¿Hay códigos en el amor?

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

Marcelo Tinelli y Guillermina protagonizan el romance del año. Se lo confesaron a las pantallas (Twitter o TV), como corresponde. La revelación despertó la ira de Andy Kusnetzoff, amigo del tercero en discordia, Sebastián Ortega, ex de Guillermina. Para Andy, Tinelli no tiene códigos y ella no tiene paciencia. Desde su programa “Los perros de la calle” cargó contra la pareja: menospreció el flechazo, habló de plazos y olvidos y dijo que ella, que se separó hace seis meses, debería esperar un poco más antes de intentar una nueva vida.

Tinelli ha venido eligiendo la revelación indirecta para dar a conocer sus novedades amorosas. Apeló a Gasalla para blanquear su separación. Y a Jorge Rial para ventilar su nuevo amor. Y ella también usó el mismo cartero: después de acordar el tono de esta primicia simultánea, Guillermina eligió el twitter para pasar en limpio su nuevo romance. “Primer tweet desde mi cuenta oficial. ¡Todo un debut!”. Y la palabra “debut” nunca fue tan prometedora.

Los estudiosos de los flechazos saben que se trata de una pasión que acaba dominando a su clientela. Y que atrapados en esa ensoñación, los códigos van perdiendo peso a medida que avanza el metejón. Los políticos, los deportistas, los famosos hablan de códigos. Y lo asocian a la palabra traición. Es un pacto o suscripto que propone cierto manual de uso para acomodar sentimientos y ambiciones a los dictados de las buenas costumbres.

Las malas lenguas dicen que Tinelli en su afán por recuperar rating está recurriendo al “fuera de cámara”. Primero fue San Lorenzo, pero el vínculo no terminó de identificarse. Ahora, el amor, que es otra forma de la pasión y que le dará tanta faena como el fútbol. Los amores siempre roban tiempo y atención. Pero también son fuente de inspiración para figuras de esta talla que, con todas medallas conseguidas, deben necesitar algunas incertidumbres para seguir poniéndose a prueba. Lo de ella es distinto: viene de una ruptura, con tres hijos y bajo perfil. Será un cambio decisivo. Deja su rol de ama de casa en la sombra para subirse de la mano del más exitoso a un escenario lleno de reflectores.

En tres días de noviazgo, Guillermina tuvo que aprender a gestionar los sinsabores de alta exposición. Y a devolver golpe por golpe. Andy la acusó de no respetar el pasado. Y ella respondió con soltura: “uno no espera, vive el presente”. Y entreabrió una puerta: “Nos estamos conociendo con Marcelo”. ¿Habrá que conocerse tanto? También en la pareja, a veces puede ser mejor lo que queda fuera de cámara. Pero Andy insiste con códigos y respeto. ¿Hay códigos en el amor? ¿Debe haberlos? El amor no es objetivo ni equilibrado ni desinteresado ni generoso. Pone a prueba la fragilidad y la fuerza del ser humano. Y para poder alcanzarlo valen todos los caminos. ¿Pedir respeto no es pedir demasiado?


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