Misterios del sexo tántrico
| 30 de Marzo de 2013 | 00:00

Al hablar de sexo tántrico, la primera pregunta que surge es ¿de qué se trata? Una pregunta que mucha gente se hace pero cuya respuesta, pocos conocen. Quizá porque suena demasiado lejano.
Lo cierto es que lejano sí es, ya que se trata de una práctica que se basa en el Tantra, una filosofía de vida de origen oriental con más de 4.000 años de antigüedad, que utiliza la energía sexual para conseguir una conexión con uno mismo. La meditación o disciplinas como el yoga, también con origen en la India, están muy relacionadas.
Dado que el sexo tántrico es una práctica que muchos desconocen, diferentes escuelas tántricas ayudan a descubrir las técnicas y a vivir experiencias con esta actividad oriental. Sobre esto hay mucho escrito pero cada persona puede llevarlo a cabo de una forma distinta: desde la más ortodoxa hasta la más occidentalizada.
¿QUE ES?
Ropa cómoda, higiene mental y física y unos pies preparados para quedarse descalzos, son los requisitos que tengo que cumplir antes de asistir al taller de crecimiento erótico y emocional.
Este curso se basa en aplicar dos corrientes filosóficas: por un lado el Tantra y por otro la Gestalt, una corriente psicológica que tiene su origen en Alemania y es un tipo de terapia cuyo objetivo es “darse cuenta” de lo que te ocurre en el encuentro con la otra persona. De esta forma, ésta última corriente aporta un toque occidental a la filosofía tántrica.
Lo básico de esta corriente oriental es:
1.Vivir el momento presente: Si una persona no está presente con sus cinco sentidos en una relación sexual y está pensando en que mañana tiene mucho trabajo o que ayer discutió con su padre, no va a poder disfrutar por completo del acto.
2. Aceptar cómo es uno mismo y a los demás: Si no te aceptás como sos y estás pensando en que no te depilaste o si se te nota la celulitis es difícil que se consiga una relación plena. Pero del mismo modo se tiene que aceptar el cuerpo de la otra persona. “En el tantra se adora cada poro de la piel de la persona con la que estás: sea el amor de tu vida o una relación de una noche”, aseguran los expertos.
3. Seguir un movimiento armónico y fluido: Llegar a una danza con tu pareja. En el sexo normalmente se prepara el lugar, la iluminación, el momento… “En un ritual ortodoxo de sexo tántrico se prepara la atmósfera, la luz, los olores, incluso la comida…es lo que se llama el Maithuna”, sostienen especialistas en la materia.
4. Expresar lo que sentís y pensás: Decir lo que te gusta o no y pedir algo si querés recibirlo, ya que si no lo pedís, puede que te lo hagan pero también puede que nunca lo sientas. “Entendemos la relación sexual como un acto de comunicación íntimo. No hay mayor afrodisíaco que tu pareja muestre que algo te gusta y te produce placer. Se puede expresar con la palabra, gemidos, con el cuerpo…”, dicen.
¿EN QUE CONSISTE?
En la sesión, una vez que conocemos estas cuatro claves, se ponen de pie y caminan por la sala respirando por la nariz, y soltando el aire por la boca. ¿En qué consiste el sexo tántrico?
La atmósfera: Una habitación con poca luz, con un olor agradable y una música casi silenciosa. Dejamos los celulares que tanto nos suelen acompañar, los bolsos, los maletines…y estamos en un espacio donde no hay nada que nos desvíe la atención del momento que vamos a vivir.
Respirar: En el sexo tántrico es muy importante controlar la respiración y sincronizarla con tu pareja para poder entrar en la misma energía.
Sentir: Andamos despacio por la habitación, nos paramos frente a la persona que nos cruzamos, decimos nuestro nombre y nos abrazamos. ¿Qué nos transmite el abrazo del otro? Paz, sensibilidad, fuerza, protección, alegría, sensatez…Todo esto son sensaciones que al relajarnos percibimos mucho mejor. Durante el sexo tántrico se siente cada movimiento, mirada, abrazo, beso, caricia… como si eso fuera lo único que existiese en ese momento. Tocarse las manos, sentir la mirada de quien tienes enfrente…
Confiar: Saber llegar a un equilibrio con tu pareja o con una persona que conozcas en ese momento: dejarse llevar con los ojos cerrados es muy importante para olvidar y confiar. No intentar tener siempre el control de lo que estamos haciendo: quizá si nos dejamos llevar nos guste lo que la otra persona nos hace.
Adorar el cuerpo: Tenemos que aceptar como somos cada uno y buscar todas esas cosas buenas: la mirada, los labios, las orejas, las manos, las piernas…todos contamos con algo digno de mencionar. Si nos aceptamos como somos, el momento del sexo será mucho mejor ya que solo estaremos preocupados de sentir y disfrutar. Pero también tenemos que adorar el cuerpo de la persona con la que estamos, siempre podemos sacar detalles que nos gusten y a él o ella también le agradará que se lo digamos: me gusta tu cuello, tu boca, tu mirada…
Olvidar el tiempo: En la sociedad y en el momento en que vivimos es muy difícil dejar de lado el reloj. Siempre estamos pensando en la lista de la compra, el trabajo de mañana, la cena de esta noche o en todas las cosas que tenemos que hacer. Pero para practicar el sexo tántrico el tiempo se ha de olvidar. Hay que tener la cabeza y todos los sentidos en ese momento sin preocuparnos de nada más, para poder vivir esa experiencia al cien por cien.
Danzar: El sexo tántrico es como un baile: hay que coordinarse, llegar a un equilibrio, dejarse llevar en momentos, mandar en otros, pero sobre todo escuchar una misma melodía y danzar al son de ella.
Preliminares eternos: Caricias, besos lentos, susurros, miradas… en el sexo “convencional” todo esto lo podríamos practicar en los llamados preliminares.
Otro consejos: ¿En la cama? No, mejor en el suelo. La cama, ese lugar que tanto utilizamos para el sexo convencional es fácil, práctico y cómodo. Pero en el sexo tántrico no es el lugar ideal ya que impide muchos movimientos. Suele practicarse en el suelo encima de una manta, un pañuelo grande, un Kilim. ¿Y las posturas? Excepto el abrazo tántrico, que consiste en que la mujer abrace al hombre con los brazos y las piernas sentada sobre las rodillas del hombre, no hay más posiciones. No se trata de imitar unas posturas establecidas sino de sentir, estimular y llegar a un equilibrio con la otra persona.
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