutricionista, directora de la Fundación y de la investigación.

En cuanto a la ingesta de grasas, un chico consume en una sola comida de “fast food” más de la mitad de las grasas que debiera consumir en el día, un 60,2 por ciento, de las cuales un 24,1 por ciento son saturadas es decir, las que más se relacionan a eventos cardiovasculares y favorecedoras al desarrollo de depósito de colesterol en las arterias.

Lo cierto es que, además, en los últimos años muchas fuentes médicas han venido expresando que en las nuevas generaciones están cayendo en desuso prácticas tales como andar en bicicleta, correr o participar en distintos deportes. Y que, en reemplazo de esas actividades, muchos chicos no sólo permanecen muchas horas frente a la televisión o ante las pantallas de internet, sino que a ello debe sumársele el auge de juegos como la play station que los mantiene sentados en un sillón durante todas las horas de ocio.

También debe tenerse en cuenta el incremento del consumo de productos con altos contenidos de grasa y azúcares, entre ellos las golosinas, los snack, las galletitas, los jugos artificiales y las gaseosas, convertidos en alimentos favoritos de niños y adolescentes.

La mala alimentación, el consumo excesivo de comidas ricas en hidratos y carbonos, la adicción a las golosinas y a las llamadas comidas basura, así como el sedentarismo influyen decisivamente, junto a lo s factores genéticos, en la propagación de la obesidad.

Como en tantas otras enfermedades, resulta necesario que se promuevan -especialmente desde los ámbitos oficiales de salud- distintos programas de prevención así como también intensas campañas de concientización en la población. Básicamente, tal como lo indican los especialistas, hacen falta más lugares que puedan destinarse al tratamiento de los chicos, impulsándolos a realizar actividades físicas y a desarrollar una vida más sana que la que llevan. Tal como señaló una especialista, el tratamiento de los menores se estructura sobre dos pilares: la dieta y la actividad física.

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