La silla en la vereda, una vieja costumbre que todavía sobrevive

En distintos barrios de la Ciudad aún sostienen el ritual del atardecer, para tomar mate, dialogar con el vecino y “tomar aire”

En los barrios platenses en los que prevalecen las casas bajas, el hábito de los vecinos de sacar la silla a la vereda para disfrutar de las tardes de verano todavía es parte de un ritual que conservan de los tiempos en los que todos se conocían y la inseguridad no era una preocupación. Por eso, con un acuerdo implícito, cada día salen a la misma hora y disfrutan de una distracción gratuita en un espacio común que les permite socializar con los que viven en la cuadra, tomar unos mates o simplemente respirar un poco de aire fresco mientras se mira pasar la gente.

Los que cada tarde se apoltronan en la vereda mantienen una costumbre adquirida en épocas en las que la cuadra era un escenario donde los chicos aprendían a andar en bicicleta, se compartían los brindis de Fin de Año y en los carnavales se desataban verdaderas batallas de agua a la hora de la siesta. Esquinas que al atardecer se llenaban de adolescentes que fumaban a escondidas o ensayaban piropos amparados por el anonimato de la barra.

Con vivencias similares a esas, Ana María cuenta que en la zona de barrio Circunvalación donde vive con su esposo desde hace tres décadas, cada atardecer cuatro familias salen a la vereda para pasar un rato como se hacía cuando ellos eran chicos.

“En esta cuadra nos conocemos todos, salimos siempre con la reposera y el mate para tomar aire. Frente a casa hay una familia con chicos pequeños que se queda hasta la noche en la vereda. Los veo y me acuerdo de mis hijos que se criaron jugando en la calle. Quizás cuando se vaya la gente más grande y se vendan sus casas para construir torres de departamentos, esta costumbre se pierda”, asegura cómodamente sentada, mientras repasa con su mirada cada uno de los umbrales de los vecinos que aún no salieron “porque todavía hace mucho calor”.

El ganar el espacio público para tomar un poco de aire tiene sus reglas, todos salen pasadas las cinco de la tarde y se quedan hasta que empieza a oscurecer o cierran los comercios de la cuadra. Los temas de conversación son casi siempre vinculados a cuestiones cotidianas: “el calor no afloja”, “tendrían que venir a podar estos árboles” o “¿se enteró que el otro día le robaron al almacén de la esquina?”. Además, pese a que los vecinos se muestran relajados, ante la presencia de cualquier persona que les parezca sospechosa, alcanza con un par de miradas para que cada cual decida replegarse puertas adentro.

También están los que deciden estar en la vereda para “montar guardia” como es el caso de Mónica quien cada tarde en la zona de la facultad de Trabajo Social se sienta junto a su madre a tomar mates, mientras su esposo atiende un almacén.

“Es como una vigilancia, estamos atentos a los movimientos del barrio. Lo mismo hace un señor que vive a la vuelta, su esposa trabaja en un negocio y él se queda en la vereda para observar que no entre nadie que pueda parecer sospechoso. Son los recaudos que tomamos porque a todos nos robaron varias veces”, cuenta la vecina.

el ritual del atardecer

Los barrios en los que la gente aún se apropia de las veredas son aquellos en los que los edificios no quebraron el paisaje propio de las cuadras con casas bajas y frondosas arboledas. Zonas en las que la gente mantiene la costumbre de regar las plantas, barrer las veredas y, en algunos casos, hasta los cordones.

En la zona del Hospital San Martín, Nelly y Santiago Martínez salen cada tarde a la calle, pero se quedan detrás de la reja de entrada, conservando a medias, la usanza de descansar en la vereda. “Yo era de City Bell y hace 30 años uno se podía quedar en la vereda hasta las dos de la mañana, pero los tiempos cambiaron y tenemos que tomar recaudos. Mientras hay movimiento de gente en la pizzería que está enfrente, nos quedamos afuera, pero cuando cierra el negocio nos vamos a adentro”, asegura la mujer.

Marta Scialino y Emir Fernández es otra pareja que disfruta del momento vespertino de tomar mates en el frente de su casa, un gusto que comparten con otros vecinos de la zona de parque Saavedra. “Dentro de un rato, a eso de las seis y media de la tarde, salen otros dos matrimonios. Es una costumbre de antes que nos encanta, además cuando estamos todos afuera nos sentimos más resguardados, pero eso si, antes de que oscurezca, nos vamos todos adentro” señala Emir.

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