Domingo de Ramos

Escribe Monseñor DR. JOSE LUIS KAUFMANN

Hoy comienza la Semana Santa. La lectura de la Pasión de Jesús, que se proclama en todas las celebraciones, fija nuestra mirada en Aquel que será el centro de todo cuanto vamos a celebrar en estos días: en Jesús, el Señor, que con toda fidelidad, con todo amor, sigue el camino que lo llevará a la Cruz, y así abrirá para nosotros las puertas de la Vida.

Como cada año, estos días santos nos conducen a la celebración de lo más profundo que creemos, lo más vivo de nuestra fe cristiana. Nosotros creemos en Jesús, a Quien las autoridades han detenido, que ha sido víctima de una farsa de juicio, que no ha podido defenderse de las calumnias que se han proferido contra Él, que ha tenido que pasar como un ladrón o un criminal, que ha sido duramente torturado, que ha concluido su vida del modo más desgraciado: ejecutado en público.

Nosotros creemos en Él.

Creemos en Él, porque sabemos entender – sabemos creer – que esta muerte tan desgraciada es la muerte de Alguien que ha vivido como un manantial inagotable de bondad, de amor, de ardor por la justicia, por la libertad, por la paz... La muerte de Quien vivió poniendo en el mundo todo lo que es Dios: Vida y más Vida, Verdad y más Verdad, servicio, lealtad infinita a los hombres... La muerte de Quien nos hizo conocer lo que es Dios: Amor Infinito.

Esta vida de Jesús terminó así: se enfrentó con tanto mal, con tanta cobardía, con tanto pecado, con tanta hipocresía, con tanta miseria que hay en el mundo... y murió.

Pero venció a la muerte y volvió a la Vida, Resucitó de entre los muertos. Por eso nosotros creemos – y por eso nos reunimos y lo celebramos – que esa muerte tan llena de amor ha abierto un camino. Y quienes quieran encontrar la Vida y la Paz y la Felicidad, sólo tendrán que seguir a Jesús.

Por lo cual, hoy, al comenzar esta Semana Santa, nos unimos gozosamente a los varones y mujeres, niños, jóvenes y adultos, que hace tantos años en Jerusalén, con ramos y palmas, con gritos de júbilo, recibieron a Jesús que entraba a la ciudad santa.

Porque reconocemos en Él al mismo Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María siempre Virgen.

Porque afirmamos que la Cruz es una Fuente de la que brota Vida para todos. Porque decididamente sentimos encendida dentro de nosotros la llama de su Resurrección, la Luz que – como momento culminante de estos días santos – celebraremos en la Vigilia Pascual.

Que este Domingo de Ramos sea, entonces, la puerta que se nos abre a la celebración de la Muerte y Resurrección del Señor Jesús. El Jueves Santo empezaremos a compartir estos días centrales en la celebración de la institución de la Divina Eucaristía. El Viernes Santo será el tiempo en que contemplaremos a Jesús en la Cruz, en total entrega, para que nosotros tengamos Vida. Todo llegará a su plenificación en la Vigilia Pascual, el sábado por la noche, en la solemnidad más grande y más importante que tenemos los cristianos, cuando celebramos esa entrega plena de Jesús estallando en Vida para siempre, en Vida para todos.

Celebremos, pues, muy en verdad estos días santos.

En ellos se hace presente todo lo más grande y profundo que tenemos.

Que nuestra participación en las celebraciones que nos reúnen como Iglesia, y en los momentos de silencio y reflexión que cada uno pueda buscarse, nos adentren en un renovado despertar de nuestra fe, de nuestra esperanza y de nuestra caridad.

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