Cifosis dorsal
| 10 de Agosto de 2014 | 00:00

Por DR. NORBERTO FURMAN
Doctor en kinesiología y fisiatría
¡Nena, ponete derecha !, le decía la madre a la hija mientras acertaba algunos golpecitos estimulatorios en la espada; y por algunos pocos segundos, la hija accedía, mientras su madre seguía con los quehaceres domésticos. Claro está que todo quedaba igual al cabo de un rato, no porque la niña no quisiera sino porque no podía estar derecha; ya tenía su columna encorvada y nadie se había dado cuenta. Sucede que la columna se desvía en forma silenciosa, fuera de los controles de los padres y de los educadores en las escuelas. La causa más común, es la mala postura probablemente adquirida en el período escolar. Los defectos inadvertidos de los niños (afecciones propias de la columna, de la vista, oído, psíquicos, etc.) tienen una influencia profunda para cimentar la postura definitiva del adulto. Consciente o inconsciente, nuestra postura y nuestros movimientos retratan sentimientos hacia el prójimo y hacia el ambiente. Desde chicos se van moldeando los patrones posturales, y con ellos la forma de enfrentar la vida. Los últimos de la fila en el colegio o las chicas en la época de desarrollo parecen ser los receptores de esas desviaciones.
Los adolescentes altos, que generalmente se paran agachados, en la niñez desean ser tan bajos como sus compañeros y al buscar el mismo nivel ocular, se reducen a la altura de ellos; todo lo contrario sucede con los bajos que adoptan posturas erguidas, sacando pecho, con la cabeza en alto. Con el desarrollo del busto, allá por los doce o trece años, las niñas salen y con el primer piropo surge su injustificada vergüenza, que influidas por las burlas o el temor a la ostentación, se paran, se sientan y caminan con los hombros encogidos, para disimular el tamaño aparente de su busto. Todas estas posturas, asumidas desde la niñez, forman un patrón que se arraiga profundamente y se convierte, no solo en una actitud psíquica, sino que también moldea gradualmente todo el esqueleto que queda estructurado al cerrar los cartílagos de crecimiento entre los 17 y 21 años. Nosotros, en el consultorio vemos entrar a los chicos, y sin preguntar nada ya sabemos algo de su ánimo, ya que la postura es la representación de la vida emocional y la exteriorización postural de los sentimientos. El aspecto, con la cabeza inclinada hacia adelante, el abdomen levemente prominente, los hombros y la espalda redondeada, hacen parecer como que soporta el mundo sobre su cuerpo. También vemos a los tímidos, en los que el tono de voz es llano y sin inflexión, con un saludo temeroso. En otros casos vemos a los más apáticos, faltos de entusiasmo que siempre están cansados, hablan poco, caminan desgarbados y rehuyen a los deportes.
Esta postura de fatiga impone a los ligamentos y tendones que rodean la columna, una tensión crónica que no puede ser contrarrestada por la musculatura espinal y al cabo de un corto tiempo comienzan los inevitables dolores y las deformaciones. Estos dolores se asientan en la columna dorsal como reflejo cortos y fugaces, que obligan a “estirarse su columna”, sobre todo después de adoptar las pésimas posturas de estudio. Los dolores de cabeza se ubican dentro de los ojos y en la nuca obligando a la consulta con el profesional. Cuando se alcanza la edad de la razón o de la compresión, la postura está fijada en su composición estructural y profundamente establecida en el subconsciente, en ocasiones con lesiones de mal pronóstico. Por suerte hoy en día se cuenta con una artillería importante para este tipo de afecciones. La gimnasia, la ortopedia y la kinesioterapia son algunos de estos elementos.
Dolor vertebroescapular
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE