Una entidad de ayuda de ciegos quedó sin nada

Es Tiflos, de 22 entre 32 y 33. La sede quedó destrozada y con pérdidas materiales incalculables

LA MARCA DE AGUA EN LA SEDE DE TIFLOS, EN 1,70 METROS

“Esto es todo lo que quedó”, le informó, con un gesto amargo, Nélida Regnault a la presidenta de Tiflos, Ana Rizzo, al tiempo que le extendía una carpeta vieja, de plástico, con algunos archivos. La tesorera de la institución venía de la sede de 22 N º 29 (entre 32 y 33) y al abrir la puerta, ahí nomás, en la planta baja, se le apareció el desastre: la huella del agua marcada en las paredes, a 1,70 metro de altura, y restos, por todos lados, de lo que habían sido muebles y equipamiento. La fundación, con 22 de años de trayectoria en la Ciudad, se ocupa de rehabilitar personas con discapacidad visual y lo que perdió por la inundación significa lo reunido a lo largo de todo ese tiempo.

Rizzo detalló, en una enumeración interminable, las pérdidas. El subsuelo quedó sumergido en el agua; allí se ubicaban los espacios destinados a la enseñanza de Braille y la actividad física, y se arruinaron equipos de música, la cinta para correr, colchonetas, las pelotas con las que se practica esferodinamia y un simulador de la vida diaria (una cocina con baño) donde se entrena a ciegos y disminuidos visuales en alimentación, higiene y vestimenta, entre otros elementos de equipamiento indispensables. Todo era fruto de donaciones realizadas a lo largo de los años.

De la planta baja nada parece tampoco recuperable, en la apreciación de la titular de la fundación, ni las oficinas de la administración ni la biblioteca ni un sector con seis camas que se iba a inaugurar para el programa de rehabilitación intensiva. “Por suerte no alcanzamos a habilitarlo, porque es con alojamiento y nadie hubiera salido vivo de ahí”, comentó la presidenta de la entidad.

TODO PERDIDO

Como institución dedicada a la ayuda de personas ciegas, cada ambiente tenía un piso que se distinguía en textura, así, quienes caminaban por la casa identificaban, con el paso, en qué lugar se encontraban. Esos revestimientos (alfombra, goma, pintura, cemento alisado) ya no sirven, como tampoco las divisiones de paneles de yeso, deshechas por el agua.

Además, se perdieron escritorios, sillas, mesas, fotocopiadoras, computadoras, impresoras, documentación, teléfonos, un equipo de baja visión entero y relojes parlantes, papel Braille y juegos de mesa adaptados.

Es tanto lo que destrozó la inundación que en la entidad todavía no pueden estimar a cuánto ascienden las pérdidas económicas. “Es que además de los costos, que deben ser altísimos, no vamos a poder funcionar ni por el estado en que quedó la casa ni por la falta de elementos esenciales”, resaltó Rizzo.

La ONG se creó en 1990 y desde su apertura hasta ahora ha ayudado en rehabilitación a unas 700 personas. En la actualidad atiende alrededor de 60. A ese ámbito llega gente con problemas visuales de toda la Región y de otras ciudades de la Provincia.

Sus programas apuntan al desenvolvimiento autónomo de las personas, mayores de 16 años en adelante, que por alguna razón perdieron la vista. Se incluyen actividades de Orientación y Movilidad, gabinete psicológico, informática, Braille y terapia ocupacional. El objetivo que se persigue es que la persona sea lo más independiente posible, que pueda recuperar su trabajo y su vida cotidiana con sus propios medios.

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