Niños al volante

Por LEOPOLDO MANCINELLI

Las historias se repiten. El chico parado frente al nuevo tractor de su papá que está regulando en el galpón. Sabe que no tiene que tocarlo porque es una máquina compleja y muy potente. Pero entiende que es muy inteligente, un experto con la computadora y que le ha ganado muchas discusiones a su padre. Está seguro que si lo desobedece luego tendrá tiempo para convencerlo de su punto de vista y como siempre saldrá ganando. Todos dicen que es un chico inteligente, que incluso consigue superar a su maestra y su profesor de básquet. Por lo tanto ya sube los tres escalones y se sienta en la banqueta. La flamante máquina regula silenciosa; parece inofensiva y complaciente. Sólo presionar esta palanquita o esta otra. Ya está. Comienza a moverse. Pero no se detiene. La bestia no lo obedece y va a estrellarse contra unos tanques de fibrocemento. Un grito estremecedor y unas voces desesperadas que llegan desde la cocina. El chico baja de un salto y va a esconderse en el gallinero, donde queda acurrucado y temblando. Una escena que recordará toda su vida.

Este drama familiar tiene unos ingredientes que no faltan en casos similares. Un chico parentalizado, con autoestima sobrevalorada, que se sabe un par entre los adultos y que por esta condición nunca ha escuchado, ni respetado, una negativa. Munido de esos atributos tiene conciencia plena de su poder dentro de la familia, y escucha las prevenciones de sus padres con la postura jactanciosa del que lo sabe todo. El plato de la tragedia está servido.

*Psicólogo

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