Fiesta de reencuentro

¿Volvieron los ‘90? El Lobo y el Fortín jugaron como en aquellos tiempos

pOR WALTER ePISCOPO SENSACIONES

Habían pasado 21 días del último partido que Gimnasia había jugado en su casa. En el medio pasaron muchas cosas, eliminación de la Copa perdiendo un clásico donde pareció tocar fondo, pero días más tarde en otro choque con Estudiantes empezó a renacer. Sin la posibilidad de recibir el apoyo de su gente.

Paso ese 0-0 en el clásico, y la resonante victoria ante San Lorenzo, algo que solo los jugadores creyeron que podían conseguir. Y la gente anoche fue a reencontrarse con su equipo después de tantos días, soñando con esa victoria que el equipo le termino regalando.

Fue una noche de las mas felices de los últimos tiempos para el hincha, porque el equipo jugo en gran forma un partido muy “chivo”, jugado con pierna fuerte.

“Hoy hay que ganar Basurero...” cantaba la gente al recibir a los once hombres de Troglio.

El partido se fue poniendo “caliente” adentro ante la parsimonia de Pompei. “Y dale dale dale Lobo” empujaba La 22 al equipo para que vaya sobre el “uno” uruguayo de primaveral buzo rosa.

Vegetti y su grito. Nacho Fernández y el 2 a 0. Y el grito de pasión de Troglio mirando hacia la techada donde sus hijos Camila, Iara, María Pía y Gianluca se abrazaban con los ojos húmedos.

“Hola Basurero, acá esta de nuevo, te saluda la Banda de Fierro” cantaban desde la cabecera del Bosque y toda la cancha se prendía.

El Lobo parecía el equipo que el torneo pasado peleó por el título. Presión, entrega y altos rendimientos individuales. El Chueco Yllana y el Topo Sanguinetti se encontraban en el entretiempo y rememoraban aquellas “batallas” de los noventa.

El hincha estaba tranquilo porque veía un equipo confiable y con actitud. La noche fea, con amenaza de lluvia se despejaba de repente y el Bosque todo era una fiesta.

Si hasta la gente supo cantar “olé, olé, olé, olé” en el segundo tiempo cuando el Lobo toqueteaba y parecía más cerca del tercero que los de Liniers del descuento.

De repente todos se olvidaron de la fresca noche que invitaba más a mirarlo por tele que a ir a la cancha. Las manos rojas de aplaudir como hacía tiempo no pasaba. Y vaya que valió la pena.

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