El sembrador de estatuas
| 30 de Septiembre de 2012 | 00:00

Por MARCELO ORTALE
El techo del luminoso taller de Ricardo Dalla Lasta vuela a unos 8 metros de altura, apoyado sobre un perímetro de ventanales que iluminan decenas de bustos de yeso, de esculturas en tránsito al bronce, de grúas y maquinarias que debieron soportar y hacer girar monumentos de varios miles de kilos de peso, nacidas de las manos de este escultor catamarqueño afincado hace décadas en Villa Castells, Gonnet. A pocos metros, al fondo del jardín, pasa ruidoso el Roca: “ya no lo escucho, sólo me distrae cuando hay paro y entonces me pongo a esperar que vuelva a pasar”, dice sonriendo el artista.
En una baranda alta están formados varios bustos en yeso: Perón, Yrigoyen, Mainetti, Emilio Hardoy, el del político catamarqueño Arnoldo Castillo. En un tronco rubio aparece ya el tallado de una figura naciente. “Para mí el arte fue y sigue siendo una forma de vida”, dice este hombre que ha sembrado estatuas por todo el país y fuera de las fronteras también. Allí están los formones, gubias, buriles y las copas de madera para dar los golpes.
En 1999 esculpió el enorme Monumento a Rosas, el primero erigido en la capital en recuerdo del caudillo y que está ubicado en el corazón de Palermo, en Avenida Libertador y Sarmiento. Se trata de una figura ecuestre hecha en bronce, montado el jinete en un caballo de gran alzada. Rosas aparece vestido con su traje de brigadier, pero cubierto por un poncho gaucho y tocado por un sombrero criollo. Esa figura mide algo más de cuatro metros, posada sobre un pedestal de más de 8 metros. En la obra de gran complejidad técnica trabajó dos años, tiempo al que deben sumarse los nueve meses de la fundición que se realizó en Pietrasanta, un pueblito medieval ubicado en la Toscana, Italia, donde están los mejores fundidores.
Escultor desde los 15 años, iniciado en su Catamarca natal, Dalla Lasta ha dejado aquí y allá estatuas y monumentos inolvidables, como el dedicado a Mariano Moreno en la plaza homónima platense; el Quirón que presidió al Centro Oncológico de Excelencia; el Monumento a la Madre, en la escuela Anexa; Las Manos, de 6 y 51; el retrato de Dardo Rocha en 13 y 32; el Balbín que lo recuerda en el Cementerio; el Monumento al Gaucho a la entrada de La Plata; el monumento símbolo de Petroquímica Moscón; la estatua a Perón en Nicaragua; el retrato de Magnuys Psiche, caballo árabe, en Capilla del Señor; el busto de Arnoldo Castillo en la plaza principal de Catamarca y ahora vienen el Monumento al Soldado Patricio a emplazarse en Palermo. Cuando se hizo la Expo-Sevilla en 1992, se ocupó de crear la alegoría “Los alimentos que América dio al mundo” en base al tema expositivo que había elegido el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Los premios y distinciones le siguen llegando desde todas partes.
En la década del 60 vino a estudiar escultura y dibujo a la Escuela Superior de Bellas Artes (luego convertida en facultad). Se graduó y fue profesor superior de esas materias hasta su retiro. En 1965 se casó con Virginia de Santibáñez, con quien tienen cuatro hijos: Sergio, Mariana, Cecilia y María Eugenia, todos graduados en la UNLP en distintas carreras.
Una de sus primeras obras grandes fue el Monumento al Gaucho, a la entrada de La Plata...
“Sí. Pobre, le robaron una rienda. Lo gané en un concurso nacional. Yo lo diseñé mirando hacia la llanura, como corresponde, o sea hacia el suroeste. Pero alguien lo giró y lo puso mirando hacia el norte.
En este caso lo lógico sería que el gaucho mire hacia la llanura. Pero en general, ¿existe un criterio para orientar a las estatuas?
“Sí, el ideal es de que cada escultura tenga un eje diagonal, con respecto a la línea Este-Oeste. Es por el valor tonal que da la luz, para resaltar al monumento. Si uno la ubica frente al sol o de espaldas al sol, bueno, pierde perspectiva, aparece plana”.
¿La tucumana Lola Mora influyó en su obra? ¿Cuál vendría a ser su estilo?
“Admiro a Lola Mora, pero ella no me influyó. Yo soy un figurativo con simbologías abstractas, busqué siempre una síntesis. Pero cada obra ordena también el estilo”.
¿Qué escultores le gustan?
Miguel Angel, el máximo; Rodin, claro; Antoine Bourdelle que hizo el monumento a Alvear considerado como uno de los tres mejores estatuas ecuestres del mundo y un escultor italiano, del siglo pasado, maravilloso, Mariano Marini y Henry Moore. Pero quiero volver a Miguel Angel, a La Pietá que emociona hasta las lágrimas. Esas obras de Miguel Angel no pueden morir nunca. Y quiero nombrar, como mi maestro, al admirable Antonio Pujía”.
¿El Monumento a la Madre que está en la escuela Anexa está todavía en yeso..?
“Si, permanece en yeso patinado, desde 1974. Ocurre que se había hecho una colecta de 2.500 kilos de bronce... y se robaron ese bronce. Las estatuas no tienen mucha suerte. Si no les roban algunas piezas, las rompen. En La Plata pareciera que existe una ola delictiva especializada en monumentos”
“No tengo una explicación clara sobre este fenómeno. A veces son chicos de bajos recursos, de baja cultura, que a lo mejor personalizan en las estatuas su sentimiento de estar marginados. Pero a veces son chicos de familias acomodadas. Sólo puedo aportar que en Europa está severamente penado este vandalismo. Es también un problema de educación. En La Plata hay esculturas muy valiosas como “Los Púgiles” de Antonio Cánovas. Cuando las rompieron me convocaron para restaurarlas. Yo le dije al intendente de entonces, vea sáquela de la plaza y póngala en el Pasaje Rocha, a buen resguardo. No quiso. Cada figura vale una fortuna, debe andar por 500 mil dólares cada luchador”.
Además de romperlas, a las estatuas las pintan. ¿Esto es correcto o se trata de un error?
“Este es otro grave problema que tenemos en La Plata. Las esculturas deben mantener el material original con que fueron hechas, sin pinturas de ninguna naturaleza. Sólo al bronce se le puede dar una pátina color estaño. Acá hemos criticado lo que se ha hecho con algunas estatuas, al pintarlas. Es una barbaridad. Nos hemos quejado desde la Asociación Argentina de Artistas Plásticos. Hace un tiempo logramos parar un trabajo de pulido que se hacía sobre el monumento a San Martín con un tratamiento muy agresivo. Hay esculturas hechas en mármol de Carrara que las pintaron con pintura blanca. Esto equivale a quitarles la piel a las estatuas. Pintaron la Agricultura de color blanco y de color dorado las estatuas de la plaza Moreno”.
¿Para un escultor, dónde reside la vitalidad de una figura, de un rostro?
“En la actitud general, puede ser en el rostro o en el movimiento que se le imprime al cuerpo. Pero además, yo digo que hay que respetar siempre al material y a las exigencias que éste impone. De allí saldrá la forma particular y uno debe simular que trabaja con otro material”.
¿La obra lo ha hecho sufrir muchas veces o el gozo ha sido constante?
“Hay veces en que se sufre por imprevistos. El monumento a Rosas me lo trabaron en la Aduana.¿se imagina? Una ley nacional, un concurso nacional.No sé que pasaba. Estaban todos los papeles en regla.Finalmente apelé a la subsecretaría de Cultura de la Nación y el asunto se arregló. Pero la escultura sólo me dio satisfacciones. Cuando no he tenido trabajo a pedido, seguí haciendo trabajos personales.
Pero usted debió seguir trabajando como profesor en Bellas Artes...
“Sí, claro. Vivir del arte es muy difícil. Además tuve que mantener a una familia grande. Pero antes, sabe, antes había mística, éramos idealistas, románticos. Nadie hablaba de cotizaciones. Sí, fui profesor durante cuarenta años, pero ahora puedo estar en mi santuario”.
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Conserva la tonada norteña, la de su padre Atilio, martillero catamarqueño. Los Dalla Lasta descienden del Véneto y llegaron algunos a la Argentina y otros a Brasil. Se siente afortunado porque ya de chico amó el dibujo y la escultura, las dos pasiones que siguen encendidas en su santuario de Villa Castells. El caballo es uno de los motivos predilectos de Dalla Lasta. Para cada monumento, estudió historia. “Y supe estimar y respetar a figuras como Moreno, como Rosas, como Sarmiento o Mitre. La historia que nos enseñaron fue muy plana”. En su casa existe además el añadido del diseño, que fue realizado por otro artista de la zona, el recordado Atilio Boveri. En estos momentos siente que le falta hacer alguna obra? ¿Qué le gustaría hacer? “Me gustaría hacer un Favaloro. Un monumento a esa excelente personalidad que fue René Favaloro”.
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