Un problema que se vuelve crónico en el tránsito: las doble filas en las escuelas

En los trastornos cotidianos del tránsito, hay uno que se agudiza: las doble filas frente a las distintas escuelas de la Región. El descontrolado panorama, que se da en los horarios pico de entrada y salida de los alumnos, se traduce diariamente en embotellamientos que resultan peligrosos, que dificultan el tránsito general de las calles, pero que ahora se le suma los reclamos de aquellos conductores que quedan atrapados por los vehículos mal estacionados.

En efecto, tal como se vio reflejado en una nota reciente en este diario, los únicos afectados ya no son los conductores de los autos familiares o transportes escolares, sino que ahora también los propietarios de otros vehículos estacionados en las cuadras de los establecimientos educativos, los que a veces deben esperar durante largos minutos hasta que le liberen la salida.

Desde la Comunal local, frente a las quejas permanentes de los automovilistas, aseguran que intentan abordar la problemática vial tanto desde la prevención como de la infraestructura, e insistieron con la implementación de campañas de concientización mientras intentan lograr el apoyo de los conductores. Sin embargo, este problema de larga data y conocido por todos, le agrega un condimento más al tránsito, que se convierte más caótico con manifestaciones callejeras u otro tipo de protestas.

Este inconveniente vial se da en la mayoría de las zonas con colegios de la Ciudad pero está claro que se acrecienta en el casco céntrico.

La situación, además, se torna especialmente riesgosa si se advierte que son centenares los escolares que deben desplazarse en ese absoluto desorden de tránsito.

Como se dijo en otras oportunidades, es cierto que la solución no debe ser fácil, más con el fuerte aumento en el parque automotor que se dio en los últimos tiempos, lo cual no exime a las autoridades a que se sigan buscando todas las alternativas posibles para aliviar a todas las zonas afectadas por estas situaciones verdaderamente traumáticas, que también, cabe acotar, perjudican a los vecinos de los colegios.

También es verdad que no habrá solución definitiva si no se cuenta con la colaboración de los padres y no se instala una fuerte conciencia ciudadana en torno a este problema, que depende en gran medida del mayor compromiso que contraiga el sector educativo en esta materia.

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