Necesidad de que se eleve el nivel de preparación cultural de los custodios de los boliches

Las crónicas policiales siguen reflejando desde hace muchos años episodios relacionados con agresiones y todo tipo de actos violentos, protagonizados en muchas oportunidades por los denominados patovicas, que actúan como custodios en los boliches bailable. Esa lamentable realidad fue la que, finalmente, incidió para que muchos Concejos Deliberantes –y, también, la Legislatura bonaerense- decidieran sancionar diversas normas reguladoras de la actividad de esos custodios, fijándose en ellas requisitos para su accionar.

En modo alguno se pretende desde esta columna restarle legalidad o descalificar una tarea que aparece como necesaria, toda vez que son conocidos los desórdenes –en oportunidades muy graves, que dejaron la secuela de personas muertas o heridas- protagonizados por grupos juveniles, en situaciones en las que, como bien es sabido, el alcohol y otras substancias suelen actuar como disparadores de una mayor violencia.

Muchas de aquellas normas sancionadas fijaron requisitos referidos a la edad de los custodios, a los años de permanencia en el país, a la necesidad de poseer estudios secundarios completos y a la obligación de documentar la aptitud psicológica mediante certificados otorgados por autoridad pública o establecimiento privado reconocido por el ministerio de Salud.

Pero lo cierto es que esos preceptos, que también definieron pautas regulatorias de la actividad de los patovicas –reglamentándose su habilitación, marcándose límites, prohibiéndose la inscripción de quienes cuenten con condenas por delitos de lesa humanidad, de personas que estén enrolados en fuerzas de seguridad pública (fuerzas armadas, de seguridad, policiales o del servicio penitenciario) u organismos de inteligencia, y de quienes hayan sido exonerados de alguna de ellas, entre otras- no fueron respetados en diversas ocasiones y, de hecho, siguen ocurriendo episodios violentos que muestran una vez más a estos custodios como protagonistas de agresiones inadmisibles.

Se ha mencionado también la gran importancia que reviste -dados los antecedentes sumados en este tema- que entre los diversos recaudos tendientes al buen desempeño de la actividad de los custodios, se haya determinado taxativamente que ofrezcan un trato igualitario a las personas, respetando la dignidad y protegiendo su integridad física y moral, así como la de cumplir con las condiciones objetivas de admisión y permanencia determinadas por los titulares de los establecimientos.

Lamentablemente, la experiencia acumulada enseña que, en las condiciones en que desenvuelven sus tareas, los patovicas difícilmente sirven para persuadir a un cliente díscolo, que, en cambio, ve en ellos el ejercicio de una amenaza y suele reaccionar en forma igualmente violenta.

Es de esperar, entonces, que se eleve en forma sustancial el nivel de preparación de estos custodios, capacitándolos para desempeñar sus tareas en forma pacífica. Más allá de un apreciable desarrollo muscular, los custodios deberían exhibir una mayor madurez e idoneidad en sus modos de actuar, sin incurrir en la llamada “violencia patovica” que ha originado tantas agresiones irracionales en los últimos tiempos.

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