El gurú que despierta pasiones y polémica

Juntó casi 150 mil personas en Palermo y a los cursos de su fundación en La Plata fueron más de mil personas sólo en 2011

Por

Facundo Bánez

Nació en un humilde distrito de la India hace 56 años, pide que lo llamen Guruyí y dice que aprendió a controlar la respiración hace unos treinta años a orillas del río Bhadra, pero el domingo pasado, bajo un cielo de postal y ante casi 150 mil personas que colmaron los bosques de Palermo, parecía que se trataba de una estrella de rock a punto de entonar algún hit primaveral.

Con su tradicional túnica blanca, su renegrido pelo al viento y una sonrisita que florecía algo pícara y zumbona entre la barba tupida y unos anteojos espejados, Sri Sri Ravi Shankar, el creador de la fundación El Arte de Vivir, le habló a la multitud en lo que fue la versión argentina de “El planeta medita”, la “meditación masiva más grande del mundo”, según sus organizadores, por cuanto al mismo tiempo que las miles de almas lo hacían en Palermo, otro número indefinido respiraba al unísono y con los ojos cerrados en cerca de 300 ciudades de todo el mundo.

Fue un éxito. Y previsible, además: según los números de la propia fundación, 48 mil personas hicieron el curso de respiración en el país durante 2011. De ellas, unas 1100 lo hicieron en La Plata, donde la entidad imparte seminarios a los que asisten un promedio de 80 personas por clase. El domingo pasado, sin ir más lejos, cinco micros repletos de la delegación local de El Arte de Vivir salieron de nuestra ciudad hacia los bosques de Palermo. Todos con la misma idea: respirar profundo y meditar.

“Fue emocionante -resume Pablo Gervasoni, uno de los 15 instructores que la fundación tiene en La Plata-. Además de la meditación masiva del domingo, hubo muchos seguidores platenses que tomaron el curso que dio Sri Sri en La Rural. Calculamos que fueron casi 400”.

Popularizado en los últimos tiempos por la afinidad y cierto embeleso que varios famosos confesaron sentir hacia su figura -Marcelo Tinelli es el mejor ejemplo-, el Ravi no sólo generó emoción desde su llegada al país sino también un reguero de acusaciones que van desde la supuesta evasión fiscal a la que recurre su fundación (ver “Nuestros libros...”) hasta la denuncia que asegura que su doctrina, en realidad, utiliza técnicas de captación propias de una secta y que, más que brindarle paz y relajación a los individuos, su único objetivo es facturar en todas las regiones posibles del planeta. “Las críticas son bienvenidas -dice Gervasoni-, pero los que cuestionan al Ravi y a nuestra fundación jamás participaron de los cursos que damos. Sería bueno que primero investiguen y después hablen”.

Las acusaciones que se lanzaron desde algunos sectores -muchas de las cuales también apuntaron al vínculo que la fundación habría logrado con el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, durante la visita de Shankar- se centran como se dijo en el faraónico crecimiento económico que la entidad viene experimentando en los últimos años.

En números concretos, este crecimiento se traduce en los 18 millones de pesos que la fundación aseguró facturar durante el año que pasó gracias a las donaciones recibidas y a los cursos y seminarios que, a un costo que va de los 400 a los mil pesos, se ofrecen en las 22 sedes que la entidad tiene en el país.

Así como su presencia en tierras argentinas estuvo seguida por miles de fanáticos que ven a Sri Sri como una especie de Mahatma Gandhi rocker y moderno, casi una deidad del nuevo milenio, otros tantos lo ven como un oportunista que, contrariamente al discurso que predica, llegó a cuestionar la educación pública por considerarla cuna de terroristas y hasta admitir que la intervención militar, en algunos casos y países, era algo inevitable.

“Me gustaría que la gente que critica se informe. Si hay algo que se puede mejorar, le doy la bienvenida a que me lo digan”, resaltó el propio Sri Sri cuando bajó del avión que lo trajo al país. Pocas horas después, entre aplausos eufóricos y bajo el sol dominguero que acompañó a su meditación masiva en Palermo, su público argentino lo pudo ver tal cual se muestra en todas partes del mundo: sonriente, con un smartphone en la mano y saludando de cara al viento como si no hubiese mucho más que decir.

“¿Quieren un mundo sin violencia?”, preguntó al público. El “siiii” ensordecedor e hipnótico de la multitud, de inmediato, dejó en claro que, al menos allí, nadie pensaba cuestionarlo.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE