Es prioritaria la prevención para evitar accidentes en las rutas del verano

El inminente inicio de la temporada veraniega y de los desplazamientos masivos de vehículos en las rutas de nuestro país, en especial de aquellas que conducen a los principales centros turísticos de la Provincia, replantea no sólo la necesidad de que se perfeccionen los controles de tránsito orientados a la prevención de accidentes, sino también a que se profundicen las campañas de tipo educativo destinadas a quienes protagonicen esta migración, ya sea como automovilistas, pasajeros o peatones.

En estos días se ha promovido con insistencia el lanzamiento del Operativo Sol, con la participación anunciada de unos 12 mil efectivos la policía provincial, aún cuando, en esta oportunidad, el mayor énfasis se ha puesto en poner de relieve las tareas de custodia que se desplegarán en distintas localidades de la costa atlántica. Está claro que esta tarea es fundamental y que debe ser realizada, con la intensidad suficiente que demanda una ola delictiva que no cesa de acosar a la población.

Sin embargo -y así se anunció también como parte del mencionado operativo- el control policial sigue siendo fundamental, tanto como que las rutas se encuentren bien señalizadas y demarcadas, que no presenten baches ni pedregullos y que las banquinas se mantengan en adecuadas condiciones. Se trata de medidas y de condicionamientos que hacen a una cultura basada en el imperio de la prudencia.

Colocar en las vías camineras una suficiente dotación policial, disponer de radares, destacamentos móviles y patrulleros, para vigilar y educar antes que para labrar infracciones, deben ser los ejes de un programa que apunte a garantizar la seguridad en las vías camineras y a disminuir las terribles estadísticas de muertes en accidentes.

Correspondería recordar que en hace unas dos décadas la caprichosa instalación de radares por parte de algunos municipios por cuyas jurisdicciones pasan las rutas se convirtió, casi exclusivamente, en una virtual cacería de infracciones, con excluyentes propósitos recaudatorios. Se pudo estimar en esos años que los Municipios lograban así duplicar el ingreso de recursos anuales a sus presupuestos. Esa situación, negativa desde todo punto de vista, no debería repetirse. Cabe esperar, por el contrario, que los radares sean un aporte efectivo y que se utilicen con racionalidad, sin abusos, con un claro propósito de contribución a la seguridad vial.

Lo que sigue necesitando la Provincia es una legislación de tránsito ordenada y coherente y a ese objetivo debería apuntarse en el mediano plazo. La superposición de normas nacionales, provinciales y municipales, el accionar conjunto y muchas veces caótico de organismos de esas diversas jurisdicciones, en nada contribuyen para mejorar la seguridad vial.

Está claro que sigue siendo medular poner el acento en la prevención y en la educación de los automovilistas. Atenuar la escalofriante estadística de mortalidad en el tránsito debe ser un objetivo fundamental. Los recursos que se puedan disponer para ello estarán siempre bien invertidos.

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