Valentín, ejemplo de superación y el gran orgullo de una escuela
| 27 de Diciembre de 2013 | 00:00

La historia de Valentín Elmasian no sólo es la demostración de que la integración es posible, sino de que puede llegar a ser “perfecta”. Valen nació hace 14 años con síndrome de down, y hace unos días egresó del nivel primario del Colegio Monseñor Rasore portando la bandera bonaerense, la que lleva quien es elegido “mejor compañero” por los chicos y chicas del grado. El año que viene dará un nuevo y fundamental paso: comenzará la escuela secundaria.
“El apoyo y la contención de las familias, del colegio, y sobre todo de los compañeros, fueron claves”, enfatizan Matías Elmasian y Sabrina Correa, los papás del primer chico con síndrome de down integrado en el Monseñor Rasore. “Una experiencia tan buena que abrió las puertas a futuras integraciones”, asegura Matías, un joven odontólogo.
Sabrina -quien trabaja en la Gobernación- se remonta en el tiempo y subraya, una y otra vez, que “la estimulación temprana es fundamental”. Y lo dice con conocimiento de causa, ya que a los 9 días de vida Valentín comenzó con esa etapa en el centro educativo especializado Apadim. “A los 10 días ya estábamos trabajando con colores, música, masajes. Y es que aceptamos la situación desde el mismo momento en que nació. No nos quedamos preguntándonos qué hacemos; nos ocupamos de inmediato”, acota el padre del orgullo del colegio de 46 entre 7 y 8.
A su lado, antes de mostrar su diploma y ganado por la timidez, Valentín contó en voz bajita que sus materias preferidas son “Naturales y Matemática” y que es fanático del “Pincha y de Verón”.
“pocos casos”
Quienes se dedican a trabajar con niños discapacitados comentan que uno de los mayores problemas es conseguir colegio. Los casos como el de Valentín son “esporádicos, casi fortuitos”, dijo Javier Speroni, miembro de la comisión de Educación de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (Asdra).
“Cuando empezamos a buscar jardín, el ‘tenemos que consultarlo con la inspectora’ lo escuchamos más de una vez”, recuerda Sabrina, aunque cree que ahora “se avanzó mucho en materia de integración”.
Hasta que golpearon la puerta del “jardín San Ponciano, y allí hizo las salas de 4 y de 5 años”, recuerda el padre de Valentín, y añade que “de ahí pasó al Monseñor Rasore y realizó en forma ininterrumpida la primaria con integración completa, acompañado por una maestra de Apadim dos veces a la semana y concurriendo al centro a contraturno, también dos días por semana”.
Cada año, Valentín tuvo una maestra integradora distinta. “Se encargan de trabajar con la docente del grado y de ir adaptando la currícula. Pero lo más importante de la integración es el aspecto social”, realzan los papás de Valen, y definen: “La integración es un proyecto en el que todos aportan lo suyo, el colegio especial, el convencional, los padres, los demás familiares”.
mucho más que compañeros
Javier Speroni, de Asdra, dice que “muchos padres, ante el temor a la discriminación, prefieren que el chico se quede en la escuela especial”. Matías no niega que sintieron “temor e incertidumbre cuando Valentín, por recomendación de Apadim, comenzó en un establecimiento convencional, pero la experiencia terminó resultando tan satisfactoria como emocionante”, dice, y pone el mayor énfasis en el “recibimiento y acompañamiento que tuvo desde el primer día por parte del colegio y de sus compañeros. Lo de los chicos fue impresionante”, resalta.
“Ya desde 1° grado le tomaron un cariño y un amor tremendos. Y eso fue aumentando año tras año. Nunca dejaron de invitarlo a un cumpleaños, dos por tres también lo invitaban a dormir a alguna casa. Y fue así que Valen terminó adorando la escuela. Quería ir siempre, casi nunca faltó”, comentó el papá del niño que supo ir a teatro, a campamentos, a aprender fútbol y, este año, a La Falda -Córdoba- en viaje de fin de curso con la compañía de su mamá Sabrina. “Los nenes te sorprenden muchísimo. De chiquitos se dieron cuenta de que Valentín era diferente. Y uno le tiene temor a la discriminación. Pero la forma en que lo cuidaron y protegieron no tiene nombre”, señaló Matías.
Viviendo todo el primario “día a día” y “disfrutándolo de ese modo”, los padres de Valentín pasaron hace poco por un momento que quizás nunca imaginaron: “El acto de fin de curso fue muy, muy emotivo. Las maestras, los directivos, los compañeros, todos estaban esperando que lo nombraran. Y los chicos del grado dijeron que fue ‘una bendición’ crecer junto con él, por todo lo que les enseñó”.
El año que viene seguirán todos juntos en la secundaria del Monseñor Rasore. Plenamente integrados.
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