Arte y política: la estética del primer peronismo

OBRA DE CARLOS RIPAMONTE EXPUESTA EN EL MUSEO PROVINCIAL DE BELLAS ARTES EMILIO PETTORUTI, EN EL MARCO DE LA MUESTRA ESTÉTICA DEL PRIMER PERONISMO 1946-1952

Por Luis Pazos

Histórica, polémica, necesaria. Estas tres características definen a la muestra “Estética del Primer Peronismo”. Histórica porque se exponen obras de 14 grandes maestros seleccionadas por los curadores Daniel Sánchez y Patricia Sánchez Pórfido. Polémica porque en el fondo lo que se discute es el rol del Estado en la creación artística. Y necesaria porque discutir es una manera de ejercer la libertad, para el artista fuente de todos los valores. Habría que agregar una cuarta característica: es una expo, para leer.

Entre 1946 y 1952 Domingo Mercante, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y amigo íntimo de Perón, apoyó sin retaceos el desarrollo de las Artes Plásticas en la Provincia. Lo hizo a través del Plan de Difusión y Divulgación Cultural, y usó todos los instrumentos que tenía a su alcance: Premios Estímulo, Concursos de Manchas para artistas y estudiantes, compra de obras, disertaciones, donaciones, incluso el traslado del Museo Provincial al Parque de los Derechos de la Ancianidad.

Este fervor tenía, probablemente, dos orígenes. El primero una reflexión rescatada para esta muestra por Alicia Sarno, investigadora del Archivo Histórico Provincial, y que puede leerse en una de las paredes del Museo. La cita es textual.

“Le doy tal importancia a la conservación y progreso de la cultura que la considero el verdadero origen de la felicidad de los pueblos. (...) La considero no solo preparación moral y arma de combate para sostener la posición de cada hombre en la lucha cotidiana, sino instrumento indispensable para que la vida política se desarrolle con tolerancia, honestidad y comprensión”. (Juan Domingo Perón, 1948).

A esta declaración, sorprendente para quienes no frecuentan los textos de Perón, se le suma una idea poderosa que aún hoy se está debatiendo y que alcanzó su clímax en la década de los ‘70: la creación de un arte nacional. La pregunta es qué entendía el gobierno peronista de ese entonces por “arte nacional”. La respuesta la dio José Cafasso, Subsecretario de Cultura. La cita es textual.

“Al Estado no le interesa participar en ociosos disparates académicos acerca de la validez o legitimidad de las tendencias predominantes, pero sí pretende orientar y encausar toda actividad vocacional que responda espontáneamente a inclinaciones valederas”. La propuesta borra de un plumazo al arte moderno (cubismo, dadaísmo, surrealismo, expresionismo, arte abstracto) para reemplazarlo por la creación de un arte realista que se exprese a través de los géneros tradicionales.

Trasladado al lenguaje actual, lo que el gobierno de ese entonces propone es la formación del “artista militante”. Tiene todo el derecho de hacerlo. Pero ¿es posible ser vertical en política y anárquico en arte?.

La pregunta respondida por artistas, curadores y funcionarios, puede convertirse en una polémica apasionante. Y es el Museo Provincial el lugar ideal para librarla. La directora Viviana Guzzo sabe, por experiencia propia, que el que no se arriesga no cruza el charco.

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