Entró a una casa de Etcheverry, abusó de dos mujeres y casi las mata a golpes

El agresor buscaba a otro integrante de la familia y, como no lo encontró, concretó la salvaje agresión. Fue en 226, 46 y 47

LOS RASTROS DE LA SALVAJE AGRESIÓN. EN LA PEQUEÑA VIVIENDA DE 226 ENTRE 46 Y 47, DOS MUJERES VIVIERON UN INFIERNO

En Etcheverry la noche era todo silencio y quietud, pero fue tenebrosa cuando entró en escena un abusador ensimismado, que consiguió reducir a una mujer y su hija, las sometió sexualmente durante más de media hora y después las golpeó hasta matarlas. Por lo menos eso creyó el sujeto cuando abandonó la casa de las víctimas -de 23 y 56 años- al ver que las dos estaban inmóviles y cubiertas en sangre: “La golpiza terminó cuando pensó que estaban muertas”, soltó un detective.

Pero no. Las dos están internadas en un hospital de la zona, aunque los pronósticos que se manejan no son alentadores. La madre quedó en coma después de que le fracturaran el cráneo, mientras que la hija permanece sumida en un estado de shock emocional, que superó todo umbral de tolerancia.

Eran las cuatro de la madrugada, según se pudo reconstruir de distintas fuentes, cuando el agresor se apareció en la casa de las mujeres, sobre la calle 226 entre 46 y 47. Sorteó una reja maltrecha que da a la calle, bordeó la casa de material que las dos se están construyendo y llegó hasta la casilla de madera en la que viven ambas.

Después golpeó las manos, hasta que alguien se asomó a ver qué pasaba. “Quería ver a un hermano de la chica, con la excusa de darle una radio o un handy, no se sabe para qué”, contó un vecino a este medio.

El muchacho al que teóricamente buscaban no estaba ahí. Por ese motivo se negaron a recibir al extraño y le dijeron que volviera más tarde. ¿Hubo además algo en su actitud o su aspecto que les produjo rechazo? Tal vez se sepa cuando las víctimas puedan declarar.

Pasaron unos minutos y el desconocido no se fue, sino que rompió una ventana lateral de la vivienda y por ese resquicio entró por la fuerza. La mujer y su hija no tenían manera de escaparse y en el barrio todos se lamentan por no haber escuchado ni siquiera un grito.

un calvario de 40 minutos

Los golpes y amenazas nunca se interrumpieron. Por alrededor de 40 minutos, según lo que un vecino oyó de lo que decían las víctimas cuando las fue a auxiliar, el abusador les pegó con un empeño enfermizo.

Ninguna de las dos pudo impedir que las violaran, mucho menos cuando vieron los niveles de violencia de los que el hombre era capaz. Fue una secuencia escabrosa, que se desarrolló en el perímetro pequeño de una casa precaria.

Según suponen los investigadores, el delincuente no habría usado armas blancas ni de fuego para herir a las mujeres, aunque no se descarta que haya usado alguna para increparlas.

El agresor concretó su demencia y se escapó aparentemente a pie. A las 6.45 fueron a tocarle la puerta al vecino de al lado: era la chica abusada, con la cara hinchada por los golpes y que apenas podía contar el infierno que vivió.

Ir a pedir ayuda le costó dos horas, entre que el abusador se fue hasta que la joven pudo salir de allí. El vecino la hizo pasar a su casa, pero no logró hacer lo propio con la madre, porque había quedado inconsciente en el suelo, después de que le fracturaran el cráneo de un golpe que por ahora no se sabe con qué se lo produjeron.

Luego de “una hora de demora que tuvo la ambulancia”, a ella la trasladaron al hospital de Romero, en donde continúa en coma, en una cama de terapia intensiva.

El panorama de su hija, internada allí también, parece menos crítico, aunque tenía muchas lesiones internas.

La investigación ya empezó, pero la parte fundamental será el relato que puedan hacer las mujeres.

Si es que se recuperan y en caso de que sea posible ponerle palabras a un horror semejante.

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