La Iglesia: Una, Santa, Católica y Apostólica

Escribe Monseñor DR. JOSE LUIS KAUFMANN

Queridos hermanos y hermanas.

La Iglesia de Dios es una porque tiene como origen y modelo la unidad de un solo Dios en la Trinidad de las Personas; porque tiene como Fundador y Cabeza a Jesucristo, que restablece la unidad de todos los pueblos en un solo Cuerpo; porque tiene como alma al Espíritu Santo que une a todos los fieles en la comunión con Jesús. La Iglesia tiene una sola fe, una sola vida sacramental, una única sucesión apostólica, una común esperanza y la misma caridad.

La única Iglesia de Cristo, como sociedad constituida y organizada en el mundo, subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.

Sólo por medio de la Iglesia se puede obtener la plenitud de los medios de Salvación, puesto que el Señor ha confiado todos los bienes de la Nueva Alianza únicamente al Colegio apostólico, cuya cabeza es el Papa.

La Iglesia es santa porque Dios Santísimo es su autor; Cristo se ha entregado a sí mismo por Ella, para santificarla y hacerla santificante; el Espíritu Santo la vivifica con la caridad.

La santidad es la vocación de cada uno de sus miembros y el fin de toda su actividad. Cuenta en su seno con la Virgen María e innumerables santos, como modelos e intercesores.

La santidad de la Iglesia es la fuente de la santificación de sus hijos, los cuales, aquí en la tierra, se reconocen todos pecadores, siempre necesitados de conversión y purificación.

La Iglesia es católica, es decir universal, en cuanto en ella está presente Jesús. La Iglesia anuncia la totalidad y la integridad de la fe; lleva en sí y administra la plenitud de los medios de Salvación; es enviada en misión a todos los pueblos, pertenecientes a cualquier tiempo y cultura.

Todos los seres humanos, de modos diversos, pertenecen o están destinados a la unidad católica del Pueblo de Dios. Está plenamente incorporado a la Iglesia Católica quien, poseyendo el Espíritu de Jesús, se encuentra unido a la misma por los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico y de la comunión.

La Iglesia debe anunciar el Evangelio a todo el mundo porque Jesucristo ha ordenado: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20). Este mandato misionero del Señor tiene su fuente en el Amor eterno de Dios, que ha enviado a su Hijo y a su Espíritu “porque Él quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (1 Tim 2, 4).

La Iglesia es apostólica por su origen, ya que fue construida sobre el fundamento de los Apóstoles (cf. Ef 2, 20); por su enseñanza, que es la misma de los Apóstoles; por su estructura, en cuanto es instruida, santificada y gobernada, hasta la vuelta de Jesús, por los Apóstoles, gracias a sus sucesores, que son los Obispos, en comunión con el Papa, sucesor de san Pedro.

La sucesión apostólica es la transmisión, mediante el sacramento del Orden sagrado, de la misión y de la potestad de los Apóstoles a sus sucesores, los Obispos.

Gracias a esta transmisión, la Iglesia se mantiene en comunión de Fe y de vida con su origen, mientras a lo largo de los siglos ordena todo su apostolado a la difusión del Reino de Cristo sobre la tierra

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