“Firmas” con aerosol, una marca urbana que arruina las fachadas

Grafitis, un perjuicio que crece y adopta nuevas formas

Actos de vandalismo, provocación o expresión de “comunicación popular” que casi nunca toma en cuenta la voluntad de los dueños de casa, los graffitis siguen avanzando sobre las paredes platenses sin que nadie acierte a ponerles freno. Y con una particularidad consolidada en tiempos recientes: las inscripciones tradicionales, vinculadas con la política, el rock y las rivalidades futboleras van perdiendo terreno a manos de los “tags” o firmas y la intrincada estética de diseños que tienen sus raíces en las culturas del hip-hop y el skate.

En este contexto, desde el municipio se avanza con un programa de limpieza y puesta en valor de espacios agredidos por los aerosoles, una tarea que para los vecinos puede implicar un duro golpe al bolsillo.

El núcleo urbano que concentra la mayor actividad de graffiteros coincide con el micro y macrocentro platense, sectores de intenso movimiento comercial y administrativo diurno que durante las madrugadas se convierten en barrios “fantasma”.

Allí se superponen leyendas de diferentes épocas, autores y temáticas, ejecutadas con variadas técnicas que van desde el esténcil hasta el aerosol a mano alzada.

A medida que el foco se aleja del centro, los graffitis se hacen más espaciados, pero nunca desaparecen; es común para los vecinos levantarse a primera hora y toparse con los frentes de sus viviendas garabateados en tonos dorados o plateados, con expresiones que no dicen nada a los ojos no entrenados pero son la “firma” distintiva de algún “tagger”.

Esta clase de pintada, que suele verse con mucha mayor elaboración y colorido en los vagones ferroviarios, tiene un fuerte arraigo en la incipiente tribu hip-hop local y se relaciona con los skaters. En ese ámbito, el objetivo usual no es difundir lemas o ideas ni marcar el territorio a una hinchada rival, sino dejar un sello estético y obtener visibilidad.

La mas reciente de las estrategias oficiales contra esta clase de vandalismo se denomina “Pintó cuidar lo nuestro” y es un programa que llevan a cabo cuadrillas de agentes comunales que recorren la Ciudad removiendo las pintadas de edificios públicos y mobiliario urbano.

En ocasiones las brigadas intervienen sobre casas particulares, cuando se trata de “de un entorno de alta circulación, un espacio público significativo”. Hoy por hoy, un lata de 20 litros de latex antigraffiti ronda los 800 pesos, y un revestimiento transparente de las mismas características, que evita la fijación de las pintadas y las torna lavables, no baja de los $900.

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