Vivía en la calle y los vecinos le consiguieron techo y trabajo

Tiene 32 años y dormía en las escalinatas de San Ponciano. Ahora vuelve a empezar

ROBERTO SANTO LÓPEZ ENCONTRÓ AYUDA EN UN GRUPO DE VECINOS Y AHORA SE REINSERTÓ EN EL MUNDO LABORAL

Roberto Santo López tiene 32 años. Junto a su perro “Rumbo” pasaba el día y dormía a la noche en 5 y 48. La solidaridad de los vecinos del barrio y su apoyo para mejorar su situación en estos días del frío propio de una ola polar, sumado a un programa del Municipio destinado sacar de la calle a la gente sin techo, lo cambiaron todo: ahora el joven se aloja en un parador de la Comuna y trabaja en una pizzería. Así salió a flote, después de años de vida a la intemperie.

La vuelta a un pasar organizado y sin necesidades extremas comenzó gracias al impulso de un par de vecinas que rescataron a Roberto - huérfano desde los 12 años- de la calle. Al conocer su situación, María Paula Cuello y su madre, Élida de Cuello, hablaban con él sobre la importancia de cambiar su destino y de trasladarse a un hogar de tránsito. Las mujeres pidieron asistencia a la dirección municipal de Acción Social Directa y, junto a la directora de la repartición, Marcela López, y Celeste Bastién, que colabora en dicha área, hace 20 días se pudo gestionar una habitación para Roberto en el refugio para hombres de diagonal 79 entre 1 y 115. Desde entonces, ambas lo visitan con frecuencia y le llevan todo lo que necesita.

Además de tener un lugar donde dormir y comer, hace unos 15 días y gracias a otro vecino solidario, Roberto trabaja en una pizzería de 5 entre 49 y 50.

“A Roberto lo conocimos porque yo estoy en un grupo de proteccionistas. Una proteccionista sacó una foto de Roberto en la esquina de 5 y 48. Ya de por sí me inclino a ayudar a la gente que vive en la calle, trato de llevarles cosas, comida caliente, más ahora que hace frío. Lo conocimos a él y a sus dos perros, uno de ellos, “Rumbo” vive con él en el refugio. Es una excelentísima persona. Por eso yo me comprometí a venir a verlo”, contó María Paula Cuello.

La mujer encontró a Roberto en una situación de absoluto desamparo. A las siete de la tarde, con 2 grados de temperatura y lloviendo, calzado con un par de ojotas y medias. “Totalmente desprotegido”, remarcó María Paula, quien no bien advirtió el panorama le llevó ropa de abrigo y alimento. “Después vino lo mejor -contó entre feliz y aliviada-, porque como broche de oro, consiguió trabajo”.

OTRO VECINO Y MAS AYUDA

Un comerciante la zona, dueño de una pizzería ubicada en 5 entre 49 y 50, le ofreció a Roberto trabajo. Tiene algunas ventajas en ese empleo: le permiten ir con su perro al local y así sigue sin despegarse de su mascota. Es que en otros refugios, según confió el joven, no o habilitaban para vivir con “Rumbo” y para él esa traba era condición suficiente para no aceptar un ofrecimiento.

Roberto relató su historia, triste desde hace muchos años. “Yo juntaba plata en la calle para comprarme la comida. Lo hice desde los doce años, cuando murió mi mamá. Un tiempo antes perdí a mi papá, que se murió sentado en una silla. Esa ha sido mi vida hasta ahora. Quedé en la calle y me las fui resbuscando como podía. Pero la pasé muy mal, tenía muchas peleas. Ahora estoy contento; tengo donde vivir, hay gente muy solidaria y encima tengo un trabajo que me va a permitir ganarme la vida e incluso salir definitivamente adelante”, dijo.

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