Ante una decisión que marcará el futuro

Por RAUL VIVES

Pocas alternativas y todas malas. Ese es el menú de opciones que tiene a mano la presidente Cristina Kirchner para decidir sobre qué camino tomar en los próximos días en relación al fallo judicial que obliga a la Argentina pagar unos 1.500 millones de dólares a un grupo de holdouts.

Por ahora, todo apunta al llamado “default controlado”, aunque no se habrían extinguido las esperanzas de que a último momento surgiera algún acuerdo que permitiera prolongar las negociaciones y trasladar hacia el 2015 el cierre y pago de la sentencia judicial.

RETROCESO

El conflicto con los fondos buitre ha distraído la atención de los negocios y la opinión pública en las últimas semanas, pero al margen de esta tragedia reiterada en el tiempo de la deuda pública, la situación económica sigue en franco retroceso.

La perspectiva de un default no hace más que acelerar las tendencias depresivas y de allí que surjan enormes dudas si ese rumbo es el adecuado o llevará a la Argentina a otra crisis profunda, como han ocurrido en reiteradas oportunidades en el pasado.

Y al igual que en el pasado, son los condimentos políticos los que precipitarían las decisiones equivocadas.

Las encuestas que han llegado al despacho presidencial en el cual se refleja un respaldo importante a la batalla política iniciada por el kirchnerismo con los fondos buitre, resulta tentador a una administración que ha necesita siempre de enemigos para justificarse.

Aunque una “malvinización” de la negociación con los fondos buitres o los respaldos políticos de foros internacionales o países latinoamericanos, o incluso las últimas informaciones sobre la falta de idoneidad del juez Griesa, no alcanzarían para revertir los efectos negativos sobre el empleo, el consumo, la pobreza y el nivel de ingresos de los argentinos.

LUCHAS EPICAS

Son momentos de grandes frases e incluso de intentos de luchas épicas, pero de escasa responsabilidad institucional: el ex ministro Lavagna habló de tifón versus tsunami, el titular de la Sociedad Rural de la “década depredada” y entre los especialistas se menciona el “Momento Correa”, cuando se dudaba si el presidente ecuatoriano sacaría los pies del plato con el tema de la deuda ilegítima, e incluso del discurso de Raúl Alfonsín hacia inicios del ’89 que convocó a una “economía de guerra” para eludir el traspaso anticipado de su gobierno acosado por la hiperinflación y la deuda.

El temor a una espiralización de la crisis y la recesión ocupa la trastienda de las negociaciones y del rumbo final que adopte la presidenta Cristina Kirchner.

El titular de la UIA, Héctor Méndez, volvió a cuestionar la política económica y pidió una mesa de diálogo y consenso.

Pero el reclamo tiene escaso eco en el arco político.

Los candidatos al 2015 no tienen interés en involucrarse en una negociación que sólo traería costos políticos, y además tienen expectativas que esta crisis golpee definitivamente el capital electoral de Cristina y sus seguidores. Es también la historia repetida de la Argentina, en donde se da prioridad a la coyuntura frente al futuro.

Las decisiones que se adopten en los próximos días tendrán efectos sobre los años que vienen y sobre el próximo gobierno.

Pero los grandes candidatos se ubican lo más lejos posible. Incluso el Congreso se ha apartado totalmente de un tema que lo involucra directamente, como es el tratamiento de la deuda pública.

Mientras que se exigen comisiones y sesiones para evaluar temas como ganancias a los salarios, situación de Boudou o la política petrolera, no ha habido más que declaraciones mediáticas para la negociación con los holdouts.

Tampoco se advierte intención de Cristina Kirchner de convocar a otros sectores.

Y de allí que una decisión de enorme trascendencia para el país en su conjunto quizás sea tomada en la más absoluta soledad, como si se tratara de una cuestión privada, ajena al resto de sociedad y sin implicancias para su vida cotidiana y su futuro.

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